Se trata de su encargo público de mayor volumen, nada menos que 1.400 metros cuadrados de cúpula, para cuya intervención ha sido necesario casi un año de trabajo. Comenzada en septiembre de 2007, el espacio ha terminado por configurarse como un colosal interior orgánico y cambiante, una superficie de materia envolvente que incluye estalactitas, corrientes marinas y multitud de colores intensos.


 

cupula_barceloProyecto monumental 

Para acometer un proyecto tan monumental, Barceló ha partido del trabajo directo con la materia, algo que es impronta habitual de su obra. La diferencia es que esta vez ha manejado instrumental industrial y de bricolaje, aumentando con ello la importancia del trabajo manual y la inmersión física en el proceso. Dicho instrumental iba desde pistolas de paintball hasta enormes mangueras industriales, pasando por todo tipo de resinas que se fueron probando hasta dar con aquella que obtuviese las estalactitas más resistentes.

De hecho, el avance del trabajo estuvo condicionado por estas herramientas, pues se sabe que al comienzo surgieron problemas que se pudieron solventar precisamente gracias a su utilización. El uso de una manguera para arrojar color, destinada en principio para manejar hormigón en grandes cantidades, hizo posible la acometida de conjunto y permitió crear una capa de materia cuya viveza nunca se hubiese conseguido de otro modo.

 

 

barceló_foto_agustí_torresA salvo de comparaciones 

La utilización de la materia pictórica como base principal de la obra, exceptuando las estalactitas, lo aleja de la obra llevada a cabo en la Seo de Mallorca y resuelve así una inevitable comparación. El resultado final ha sido una vastísima cueva marítima, poblada por estalactitas a millares, intensificada por colores intensos y saturados, sin incluir ningún color neutro, y atravesada por siete olas, siete corrientes marinas que dinamizan el conjunto.

El dinamismo es una de las claves de la obra, la multiplicidad de puntos de vista, obtenido gracias al carácter general de elemento orgánico, de algo por tanto en perpetua metamorfosis.

Para el artista, la metáfora es clara y poderosa: el espacio evoca al mismo tiempo el mar y la cueva, es decir, el cobijo y la expansión, símbolos más que pertinentes para una sala destinada a ser sede del Consejo de Derechos Humanos.


El encargo tiene su origen en 2005, cuando la ONU solicitó a España una contribución artística a su sede de Ginebra. Para ello se creó en 2007 ONUART, fundación con sede en Ginebra destinada desarrollar proyectos artísticos españoles en consonancia con los preceptos generales de la institución internacional. La fundación la constituyen varias empresas españolas, y para el proyecto de la cúpula ha contribuido también el Estado.