La vivienda familiar del Claude Monet (París,1840-Giverny,1926) está situada en la localidad normanda de Giverny, en las proximidades de París, repleta de estampas japonesas en sus paredes -el pintor llegó a adquirir hasta 211 obras, algunas de ellas de Utamaro, de Hokusai y de Hiroshige- fuente de inspiración para sus jardines, diseñados por el propio artista: el puente sobre el estanque de nenúfares, representado en varias telas, plantas de bambú, almendros en flor…

Estos jardines, de aproximadamente dos hectáreas, fueron siempre la pasión de Monet, quien supervisaba diariamente el trabajo de los jardineros que, entre sus cometidos, tenían el de limpiar cada día todos los nenúfares del estanque que inmortalizó en la obra Nympheas.

Punto de encuentro

A una hora de París en tren, la casa de Giverny recibió a multitud de artistas de la talla de los pintores Pissarro y Renoir, el escultor Rodin, el escritor Mirbeau o el político Clemenceau, a los que durante 43 años Monet enseñaba orgullosamente su jardín como una de sus mejores obras.

Por cierto, que estos jardines -que permanecerán abiertos al público durante los próximos siete meses- van a ser protagonistas de la primera exposición del nuevo Museo de los Impresionistas -antiguo Museo del Arte Americano-, que reabrirá sus puertas el mes próximo, después de tres años cerrado.

Tanto la casa como los jardines están conservados tal y como los dejó el pintor, por lo que se tuvo que hacer un gran esfuerzo de renovación para que, a partir de su inauguración en 1980, los visitantes pudieran observar cómo era el taller, el dormitorio o el comedor. Sin embargo, no tiene en sus paredes ningún lienzo del padre del impresionismo que, en su mayoría se encuentran en el Museo Marmottan. Eso se debe a que, de haber cuadros, habría que «aumentar la seguridad» del complejo museístico de este pueblo normando de 520 habitantes, según señala el académico y presidente de la Fundación Monet, Hugues R. Gall.