En una entrevista concedida recientemente a Simon Hattenstone, redactor del londinense diario The Guardian, Hirst presenta su nueva imagen, la de un artista solitario, orgulloso de sus nuevos cuadros con renovadas calaveras que ha pintado él solo, con sus propias manos, sin la ayuda de sus innumerables ayudantes, que en épocas anteriores producían toneladas de arte en su nombre.

No creo en los genios

Después de todo, como la mayoría de los artistas, él también empezó su carrera pintando, no conceptualizando ni produciendo arte en masa. "Dejé de pintar a los 16", le dice a Simon Hattenstone, su entrevistador. "Entre nosotros, por entonces pensaba que podría ser Rembrandt". Hattenstone le sigue el hilo: "¿Pero Rembrandt era un genio?" Hirst sacude la cabeza. "No, yo no creo en el genio como tal. Creo en la libertad. Creo que cualquiera puede hacerlo. Cualquiera puede ser como Rembrandt".

Hirst es un maestro de las frases brillantes, o más bien resultonas, así que sigue lanzado: "Picasso o Miguel Ángel probablemente podrían estar al borde de ser unos genios, pero no creo que un pintor como Rembrandt fuera un genio. Se trata de libertad y de tripas. Se trata de mirar. Eso no se puede aprender. Y esa es la grandeza del arte. Cualquiera puede hacerlo si se lo acaba de creer. Practicando, cualquiera puede hacer grandes obras".

¿A qué distancia cree usted que está de realizar un Rembrandt? Le pregunta el periodista. "Muy lejos. Pero digo de nuevo que creo que no hay necesidad de ese tipo de cosas hoy en día".

Exposición junto a Rembrandt y Tiziano

Desde mediados de octubre, Hirst tiene abierta al público una exposición en el Wallace Collection Museum de Londres. Y como llamarse Damien Hirst obliga, al parecer, a ser polémico, para empezar pagó 250.000 libras de su propio bolsillo para que sus trabajos estuvieran colgados sobre un fondo de seda azul a rayas que en su día perteneció a Maria Antonieta. Y lo que es más importante, está enfrentándose a si mismo a las obras de Rembrandt y Tiziano, colgadas en la sala contigua.

Y su preocupación en relación con este evento se demuestra en el hecho de que para preparar esta exposición haya estado dos años recluido en Devon, solo, pintando en una especie de caseta de jardín, sin enseñarle su trabajo a nadie, hasta que alguno de los cuadros empezó a gustarle.

Como conclusión a su artículo y a la actual exposición de Hirst, Hattenstone comenta: “Damien Hirst tiene mucha razón cuando dice que le queda un largo camino hasta Rembrandt. Tal vez un poco más de lo que él piensa. Sus nuevos cuadros, dice, me parecen más bien curriculum vitae ilustrados que pinturas propiamente dichas. Todos los elementos tradicionales Hirst están ahí reflejados, los cráneos, los tiburones, los puntos, las mariposas y, sobre todo, las continuas referencias a la muerte y la decadencia como sutiles guiños a su héroe, Francis Bacon. Desde luego, no hay duda de a quien pertenecen estas pinturas”