volviendo a París en 1848 y obteniendo el respaldo popular que la convertiría en una de las óperas más representadas en la segunda mitad del siglo XIX. En el mismo año de su estreno en París fue representada en Italia con el título de La figlia del reggimento y con algunas variaciones respecto a la versión original francesa.
Se trata de una ópera catalogada como cómica, que el maestro de Bérgamo escribió intercalando diálogos entre números musicales que mezclan partes cómicas con otras de carácter con marchas militares (alguna patriótica francesa) y otras en las que es más notoria la genialidad de Donizetti por su sentido melódico y que han logrado mantener en el repertorio esta ópera.
Excelentes cantantes
Pero para que una representación de esta composición, como otras de bel canto, tenga éxito debe ser acompañada no de buenos cantantes, sino de excelentes cantantes que, además, sean capaces de interpretar adecuadamente desde el punto de vista teatral su papel y, digámoslo ya de entrada: todo ello se dio en el Liceu el pasado sábado, 13 de marzo.
La ópera nos explica los amores de Marie, huérfana recogida por el histórico regimiento número 21 del ejército de Napoleón, con el tirolés Tonio, quien se alista en la misma unidad militar para poder responder a un compromiso: Marie sólo se casará con un soldado del 21. Historia con final feliz, pese a que la marquesa de Berkenfield se presentará como madre de Marie e intentará otro tipo de enlace para su recuperada hija.
La producción es una adaptación hecha por el Liceu de la colaboración realizada entre el Met neoyorquino, la ROH de Londres y la Staatsoper de Viena. Tuve la oportunidad de presenciar una representación en el Met y comprobar que gran parte del éxito de la puesta en escena fue debido a que se trataba de un traje a medida para la interpretación de Natalie Dessay.
Patrizia Ciofi (Marie), sin llegar a la sobreactuación ni el histrionismo de la francesa, se nota que ha estudiado perfectamente el trabajo de la Dessay y consigue una actuación teatral remarcable que ayuda al desarrollo de la representación.
El trabajo del director de Escena, Laurent Pelly, es bastante acertado desde el punto de vista del movimiento escénico, incluyendo algunos pasajes graciosos, pero, a mi juicio, aporta muy poco en el apartado de los decorados. Si ya me lo pareció en el Met, en un escenario más reducido se acentuó esta impresión personal. Pero este detalle, como el de la calidad de la orquesta, queda totalmente obviado ante una actuación tan sobresaliente de los cantantes.
La interpretación que hizo Patrizia Cioffi de Marie, la protagonista de la obra, supuso desde el punto de vista canoro un gran éxito para la italiana, superando las prestaciones que ya habíamos visto antes en el Teatro Real (L’elisir y Rigoletto) o el Liceu (Lucia).
Si, escénicamente, está sometida a un continuo movimiento escénico, a veces hasta acrobático (además de recoger la colada, plancha, mueve perolas y pela patatas, entre otras actividades), sin embargo ofrece una versión delicada y brillante de su musicalidad, que acompaña con la melancolía adecuada en el Il faut partir del primer acto y que rubrica con Par le rang et par l’opulence, de elegante tristeza melódica, en el segundo. Entrega total sin reservas en los concertantes completaron su actuación
Juan Diego Flórez (Tonio) genera tales expectativas allí donde actúa que consigue que se ponga siempre el cartel de “todo vendido” y, hasta la fecha, sin defraudar nunca. Al contrario, con cada actuación va creciendo más su fama. Técnica eficiente, voz bonita, timbre adecuado, facilidad para la emisión de los agudos, presencia, habilidad para la colocación en el escenario en donde puede proyectar mejor su voz, brillante en el fraseo y elegante en los movimientos (hasta para entregarle a la soprano un ramo de flores lanzado desde la sala del que no se apercibió la Ciofi) son sus signos de identidad en los escenarios y que, en esta ocasión, volvió a poner de manifiesto.
Esta ópera contiene una de las arias mas famosas de la historia del género: Ah, mes amis quel jour de fête, que es culminada con la cavatina Pour mon âme, para la que Donizetti escribió ocho dos de pecho, a los que los grandes cantantes añaden un noveno.
Existen grabaciones de los más grandes tenores interpretando este pasaje, y sin entrar en difíciles comparaciones, el lirismo, la facilidad de la emisión de los agudos de Flórez, unidos al directo, provocan una emoción y un entusiasmo colectivo que rara vez se dan.
En esta ocasión, los aplausos y bravos que no cesaban hicieron que Flórez hiciera un bis de la cavatina, en el que tengo que decir que superó su primera intervención, logrando la hazaña de colocar dieciocho brillantes y precisos dos. Por si esto no fuera suficiente, en el segundo acto cantó un memorable Pour me raprocher de Marie con una finalización que estremeció a los presentes. Prodigioso Juan Diego Flórez.
Pietro Spagnoli (Sulpice) completa el trío de solistas principales, con solvencia en la parte de canto y gracia en la interpretación del sargento del regimiento. Victoria Livingood (marquesa de Berkenfield) muestra una línea de canto que para otros papeles parecería bastante grotesca pero que en éste encaja de maravilla. Ángel Pavlovsky, disfrazado de la pretenciosa duquesa de Crakentorp, debuta en la ópera con dos intervenciones que consiguieron el general beneplácito del público. Alex Sanmartí (Hortensius) completaba adecuadamente el reparto, con una destacada actuación del coro.
Noche que será recordada por los habituales liceístas y por aquellos que sin serlo tuvieron la suerte de asistir. Difícil encontrar entradas, pero continúan las funciones hasta el día 25.
Barcelona. La fille du regiment. Gran Teatro del Liceu.
13 de marzo de 2010.