En ella podemos disfrutar de varias de las obras, fotografías serigrafiadas en su mayoría, que realizó el artista en su estudio, situado en la calle 47 de Manhattan y que él mismo denominó The Factory. Un lugar oscuro que transformó cubriendo paredes y techos con papel plateado que adornó con iconos fálicos y torsos desnudos, pero de donde salieron algunas de sus obras más polémicas y más reconocidas.

Poco antes de trasladarse allí,  empezó a trabajar en su serie Catástrofes”, en la que reflejó accidentes, funerales, la bomba de hidrógeno y, entre otros, la famosa silla eléctrica, que ArtePaso muestra físicamente en esta exposición.

Iconos del Pop

La silla eléctrica es, sin duda, uno de sus “iconos-objeto” por excelencia.  Con el tiempo se le atribuiría la propiedad, aunque en origen se la alquiló a Pietro Psaier con el fin de, una vez descontextualizada, asestar un golpe devastador al sistema judicial norteamericano inspirándose en ella para realizar toda una serie de fotografías serigrafiadas que denuncian la barbarie que supone este instrumento de “asesinato administrativo y judicial” y el sinsentido de una muerte decretada oficialmente y así entendida como “legal”. Al mismo tiempo, todas estas imágenes que él crea entorno al objeto, a la silla eléctrica, así como la cercanía física al objeto confirman su teoría de que las representaciones visuales, por muy duras o execrables que sean, pueden ser aceptadas si se insertan en un contexto lejano al original.

Y junto a ella, se muestran claros ejemplos de esos “iconos-personajes famosos”, que muestran su lado más chic, el que le convierte en el máximo exponente del movimiento artístico que arrasó  en el panorama cultural de los años 60, el Pop Art.

Así, se muestran imágenes tan conocidas por todos como los retratos de Marilyn, Mick Jagger, John Lennon, la famosa “sopa Campbell” e incluso varios autorretratos. Entre todas ellas no faltan muchos de los elementos que resumen y definen al más puro Andy Warhol, como son las botellas de coca cola o las banderas de Estados Unidos, ese ser albino, entre esnob y adolescente eterno, gran voyeur e irremediablemente travieso cuyas obras, cuyas imágenes, son para todos absolutamente reconocibles.

Andy Warhol consiguió definitivamente su objetivo vital: “La idea no es vivir para siempre, es crear algo que sí lo haga”.