El trabajo de Lamazares, presente en diversas colecciones nacionales e internacionales, recoge la pintura en su sentido más tradicional y atraviesa sus parámetros para acercarla a un terreno híbrido en el que la materia con la que se construye el cuadro no se esconde sino que se presenta explícitamente. El cartón, la madera del bastidor o los clavos con los que estos se unen son, en su trabajo, tanto "instrumentos" como materia pictórica.
Mundo poético
Como afirma el propio artista: "yo pinto porque mis manos necesitan soñar y bailar los sueños. (…) Sinceramente, creo que somos muchos los que necesitamos de los sueños. Pinto para ellos y pinto para mí". Lamazares recoge un acervo poético de gran intensidad en sus creaciones para dejar que quien se acerca a su trabajo busque en lo pequeño, en lo mínimo, en lo humilde o en lo que normalmente pasa desapercibido aquello que puede ser fundamental.
Itinerario vital Durante los años setenta, Lamazares entabla amistad con pintores como Laxeiro y Manuel Pesqueira, a los que considera dos referentes fundamentales en su aproximación a la pintura, con Alfonso Fraile o Santiago Amón y con el poeta Carlos Oroza. Viaja por Reino Unido, Holanda y Francia, donde se empapa de la obra de Vincent Van Gogh, Paul Klee y Joan Miró. A finales de los años ochenta viaja a Estambul, donde visita numerosas iglesias bizantinas. El contacto con esta iconografía será fundamental para la realización de una serie en la que la madera se convertirá en el material pictórico fundamental. |
Nueva York. Antón Lamazares. Queen Sofia Spanish Institute.
Del 20 de noviembre de 2009 al 17 de enero de 2010.
Comisario: Javier Fuentes Feo.