Hablar de la fotografía escénica en estos últimos treinta años en nuestro país es hablar de Ribas. Sus fotografías son un bello trabajo para el ojo profano y un cuaderno de dirección para el observador de teatro. Consigue que en sus obras ocurra misteriosamente más de lo que ocurría en el momento capturado: el fugacísimo instante de una caída que cuenta el tipo de acción, de una pequeña mirada que describe la profundidad de una emoción, de un gesto que transmite un tipo de dolor, de un cuerpo tenso que nos cuenta la historia completa del personaje, de un rojo de sangre que cuenta una muerte trágica, de una mano que agarra, acaricia, amenaza o mata.
El archivo personal de Josep Ros Ribas recoge lo más destacado del teatro hecho en España estos últimos treinta años, además de trabajos realizados para los principales teatros europeos. Como señala Gerardo Vera, "Ros consigue con una sola imagen resumir las mejores resoluciones escénicas, las atmósferas de un espectáculo, traduce en esa imagen precisa todas y cada una de las diferentes lecturas que cada espectáculo sugiere, en una síntesis poderosa y definitiva que ya es, por derecho, marca de la casa. Sus mundos visuales apuntan, insinúan, casi nunca definen, dejan un amplio margen para que el espectador complete su propia visión del espectáculo".
Han dicho sobre Ros Ribas… Lluís Pasqual: Pep Ros es un grande de la fotografía. Cartier‐Bresson decía algo que también Ros repite a menudo: Hacer fotos no es nada. Solamente mirar, eso es todo. Viendo hacer fotos a Pep Ros, viéndole deslizarse por el escenario de una manera inmaterial, situándose a veces a veinte centímetros del actor hasta desaparecer. El placer de ese gran voyeur no consiste en hacer la foto, sino en haberla visto en el momento de disparar, como un cazador. La pieza cazada, como la foto revelada, es sólo el testigo de ese momento irrepetible, el que une el ojo al disparo. Pep Ros lo hace con la mirada de los grandes, como lo hace Van Gogh cuando mira y nos enseña la energía de un campo de trigo o Vermeer de Delft en ese instante de suspenso, de vida condensada en la lectura de una carta o en vaciar una jarra de leche conteniendo la respiración. José Luis Gómez: Los ojos del director creen conocer todos los ángulos, todas las perspectivas, todas las zonas de luz y de sombra del espectáculo. Hasta que un día llega Pep, prepara sus cámaras, echa una ojeada a la escenografía, habla quizás con el director y empieza a ver un ensayo cerrado y completo; de pronto empieza a sonar con chasquidos aislados o en ráfagas sucesivas su cámara; por momentos se acerca o se aleja de la acción y los actores, se extrema o se calma su tempo; el espectáculo sigue adelante y Pep, absorto y febril, va reteniendo imágenes esenciales de lo que sucede en el escenario. De las fotos escénicas de Ros Ribas se desprende una abrumadora capacidad técnica cultivada desde la atención constante y amorosa a su oficio, animado por un don exquisito: el de mirar y el de ver lo que a otros pasa desapercibido. Mario Gas: Con Ros Ribas, alquimista de la fotografía teatral, uno disfruta, se relaja, juega, gamberrea; bajo su apariencia ausente y discreta, su luenga barba y un chispear imperceptible en su mirada anuncian, para quien lo quiera ver, que él no viene a retratar, sino a crear vida plasmada en instantáneas y que todo aquello que define a las almas que luego se trasmutarán en personajes, le interesa casi tanto como la genial captación de lo que ocurre dentro de lo que llamamos espectáculo, puesta en escena o, simplemente, teatro. |
Madrid. Ros Ribas. Fotógrafo de escena. Teatro Valle Inclán. Sala Francisco Nieva.
6 de abril a 31 de mayo de 2009.
Comisarios: Ros Ribas y Aurora Rosales.