Paisaje mediterráneo

Vicente Colom, que desde mediados de los ochenta había adoptado la arquitectura urbana como tema, vuelve con esta exposición de nuevo al paisaje, y en concreto, al paisaje mediterráneo, centrándose en la Albufera y deteniéndose en los detalles de su vegetación. Colom emplea con preferencia la luz del atardecer frente a la del mediodía, la de los días plomizos frente a la de los días luminosos, que matiza los contrastes y claroscuros que observa en la naturaleza.

Larga y fructífera carrera

Vicente Colom nació en Valencia en 1941 y a la temprana edad de 14 años comenzó a trabajar en la imprenta fundada en 1887 por Luis Farinetti que realizaba el timbrado en relieve a través de placas de acero grabadas a mano con buril. Esta actividad, a la que dedicaría más de diez años, sería el elemento provocador de su interés y admiración por pintores grabadores como Rembrandt, Goya y Durero, de los que reconoce algunas huellas e influencias en su arte.

Paralelamente, se formó en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos hasta 1965, fecha en la que partió para París, donde viviría durante tres años. Sería allí cuando Colom se inclinaría casi definitivamente por el dibujo a pluma.

En 1969 conoció a Federico Roble, director de la Galería Fortuny de Madrid, quien le introdujo en el entramado artístico de aquellos años. Entre 1972 y 1974, compartió estudio con Vicente Peris en Madrid, cuando conoció en Múnich a la bailarina estadounidense Pamela Shuts, que inspiró sus series sobre el movimiento y la figura humana con músicos ambulantes, tipos populares y, sobre todo, la danza. En 1975, comenzó su amistad con Raúl Chavarri, quien lo apoyaría y orientaría en su trayectoria artística.

A finales de los setenta, Colom compaginó la pintura al óleo y a la cera de corte expresionista –desnudos y paisajes– con el dibujo a pluma, que a partir de esos momentos se caracterizaría por una acumulación dibujística tanto de contornos como de masas delimitadas en ciertas áreas del papel mientras que dejaba otras zonas ocupadas por el vacío. Espantapájaros, pantalones y chaquetas melancólicas, hamacas, arlequines fueron sus temas preferidos. Objetos que flotaban en un ambiente inexistente, desolado, transmitiendo desasosiego e inquietud. Chavarri lo definió como un "remanso del realismo mágico o fantástico" de Franz Roh, como un "suscitador de imágenes capaz de convocar lo irreal, lo imaginable, y de construirse en una avanzada de pensamiento y de las emociones más allá de los límites de la propia mente".

Vicente Colom se mantuvo siempre independiente tanto de tendencias de corte realista, de lo cotidiano, como del hiperrealismo importado de Gran Bretaña y Estados Unidos, así como el pop y crítica socio-política tampoco llamaron su atención. Sin duda alguna, el conservar su independencia, ha sido una de las razones por las que Colom siempre ha compaginado su carrera artista con la de decorador y anticuario. Para él la decoración es un collage, un juego de combinación y de combinaciones eclécticas, mientras que el dibujo le conduce a la creación controlada y razonada. Colom dibuja del natural, su medio es la plumilla.