Organizada por la pinacoteca madrileña en colaboración con la Fundaçao Calouste Gulbenkian de Lisboa, esta muestra ofrecerá hasta el próximo 10 de enero una amplia selección de la obra de Fantin-Latour compuesta por 70 pinturas, dibujos y grabados procedentes de museos e instituciones de todo el mundo, en un recorrido cronológico a través de lo más característico y destacado de su producción: desde retratos colectivos y de familiares o amigos a interiores con figuras y naturalezas muertas de vocación realista, pasando por alegorías y fantasías musicales. 

Sobrio y elegante

Fantin-Latour ocupa un lugar difícil de encajar en la historia de la pintura francesa de la segunda mitad del siglo XIX. Su trayectoria artística coincidió con el nacimiento y desarrollo del impresionismo pero no llegó nunca a participar en este movimiento como miembro activo, aún compartiendo con ellos muchas de sus aspiraciones estéticas. Quizá por ello, la obra de este autor ha sido menos estudiada y celebrada que la de sus colegas impresionistas y apenas se le han dedicado grandes exposiciones en las últimas décadas.

La exposición, que busca reivindicar y difundir su figura y obra, y descubrir al público no sólo a un pintor exquisito, sobrio y elegante, sino también a un artista de gran calidad, lleno de matices y de una profunda sensibilidad, se compone de siete capítulos.

En el primero, titulado Autorretratos, el Thyssen prima este género que Fantin-Latour cultivó en su juventud, especialmente entre 1854 y 1861, y del que a lo largo de su carrera llegaría a producir unos cincuenta autorretratos, entre pinturas, dibujos y grabados. Este diario íntimo visual, que registra tanto las variaciones del ánimo como el paso del tiempo, sigue las huellas de autorretratistas obsesivos como Rembrandt y Courbet. Igual que ellos, Fantin explota el drama del claroscuro: fondo en penumbra, el rostro mitad sombra y mitad luz y las zonas iluminadas muy empastadas.

Desde lo más íntimo

A continuación, las salas correspondientes a En el Louvre muestran los años tempranos del autor francés, en los que trabajó asiduamente en el Museo del Louvre pintando copias.

Aunque realizada a menudo por encargo y bien remunerada, esta actividad contribuyó además decisivamente a su formación como pintor. Entre los artistas reinterpretados por Fantin destacan Tiziano, Veronés y Rubens, exponentes de una tradición colorista que Delacroix (maestro espiritual de Fantin) había ensalzado.

Flores y frutas es el tercer capítulo de la exposición. Los cuadros con esta temática estaban destinados a su público británico, son sus piezas más exquisitas, verdaderas cimas de virtuosismo. En ellos, la precisión casi científica se combina con un sentido musical de la armonía cromática. Frente a la densidad sombría de sus figuras, aquí los colores poseen una sustancia transparente: la del vino, los pétalos de rosa, los gajos de naranja. La admiración por la estética japonesa se insinúa, aquí y allá, en una estampa, un abanico o un cuenco.

Inspiración imaginaria

Uno de los temas más característicos de Fantin son las figuras femeninas que leen y escuchan la lectura, protagonistas del cuarto apartado, cuyo precedente remoto se encuentra en las lectoras de los interiores de Gerard ter Borch, Pieter de Hooch o Vermeer. Las figuras ensimismadas se envuelven en una atmósfera grave y melancólica, plasmada con impecable sobriedad cromática. Desde aquí, el Thyssen continúa con la faceta del Fantin retratista, en una amplia gama de personajes: desde los familiares y amigos íntimos hasta los retratados por encargo.

El retrato de Charlotte Dubourg, cuñada del pintor, el de su amigo Léon Maître o el del matrimonio Edwards, coleccionistas y promotores de Fantin en Inglaterra, son verdaderas obras maestras del género.

Retratos

La influencia del retrato de grupo holandés centra la atención del quinto capítulo, Retratos, y especialmente de Rembrandt, se deja sentir en Un rincón de mesa, uno de los cuatro retratos colectivos que el artista dedicó a los pintores, poetas y músicos de su tiempo. Aquí, entre un puñado de exponentes hoy olvidados del parnasianismo literario, destaca la pareja formada por Verlaine y Rimbaud.

En los últimos cuadros de flores, visibles en las salas de Flores y frutas, pintados a partir de 1876 en su casa de campo de Buré, se reduce la paleta y la variedad compositiva de sus naturalezas muertas anteriores. Se trata de obras en las antípodas del aire libre impresionista, pintadas en la penumbra de un interior. En estos últimos ramos, la mayoría dedicados a las rosas, se acentúa la quietud y el silencio.

Paralelamente a sus retratos y bodegones realistas, Fantin desarrolla desde el comienzo de su carrera una línea de inspiración imaginaria. Esta tendencia retorna con especial vitalidad en sus últimos años, confluyendo con la estética simbolista de final de siglo. En este ámbito ocupan un lugar singular las ensoñaciones y alegorías musicales y poéticas, dedicadas a Schumann, Brahms, Berlioz y sobre todo a las óperas de Wagner.

 

Madrid. Fantin-Latour (1836-1904). Museo Thyssen-Bornemisza.

Del 29 de septiembre de 2009 al 10 de enero de 2010.