Estatal para la Acción Cultural Exterior (SEACEX), Charo Otegui, y el director de la Tate Modern, Vicente Todolí, entre otras personalidades, acudirán hoy a la inauguración de Juan Muñoz. Retrospectiva, la mayor exposición realizada hasta la fecha del autor madrileño, superando las realizadas el pasado año en Bilbao y Londres, que contará con obras inéditas en todo tipo de formatos, desde esculturas aún desconocidas hasta grabaciones sonoras nunca escuchadas en España. La exposición ha sido organizada por la Tate Modern de Londres, en asociación con el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, y coproducida por la SEACEX, además de contar con el patrocinio de la Fundación Santander.
Mirada cronológica
Más de 100 obras conforman la muestra cuyo grueso se exhibe en la tercera planta del edificio Sabatini. Pero, además, las piezas de Juan Muñoz sobrepasan las puertas de las salas de exposiciones y se muestran en diferentes lugares del Museo sorprendiendo al visitante: el jardín, el claustro, la guardarropía del antiguo Hospital o la inmensa terraza de unos 400 m2 que se asoma al jardín de Sabatini.
La muestra plantea así una ambiciosa y amplísima mirada cronológica –posición ideal con la que enfrentarse a la obra de Juan Muñoz (Madrid, 16 de junio de 1953 – Ibiza, 28 de agosto de 2001)–, pues de una visión de conjunto se aprecia rápidamente cómo se va fraguando con el tiempo un lenguaje personal que, para muchos, es el resultado de un proyecto artístico relativamente cerrado y concreto.
Lo cierto es que toda su obra, independientemente de que exista un discurso intencionado o no, perfecciona con el paso de los años una representación de la decepción basada en el silencio. Se trata de una vía de expresión que puede apreciarse desde sus trabajos más tempranos. Se evidencia en la Escalera de caracol, con la que expuso individualmente por primera vez en 1984, que no llevaba a ninguna parte, y alcanza su paroxismo en Double Bind, su última obra, con la que se consagró internacionalmente al ser el primer español que intervenía el Turbine Hall de la Tate londinense en 2001.
Reflexión sobre la incomunicación
Y es que sin el componente mudo la decepción estaría incompleta, aunque a veces se manifieste con bastante crudeza, pues la obra más emblemática de Juan Muñoz es una reflexión sobre la incomunicación en la que el silencio es el componente irónico principal, pues casi siempre se trata de paradojas. Algo que resulta evidente en las Conversation Pieces, por poner un ejemplo obvio, en las que las supuestas conversaciones sólo se perciben mediante su negación y su ausencia consiguiente: el silencio.
Ahí radica precisamente la decepción como medio fundamental, en las ausencias, verdaderos protagonistas (mudos) de la trayectoria del autor madrileño. Él mismo dijo en Third Ear, una radiofonía de 1992, que el presente y la muerte sólo podían representarse a través de su ausencia, y realmente cualquier intento de análisis exhaustivo de ambos conceptos, de los que no se posee absolutamente ninguna explicación de su existencia, acaba inevitablemente en decepción. Ante ese desalentador resultado la única opción prudente es el silencio, aunque sea forzado y frustrante, y justo en ese angustioso punto se encuentran las obras de Muñoz, cuyo silencio manifiesta que la ausencia es la única certeza.
Es un ejercicio recíproco, pues el espectador también guarda silencio ante la inconexión aparente que se le ofrece: piezas en las que la presencia humana destaca precisamente porque debería estar y no está; personajes aislados que inexplicablemente se desencajan de reír, o seres amorfos que gesticulan al mismo tiempo que mantienen caras totalmente inexpresivas.
Silencio, agente determinante
De hecho, en el Reina Sofía se han realizado esfuerzos para potenciar precisamente ese silencio, considerado por la comisaria Lynne Cooke como un agente determinante en la mirada del espectador. Quizá con ese propósito se han repartido algunas obras por diferentes lugares del museo, para invadir espacios no habituales en una antológica y forzar así el enfrentamiento incluso con aquellos recorridos ajenos a la visita de la retrospectiva de Juan Muñoz, para que hasta el espectador que no tenga intención de verla esté expuesto a encontrarse con sus obras y a lidiar con sus ausencias.
En definitiva, la muestra madrileña presenta una visión que aspira a ser la más completa realizada hasta la fecha sobre el artista, lo que supone, por un lado, un justo homenaje de su ciudad natal; y por otro, una buena oportunidad para comprender la trascendencia de Juan Muñoz con elementos nunca antes exhibidos en ningún lugar del mundo. Algo que podrá hacerse hasta el 31 de agosto.
Todo Juan Muñoz Nace en Madrid en 1953. Inicia estudios de arquitectura, que abandona pronto para irse a estudiar, de 1979 a 1981, en la Central School of Art and Design y en la Croydon School of Art and Technology de Londres, donde conoce a la artista española Cristina Iglesias, con la que contraerá matrimonio. En 1982 estudia en el Pratt Graphic Center de Nueva York y trabaja como asistente de Mario Merz. En 1984 tiene lugar en la galería madrileña Fernando Vijande su primera exposición individual, y durante la década de los 80 expondrá en Kassel, Venecia y Nueva York. En 1992 se consagra en España con una gran exposición individual en el IVAM de Valencia. En el año 2000 recibe el Premio Nacional de Artes Plásticas y en 2001 se convierte en el primer español en exponer en el Turbine Hall (Sala de las Turbinas) de la Tate Modern de Londres su obra Double Bind, como parte de las Uniliver Series. En ese mismo año fallece en su casa de Santa Eulalia del Río (Ibiza) a los 48 años de edad a consecuencia de un aneurisma de esófago. |
Madrid. Juan Muñoz. Retrospectiva. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
Del 21 de abril al 31 de agosto de 2009.
Comisarias: Sheena Wagstaff y Lynne Cooke.