A través de más de un centenar de fotografías vintage originales, realizadas por Evans desde 1928 a 1975 en gelatina de plata y que proceden de los fondos de la que sin duda es la principal colección particular de obras del fotógrafo, la exposición, comisariada por Jeff L. Rosenheim, conservador de fotografía del Metropolitam Museum de Nueva York y Carlos Gollonet, muestra en imágenes concisas, contundentes y sobrias todas las caras de una sociedad capitalista que se presentaba al mundo como brillante ejemplo de desarrollo. 

Observación detallada

Considerado uno de los fotógrafos más importantes de la contemporaneidad, Evans fraguó un estilo muy alejado de lo que antaño se consideraba arte, estatus por el que, sin embargo, tantos fotógrafos lucharon durante décadas, aunque, eso sí, por el equivocado camino del sentimiento y la belleza evidentes.

Las mejores imágenes de Evans culminan con esa evolución formal mediante la ruptura, con un estilo que vino a llamarse documental, que miraba a los hechos directamente, y estaba pensado para representar las cosas en relación a sí mismas, aparentemente sin intervención, de una manera precisa, sin emociones ni tendencia a la idealización.

Evans apostó por una solución artística simple, técnicamente sencilla y fácil de repetir, basada en la observación detallada de la realidad de forma desinteresada, que dio como resultado una modernidad enfrentada a la obra de otros fotógrafos contemporáneos como Stieglitz y con un trasfondo literario fundado por autores como Baudelaire o Flaubert. En definitiva, consiguió que sus imágenes adquirieran entidad artística propia, de tal forma que la fotografía, desde entonces, es arte, no artística.

Estética moderna

Por primera vez, la fotografía como obra de arte podía tener la misma apariencia que cualquier otra fotografía y mostrar cualquier cosa, desde una habitación paupérrima y desolada de Alabama hasta un pasajero del metro de Nueva York ensimismado en sus pensamientos. La cualidad artística estribaba únicamente en la claridad, la inteligencia y la originalidad de la percepción del fotógrafo.

Este nuevo estilo directo que se nutre de temas a veces agresivamente ordinarios, que elimina las barreras entre lo bello y lo feo, lo importante y lo trivial, será el que en la década de los treinta facilite la penetración de la estética moderna en la fotografía americana y, a la larga, el que proporcione las herramientas básicas a otros muchos fotógrafos y artistas de las generaciones siguientes para construir su obra. Pero con su aparente frialdad podía resultar un estilo inmensamente rico en contenido expresivo, capaz de encontrar poesía y complejidad en los recursos internos de la tradición americana, evitando todo romanticismo, sentimentalidad y nostalgia. Por fin aparecía una alternativa duradera a la tradición.

Las imágenes tomadas por Evans en el  Nueva York de 1928 con una vieja Leica abren el recorrido de la exposición. Baudelaire introdujo el tema moderno de la ciudad y Evans se sirvió de él para realizar sencillas escenas que prescinden de adjetivos. Las imágenes de la América real, junto con su concepción de la fotografía como algo inherente al mundo, recorre su obra y, por tanto, la exposición como hilo conductor.

Obra de referencia 

En el catálogo editado por la Fundación Mapfre a propósito de esta muestra, Jordan Bear, investigador de la Universidad de Columbia, en Walker Evans: en el reino de lo cotidiano, ha escrito una completa biografía basada en los manuscritos del Archivo Walker Evans custodiado en el Metropolitan Museum.

Un ensayo que resulta un complemento perfecto de las obras de Gilles Mora y John T. Hill, Jerry L. Thompson y Belinda Rathbone. A su vez, Chema González, investigador, crítico y comisario independiente, en Walker Evans y la invención del estilo documental aborda las creaciones de Evans en el contexto de la historia del arte y de la fotografía del siglo XX, poniendo de manifiesto su relación con determinadas estéticas (simbolismo, pictorialismo, surrealismo) y su compromiso con una fotografía que reivindica lo vernáculo y que constituye un retrato exacto de la sociedad norteamericana del siglo XX.

Una conversación de Jeff L. Rosenheim con Vicent Todolí, director de la Tate Modern, a propósito de los logros y el legado de Evans y del papel de la fotografía en el arte moderno, y una detallada bibliografía elaborada por Jordan Bear, completan una de las obras más importantes que se han realizado sobre la vida y obra de Walter Evans, uno de los más grandes fotógrafos del siglo XX.