La pieza estará situada en el municipio madrileño de Coslada, en una rotonda donde confluyen dos importantes vías de comunicación de la población (Avda. de José Gárate y Avda. de la Constitución) y junto a lo que será un destacado pulmón cultural de la periferia madrileña, tal y como parecen anunciar los proyectos del Ayuntamiento de Coslada, que prometen la construcción de un nuevo teatro y un espacio para la creación multidisciplinar.
Modelos concretos
Como cuenta el propio artista, la pieza nació como parte de un grupo escultórico que no llegó a terminar y cuyo tema era el pasaje bíblico dedicado a la creación del hombre. En dicho relato esculpido, junto a Adán, aparecía una cabeza femenina (Eva) que, una vez descartado el proyecto original, el artista utilizó para este nuevo encargo.
La modelo elegida para el busto y, más tarde, para el medio cuerpo de la figura total, es una estudiante «desconocida» de la Facultad de Bellas Artes de Madrid. En palabras del propio autor: «Yo necesito siempre partir de modelos concretos para realizar mis trabajos, sean figuras humanas, paisajes, árboles o cualquier otro motivo. En una visita a la Facultad vi a una estudiante de escultura, a la que llamaré por la inicial de su nombre (F), que me impresionó por el carácter de su belleza y que me pareció que correspondía con la Eva que yo había imaginado, y que aceptó servirme como modelo. Con F trabajé en cera, a tamaño natural el cuello y la cabeza, mirando hacia arriba, a su creador; la terminé en unas semanas y la vacié en yeso».
Sea cuál sea el nombre de la misteriosa F, lo cierto es que el proceso de gestación y trabajo de una obra de estas características es, cuando menos, atractivo y válido por sí mismo. De hecho, no es la primera vez que Antonio López se abre al público a la hora de desvelar el propio ritmo de trabajo de sus obras. Al igual que en otras de sus esculturas, será el tiempo el encargado de «terminar» la pieza: «Si es posible –comentaba el maestro– me gustaría que la pátina, es decir, la coloración de la escultura, fuera la del bronce mismo, de manera que sea el tiempo, la lluvia y el sol los que determinen su carácter».
Antonio López es hoy uno de los artistas españoles en activo más cotizados (Premio Príncipe de Asturias de las Artes 1985, Premio Velázquez de Artes Plásticas 2006, etc.). En este sentido, puede resultar extraño el emplazamiento elegido para colocar una obra de tal magnitud, pero, como él mismo se encargaba de apuntar, «todo fue y ha sido siempre claro y fácil». El encargo, que llegó en la Navidad de 2008 por mediación del pintor Julián Cascón (amigo de López y vecino de Coslada), ha contado con un bajo presupuesto, signo indiscutible de esperanza en un panorama artístico cada vez más disuelto en la palabra mercado.