Esta obra perteneció al convento dominico de Santa Cruz de Segovia y cuando Ponz visitó este convento en la década de 1770, sus tres tablas aún no se habían separado. En mayo de 1836, cuando Castelaro se encargó de recoger en Santa Cruz de Segovia las obras que después se destinarían al Museo de la Trinidad, ya no se conservaban allí más que las dos tablas laterales con Santa Catalina y Santa Bárbara. Seleccionadas por Castelaro para llevarlas a Madrid, las dos ingresaron en el Prado con los fondos del Museo de la Trinidad.
Pintura de cierta fama
La tabla central con la Sagrada Familia con ángel músico probablemente se sacó de la iglesia durante la Guerra de la Independencia. Sin duda, se trataba de una pintura que debió gozar de fama en Segovia, como lo prueba el que se hiciera una copia antigua con destino a la Catedral, lo que, de entre las tablas flamencas existentes en la ciudad –que eran bastantes–, sólo se hizo con otra tabla, La Fuente de la Gracia y Triunfo de la Iglesia sobre la Sinagoga de la escuela de Jan van Eyck, que Enrique IV destinó al Monasterio del Parral de Segovia y que hoy forma parte de la colección de pintura flamenca del Museo del Prado. Y también debió tener éxito en Amberes, ya que se conoce una copia de este tríptico que perteneció a la colección de Edwin Webster de Boston.
Al no haberse conservado ninguna obra firmada ni documentada de este pintor, se le denomina con el nombre convencional que se le otorgó de Maestro de Francfort a partir del Tríptico de la Santa Parentela del Staedel Museum de Francfort, fechado en 1503, que perteneció a la iglesia de los dominicos de la misma ciudad. De las hipótesis que se han establecido para conocer su identidad, a juzgar por las características de sus obras y el tiempo en el que transcurrió su actividad en Amberes, se considera como la más probable que se trate del pintor Hendrik van Wueluwe, que trabajó en dicha ciudad entre 1483 y 1533, año en que murió.
Larga carrera
Lo prolongado de la labor del Maestro de Francfort en Amberes justifica la evolución que experimenta su estilo. Mientras que sus primeras obras están en deuda con la tradición flamenca, sobre todo con Hugo van der Goes, en las últimas recoge algunas influencias de otros pintores que trabajaron a principios del siglo XVI como Quintin Massys, se hace eco de los paisajes de Joachim Patinir e incluso no duda en ocasiones en tomar algunos elementos de los manieristas de Amberes en sus arquitecturas, como se puede comprobar en la Sagrada Familia con ángel músico del Museo del Prado.
Al ser uno de los de los primeros maestros que obtuvo reputación en Amberes, cuando los pintores de Brujas se imponían sobre el resto de los flamencos, su taller debió seguir recibiendo un gran número de encargos a lo largo de su vida, como parece sugerir el amplio número de obras que han llegado hasta nosotros de su mano y de su taller, entre ellas, quizá, una parte importante destinada a la exportación como el Tríptico de la Sagrada Familia del Museo del Prado.
Estudio técnico
Las características que muestra la Sagrada Familia con ángel músico, al igual que la Santa Catalina y la Santa Bárbara del Prado, lo mismo que los tipos humanos utilizados, no ofrecen dudas sobre su adscripción al Maestro de Francfort. La forma en que el pintor resolvió la composición de estas tres tablas –cuyos temas tantas veces repitió, variando elementos o actitudes de las figuras–, confirma que se debió realizar en la segunda década del siglo XVI (c. 1510-1520) cuando acogió en sus obras elementos arquitectónicos utilizados por los manieristas de Amberes y se interesó más por la representación de los paisajes.
En 2008, como paso previo a la adquisición de la Sagrada Familia con ángel músico, se procedió a su estudio técnico, al igual que al de las análisis del dibujo subyacente confirmó la identidad de autoría y corroboró que se trataba del prototipo creado por el Maestro de Francfort entre 1510 y 1520. El dibujo, con trazos muy característicos y abundante modelado, es igual en las tres tablas. En el caso de la Sagrada Familia se pueden comprobar cambios de composición, algunos tan significativos como el del cesto con frutas, del que el autor hizo desaparecer en superficie la botella que había incorporado en la fase del dibujo subyacente, las variaciones que establece en la parte superior del edificio del fondo tras el ángel o el desplazamiento vertical del rostro de la Virgen. Y lo mismo se podría decir de los cambios efectuados en las camisas de los trajes de las santas, particularmente en la de Santa Catalina.