La exposición, que forma parte de la sección oficial Interfaces: Retrato y Comunicación de PHotoEspaña 2011, contrapone las imágenes de los tres artistas y reflexiona acerca de los intrincados caminos de la identidad, la representación y la comunicación en el arte y la sociedad contemporánea. La muestra, producida por la Fundación Telefónica, cuenta con la colaboración de la Comunidad de Madrid.
Cindy Sherman
La obra de Cindy Sherman (EE.UU., 1954) es una monumental investigación sobre las identidades y los poderes de representación de una fotografía actuada más que escenificada. Durante décadas ha desarrollado el proyecto aparentemente imposible de transformarse en otros, mimetizando sus identidades, personificando con humor los clichés asociados a ellas y comunicando los muy distintos mundos personales de los sujetos representados.
Es la mujer de las mil caras, la gran apropiadora de rostros y figuras ajenas. No es una imitadora de personajes reales o tomados del cine o de los medios: Sherman imita estereotipos y cánones prevalecientes. Esa es la razón de que sus figuras y sus escenas cinematográficas, a la vez reales y ficticias, denoten una referencialidad tan engañosa como auténtica.
En la exposición se incluyen sus series Bus Riders, Murder Mistery People, ABCDE y una selección de Untitled Film Stills en las que realiza una construcción y representación de personajes más directa y escueta.
Thomas Ruff
Por su parte, en la serie Retratos, Thomas Ruff (Alemania, 1958) despersonaliza al máximo a los sujetos, usando recursos que los igualan de forma repetitiva: ausencia de expresión, encuadre fijo, iluminación plana, vestuario y fondo neutros. Mientras en Sherman es una sola persona, ella misma, quien actúa a todas las demás, en Ruff se trata de personas reales que parecen una sola repetida al infinito.
Ruff considera que la fotografía solo muestra la superficie de las cosas, y la serie niega la posibilidad de interiorización individual del retrato. Estas obras son sin duda una aproximación a la foto de identidad, propias del mundo contemporáneo y tecnológico, donde no interesa la subjetividad de los individuos sino los meros trazos faciales que permiten identificarlos con fines de control: rostros como huellas digitales. Son retratos que, al revés de lo que se espera del género retrato, constriñen su contenido moral, contextual y psicológico: anti-retratos característicos de la automatización funcionalista y policial contemporánea.
Frank Montero Collado
Junto a estos artistas mayores y globales, se incluyen las humildes aunque impresionantes fotos de Frank Montero Collado, un mexicano nacido a mediados del XIX y desconocido en el mundo del arte, quien se escenificó a sí mismo en distintas etapas de su vida, retratado con atributos de sus ocupaciones o situaciones, a menudo teatralizados y quizás fabulados.
Sin intención artística consciente, el retratado representó así una autobiografía, tal vez con rasgos de ficción, en imágenes fotográficas de síntesis, que incluyen anotaciones escritas a mano describiendo los cargos, profesiones y estados escenificados en cada una. Montero deja tras de sí un enigmático registro de su vida basado en su autorrepresentación. Inconscientemente se convirtió en un sorprendente Sherman de sí mismo.
En Sherman encontramos una cara que produce a todas, en Ruff todas las caras se mutiplican por cero y en Montero vemos el propio rostro representándose a sí mismo en los innumerables rostros de los cambios del tiempo y de la vida.
Madrid. 1000 caras / 0 caras / 1 rostro. Cindy Sherman, Thomas Ruff, Frank Montero Collado. Sala Alcalá 31.
Del 31 de mayo al 24 de julio de 2011.