Lo único que delata a este brioso pajarillo ribereño es su agudo y penetrante silbido. Atraviesa los cursos de agua con un vuelo rápido y rasante dejando una estela azul turquesa. El color de sus plumas, resultado de la refracción de los tonos zafiro y esmeralda en diferentes direcciones, fueron un tesoro codiciado en otros tiempos y alcanzaron un valor comparable a las gemas, seda y especias.
Vistosos destellos
La especial estructura de sus plumas es la causa de esa variabilidad del color de su plumaje en función de cómo le incida la luz, produciendo destellos verdosos-metálicos sobre una base azul-turquesa.
Aunque algo esquivo, soporta bastante bien el contacto con los humanos. Pasa la mayor parte del tiempo posado en alguna rama sobre el agua a la espera del paso de algún despistado pececillo.
Su presencia en el río es un indicio de la buena salud ecológica de las riberas fluviales. Por su método de pesca necesita densa vegetación y aguas cristalinas. Las principales causa de mortalidad en esta deslumbrante avecilla son las olas de frío que congelan la superficie del agua, impidiéndole pescar, y la creciente contaminación de nuestros ríos.
Rápido movimiento
La mayor parte del año lleva una vida solitaria, dejando de lado la hostilidad entre sexos solo para emparejarse temporalmente y formar una familia.
En otros tiempos, sus relucientes plumas formaban parte de joyas, abanicos y biombos que adornaban una civilización todavía ignorante de la importancia de todos los seres vivos en el mantenimiento del equilibrio natural. Afortunadamente, nuestra sensibilidad ha cambiado, y la mayoría de nosotros apreciamos la belleza de ese destello azul eléctrico en rápido movimiento.