Para empezar, en su inauguración, el pasado 4 de mayo, se reunió la flor y nata de la ciudad: desde Paul McCartney y Madonna a diseñadores como Karl Lagerfeld o Tom Ford. Acudieron la temible Anne Wintour, Orlando Bloom, Chloë Sevigny, Kate Hudson, Sarah Jessica Parker, Giselle Bündchen, Milla Jovovich y un infinito y rutilante etcétera. El Met se vistió de gala para homenajear al genial diseñador británico fallecido en febrero de 2010.
Ampliación de horarios y prórroga
Solo Jeff Koons obtuvo un mayor número de visitantes en su día, y ni siquiera Van Gogh pudo competir con esta pequeña colección del talento de McQueen. La muestra lleva más de dos meses de andadura y, tal y como aseguran desde el propio museo, desde el primer momento se registraron colas de hasta dos horas de espera y cada día se recibieron entre 6.500 y 8.000 visitantes.
A partir de este fin de semana, y hasta el 7 de agosto, ya iniciada la fase final de la exposición, el Met ampliará sus horarios de visita durante los días de apertura ordinaria e incluso permitirá visitas a las salas del diseñador los lunes, día en el que el museo permanece habitualmente cerrado.
Dos razones fundamentales
Cabe preguntarse, pues, por las razones del increíble éxito de Savage Beauty. Desde nuestro punto de vista existen dos razones fundamentales por las que se ha convertido en un motivo de visita obligada al Met. En primer lugar, dado el número elevado de féminas con stilettos y modelitos de escándalo aguantando las dos horas de cola, acudir a este santuario temporal del maestro McQueen proporciona una sensación de pertenencia al célebre Manhattan del glamour y los excesos.
Sin embargo, compartir este espacio con otros 399 visitantes de manera simultánea puede producir un notable sentimiento de decepción. Pero otro gran reclamo para el público es precisamente el número desorbitado de visitantes y el hecho de que sea un suceso único en la historia del museo. Generalmente, el espectador no estadounidense no quiere perderse la ocasión de poder decir «yo la pude ver», aunque lo que se dice ver se vea poco entre tantas cabezas curiosas y empujones impacientes.
Pilares de la belleza salvaje
No obstante, resulta imprescindible destacar el extraordinario trabajo de Andrew Bolton, comisario del Metropolitan Museum of Art’s Costume Institute, así como el asombroso despliegue de medios en el montaje expositivo.
Alexander McQueen fue siempre polémico, un enfant terrible de la moda, ferviente amante de las grandes puestas en escena para mostrar sus colecciones. Esta exposición es, por tanto, una prolongación de esas espectaculares pasarelas en las que mostraba al mundo creaciones que sobrecogían al espectador, en cierto sentido, como un romántico típico del siglo XIX.
Su visión fatalista de la vida determinará a lo largo de su corta carrera el tipo de mujer que pretendía vestir: bella, en apariencia frágil y delicada, pero que inspirase temor. En este sentido, McQueen solía decir que se sentía inspirado por las plumas –»su color, su diseño, su ligereza, su ingeniería tan elaborada. De hecho intento trasladar la belleza de un ave al cuerpo de una mujer»–, de este modo, ellas le ayudaron a idear su icono femenino y se encuentran en gran parte de los diseños de la muestra, junto con metros de frágil organza, sólidos bordados, zapatos imposibles, cuero o conchas.
McQqueen resultó ser todo un artista cuya mayor virtud, según Bolton, residía en saber conjugar el conocimiento profundo de su oficio como sastre junto con la expresividad más exquisita para manifestarse en sus diseños de forma autobiográfica.
Romántico polifacético
En el Met se ha sabido articular la muestra en torno a siete salas cuyos diferentes puntos de vista matizan el carácter romántico del diseñador:
‘Romantic mind’ expone la galería de trajes cosidos con pelo humano de la colección que diseñó como proyecto para su máster en el Central Saint Martins College of Art and Design, que ya deja entrever su factura impecable. ‘Romantic Gothic’, por su parte, condensa el sentimiento de fatalidad y belleza en clave decimonónica, con un uso del negro, el cuero y las plumas que dota a la sala de un aire tétrico.
‘The cabinet of curiosities’ encarna los gabinetes de curiosidades del siglo XVII y XVIII, donde se coleccionaban objetos extraños de la naturaleza. En el caso de McQueen, esta serie de objetos inspiraban su imaginación: madera, pieles, mariposas, accesorios tribales, etc.
En ‘Romantic Nationalism’ se da a conocer su famoso tartán, una tela de cuadros con la cual se enorgullecía de su tradición escocesa pero también de su herencia británica.
Un holograma de Kate Moss da paso a la serie de diseños de ‘Romantic Exoticism’ y ‘Romantic Primitivism’. Pesados bordados y tejidos se articulan sobre maniquíes colocados como si se tratara de una gran caja de música llena de espejos. Por otra parte, el naufragio, entendido como una metáfora de su propia persona, se deja ver en parte de los diseños que aparecen a continuación, muchos para la firma Givenchy, donde él mismo aseguró que aprendió a combinar la confección perfecta con la artisticidad para expresarse. Este concepto se prolonga en ‘Romantic naturalism’ gracias a kilómetros de organza, flores naturales, encajes y osamentas de resina. Un mundo natural modificado por la mente genial del diseñador.
Visión trágica de la vida
La última sala representa la que fue su última colección y versa sobre la contemporaneidad, la tecnología, el hombre-máquina y su puesta en escena, que fue retransmitida en directo por Internet, una vuelta de tuerca más a su visión del hombre deshumanizado.
El suicidio del diseñador hace algo más de un año fue la última consecuencia de su visión trágica de la vida. Esta exposición en el Metropolitan Museum de Nueva York quiere ser un homenaje a su talento, es imaginativa y brillante en múltiples aspectos, ya que lo retrata de manera afectuosa y rigurosa al tiempo. Sin embargo, algo hace recordar muy evidentemente que la polémica sobre su desaparición, los famosos que visitan la muestra, los excesos en el montaje, su aparición habitual en los medios o las colas interminables son una manera más de «vender» al artista incluso después de muerto. De esta manera, McQueen comparte parte del triste destino de Van Gogh al que, como ya hemos dicho, venció en el ranking de visitas del Met hace tiempo.
McQueen según sus amigos Tras el espectáculo de inauguración, Karl Lagerfeld dijo que, lamentablemente, aunque McQueen poseía un increíble talento y era admirado, eso no fue sificiente para mantenerlo vivo. Anne Wintour, por su parte, aseguró que «supo traer un toque británico de desafío al mundo global de la moda». Tom Ford, en un entrevista concedida a Vogue a principios de este mes, aseguraba que comprendía por qué McQueen no pudo soportarlo más, dado que él mismo era consciente de la presión que una industria que mueve billones de dólares puede ejercer sobre la mente de un artista, «y él era un auténtico artista». |
Nueva York. Alexander McQueen. Savage Beauty. Metropolitan Museum of Art.
Hasta el 7 de agosto de 2011.