La raña, espacio artificial creado por el hombre para el cultivo de cereal en los años sesenta, ha evolucionado hacía una estepa herbácea habitada por ciervos, jabalíes, sisones, rabilargos, abejarucos, elanio común y zorros. En las zona montañosa anida la segunda colonia más importante de buitre negro. Además, el bosque es el refugio del águila imperial ibérica, águila culebrera, águila calzada, el gavilán y la cigüeña negra.
Resolver un conflicto
En otoño, el gran atractivo de este parque es la posibilidad de disfrutar de la berrea del ciervo. Los machos con sus recién estrenadas cornamentas alardean frente a sus competidores en busca de hembras. Generalmente miden sus fuerzas apenas sin tocarse, una manera muy civilizada de resolver un conflicto sin despilfarrar energía vital de manera insensata.
En la época de celo los ciervos machos abandonan su retiro en el monte para dejarse ver en las extensas praderas, siendo este el único momento en que se pueden observar en todo su esplendor. Cuando avanza el invierno es más probable ver solo hembras y en primavera los machos pierden la cuerna y son más esquivos.
Reproducción, un lujo
La berrea es más intensa en los otoños lluviosos. La economía natural no contempla el derroche, la sequía puede ser un indicador de futura escasez y la reproducción, un lujo para el metabolismo de estos ungulados.
La visita del parque se realiza en vehículos de motor conducidos por un guía. Los mejores momentos son al amanecer y la caída de la tarde. A la salida del sol los animales están más activos. Las oscuras siluetas de los ciervos se recortan en el dorado mar de hierba, rompiendo el silencio con sus estridentes llamadas. Varios lomos sobresaliendo entre las altas hierbas delatan el paso de una familia de jabalíes cruzando la raña, mientras un zorro asustado por el ruido del motor de nuestro vehículo huye corriendo hasta perderse en el horizonte herbáceo.
El atardecer en cabañeros nos sumerge en un universo de espacio y luz. A medida que el sol se hunde en el horizonte, los montes se tiñen de azul oscuro, el cielo se viste de rojo mientras la raña adquiere un brillo deslumbrante, adornado por la silueta gris de los ciervos.