Guaita y Ullate se conocieron hace más de 10 años en un programa de radio. Hace un año el bailarín llamó a la escritora y le espetó: «He decidido que seas tú quien escriba mis memorias».
En el momento en que se desarrollaron las conversaciones entre ambos, Ullate estaba, según palabras literales de la escritora, «en carne viva física y sentimentalmente», al estar convaleciente tras su enésima operación de rodilla, un hecho que ha marcado el carácter de estas memorias.
Un día en la vida
El libro se desarrolla en un día de la vida del bailarín en el que la escritora le acompaña al levantarse, mientras da clase, mientras ensaya la representación de Samsara y cuando recibe el aplauso del público.
«Ese día Víctor recorre a corazón abierto su infancia, sus primeros pasos profesiones, sus grandes pasos y su gran trayectoria. Todo lo cuenta con gran peso profesional y sinceridad. Para mí ha sido un extraordinario viaje», afirmaba la escritora gaditana.
Dos descubrimientos
Carmen Guaita centra el libro en torno a dos descubrimientos. El primero, el Ullate artista. Considerado uno de los tres mejores bailarines del mundo en la época dorada de la danza (de los años 60 a los 80) sus éxitos han sido increíbles.
Sin embargo, para ella el mayor descubrimiento es Víctor, el hombre. Ese hombre que lucha por un sueño, que busca la honestidad, que lucha contra el miedo y la vergüenza. Un hombre que tiene tres hijos y que ha conocido el amor.
El amanecer
[1]«El bailarín respira profundamente frente a la ventana, como cada amanecer. Va estirando despacio, de uno en uno, todos los múscu- los de su cuerpo. Los conoce muy bien porque los ha amado y castigado mucho. Ante el espejo parece un atleta. Sin embargo, su manera de estar transmite el calor de su energía y la fuerza de su voluntad. Es un artista. Se ha entregado al arte más misterioso, el que expresa todo lo animal y lo espiritual del ser humano porque olvida lo racional, que es la palabra. Como todos los bailarines, cada vez que ha puesto a prueba los límites de su cuerpo ante el público, ha mostrado el alma.
Es un hombre delgado y fuerte, armónico, de proporciones perfectas en un cuerpo pequeño de estatura, como una figura de Indra. Tiene unos ojos verdes muy hondos, con los que mira y expresa mucho, y el cabello blanco porque ya no es un chiquillo.
Nació el 9 de mayo de 1947. Se llama Víctor Ullate y puede mirar hacia atrás sin miedo. Sin embargo, en el principio fue simplemente Víctor Antonio Ullate Andrés, un muchacho humilde de Zaragoza que soñó ser bailarín y llegar muy lejos.
¿Cómo se explica este hombre a sí mismo? La danza es la expresión más elocuente para quien la encarna. Aun así, él sabe comunicar sus experiencias porque es un maestro y es también un hombre profundo que ha vivido mucho sin perder la ingenuidad del alma.
El bailarín respira de nuevo, muy despacio, llenando cada vez el pecho con el aire fresco de la mañana. Con los ojos cerrados, estira los brazos para tocar el cielo, gira la cintura. Recuerda. Ha sido un largo viaje».
Primeras páginas de La vida y la danza