Adaptar a Bolaño no es tarea sencilla. La prosa del chileno, visceral y caudalosa, elude cualquier tipo de artificio formal que pudiera dar pie a una traslación más allá del papel. Quizá por eso, Rigola ha decidido rendir culto al texto, prescindiendo de ornamentos. Un suelo blanco, ropa negra, un gotero con sangre y un roedor muerto. Y dos actores. Dos voces que hilan en un diálogo el texto a una voz de Bolaño.
Joan Carreras carga con el peso de la voz principal, un ser al que las revelaciones va apesadumbrando y llenando de ese ímpetu funesto de quien necesita creer en la justicia. A su lado, Andreu Benito apoya a su compañero completando al resto del reparto, mutando sin alteraciones dramáticas para dar forma al relato que se narra ante nuestros ojos.
La existencia de un texto previo del que nace una adaptación parece requerir inevitablemente una comparación entre ambas obras. ¿Desmerece la pieza teatral ante el relato de Bolaño o este carece del empaque que ofrece su representación escénica? En este caso, y no siempre se da, texto original y adaptación pueden coexistir en igualdad de condiciones. La narración descarnada de Bolaño está tan presente en las páginas de El gaucho insufrible como en las voces de Carreras y Benito.
El resultado es un thriller tan minimalista como turbador que no precisa de grandes alardes para que el espectador entre de lleno en un mundo nauseabundo que actúa como espejo de nuestras miserias. Tampoco se desaprovecha la oportunidad de reflexionar sobre la concepción del arte en nuestra sociedad. En un mundo hostil, toda inclinación artística no es sino un signo de debilidad. «Lo raro es lo normal, la fiebre es la salud» y el arte es sospechoso.
El policía de las ratas nos sumerge en las profundidades de las alcantarillas muertas para dejar al descubierto la podredumbre que invade a los que poblamos la superficie, una sociedad corrupta que arrastra la condena de vivir sin esperanza, de saberse tarde. Bolaño, Rigola, Carreras y Benito diseccionan la psique humana a través de los seres más despreciados de la zoología, evidenciando la corta distancia que nos separa. A fin de cuentas, «las ratas somos capaces de matar a las ratas».
- El policía de las ratas [1] se representa hasta el 23 de febrero en el Teatro de La Abadía (Madrid).