En clave de comedia, la obra pone el foco en un grupo de amigos que, como apunta el propio autor, forman parte de una generación a la que no enseñaron a decir “te quiero”. Los tres amigos emprenden, cada cual a su modo, un viaje a través del que descubrirán el verdadero tránsito a la madurez de sus vidas y que la realidad demuestra que los amigos son esa familia que eliges, para lo bueno y para lo malo.
Nortes firma el texto (el tercero que realiza), en el que sus protagonistas, Miguel (Bart Santana), Adrián (Nacho López) y Eugenio (él mismo), están condenados a entenderse. Porque los tres se conocen desde la infancia, pero el paso del tiempo y las circunstancias de la vida han hecho que ya no tengan tantas cosas en común: Eugenio vive en el futuro, Adrián en el presente y Miguel en el pasado. Sin embargo, Cádiz es ese lugar que podría unirles de nuevo, porque la obra es, ante todo, un viaje emocional y terapéutico.
Hablamos con Fran Nortes de su propuesta a una semana de la reapertura.
–Cádiz trata de los afectos y defiende que las expresiones sentimentales son terreno de todos, ¿qué le llevó a escribir una obra como ésta?
Las rupturas, los desencuentros con gente que quieres y que forma parte de tu vida… son cambios vitales que son dolorosos porque te hacen salir de tu zona de confort y te hacen darte cuenta de la fragilidad en la que vivimos. Los hombres, cultural y socialmente, estamos educados en muchas ocasiones para esconder esos sentimientos porque mostrar debilidad no está bien visto, pero todos necesitamos querer y ser queridos y solo a través de la comprensión y el entendimiento se llega al amor.
-¿Solo los hombres deben liberarse de pudores a la hora de relacionarse o en general vivimos en una sociedad que está cada vez más deshumanizada?
Todos debemos ser más personas y más ahora que los avances tecnológicos nos alejan cada vez más (eso sí, con la excusa de unirnos). Cada día somos más número y nos importa menos lo que le ocurre al vecino porque ni siquiera le conocemos. Tampoco nos importa romper una relación por WhatsApp porque sentimos menos y se nos olvida que estar vivo es sentir, lo bueno y lo malo.
-¿Por qué en clave de comedia?
La comedia es un instrumento maravilloso y, en ocasiones, infravalorado. Contar historias “difíciles” en clave de comedia me parece una forma optimista de ver la vida, aunque no siempre tengan final feliz. Reirnos del dolor es terapéutico y todos necesitamos mucha terapia.
-Su carrera está más ligada a la interpretación ¿por qué da el salto a la escritura?
La interpretación es una forma de contar historias. Escribir teatro, para mí, es parte del mismo conjunto. En mi caso llegó como una evolución natural, después de trabajar en teatro durante años, hacer cursos, improvisaciones… uno se da cuenta de que tiene historias que contar y de que, después de esos años trabajando, conoces la estructura dramática.
-¿Hay algún denominador común en tus textos?
La deshumanización, algo que me tiene un poquito preocupado… otro día hablamos del cambio climático.
–Dígame tres razones para venir a ver Cádiz…
Es mi tercer texto y, por suerte, los otros gustaron mucho, pero con ninguno he estado tan emocionado como con éste, creo que va a ser una experiencia única. La risa viene por la identificación con los personajes y las situaciones, y estoy casi seguro de que la mayor parte del público se va a sentir identificada durante la función. Los tres personajes, cada uno idiota a su manera, van a provocar que quieras más a los amigos. El público se lo va a pasar en grande… y nosotros también.
El Teatro Lara renace
El Lara renace: «Si algo sabe este teatro es resurgir y volver a lucir en su plenitud y a ofrecer una propuesta escénica de calidad a la ciudad. Este lugar ha sobrevivido a incendios, crisis, especuladores y los momentos más difíciles a la hora de fidelizar al público… Confiamos en que con el esfuerzo necesario superemos esta nueva crisis y el Lara siga dando, en el mejor de los sentidos, mucha guerra», afirma Antonio Fuertes, su director.
Y es que pisar el Lara va más allá del hecho de disfrutar de un buen montaje teatral. Es pasear por un trozo de la historia de Madrid y del teatro español del último siglo y medio. No en vano ha sido testigo de estrenos como el de El amor brujo de Manuel de Falla, en 1895, o Los intereses creados de Jacinto Benavente en 1907.