Ignacio García, su director, comparte con hoyesarte.com cómo ha sido esta singladura a oscuras y ese trabajo arduo y lleno de esperanza para recuperar algo de normalidad.
–¿Cómo han vivido estos dos meses de incertidumbre?
Manteniéndonos activos, tratando de que la preocupación no nos paralizara y buscando soluciones. Al principio pensábamos que iban a ser dos semanas y, poco a poco, hemos ido viendo la dimensión real de la tragedia. Por tanto hemos tratado de redimensionar y encontrar un equilibro para, desde el Festival, ser útiles.
–Entonces, ¿han trabajado desde la convicción de que el Festival iba a celebrarse?
Desde el principio, también por el apoyo del Patronato, que ha sido muy generoso e intenso en la convicción de que el Festival tenía que seguir. Creemos que tiene que continuar porque cumple con cuatro objetivos que, al agravarse la crisis, se han ido afianzando y tomando más fuerza.
El primero es activar el tejido teatral, tremendamente golpeado. En ese sentido, los festivales, y Almagro en concreto, que es público, tiene que ser un lugar de amparo y protección, y todo esto más allá del sentido patrimonial y de lo que Almagro significa como, por así decirlo, reserva natural del Siglo de Oro.
Segundo, porque Almagro es un activador económico de la región, de la comarca y del municipio, y sabemos la importancia que tiene para hoteles, restaurantes, tiendas… más allá del disfrute de los espectáculos. La tercera razón tiene que ver con lo filosófico y lo moral. Después de una crisis como esta necesitamos volver a la vida y volver a pensar, y el teatro es el lugar donde reír, donde llorar y donde dar esperanza. Creemos que este año es muy importante que el Festival sea, aún más, un foco de ilusión y esperanza que ilumine al público.
Al mismo tiempo, y por último, ahora que ya vemos la desescalada en fases y cómo se van a afrontar, creemos que un festival como Almagro, con muchos espacios diferentes, apoyo público y que tiene lugar en un municipio pequeño constituye un escenario ideal para probar cómo vamos a regresar a los teatros y a la vida cultural.
–Si se sigue el plan de desescalada para las fechas del festival ya estaríamos en la ‘nueva normalidad’…
Se supone que sí, y esto supondría que sin restricciones de aforo. Eso es lo que tenemos que ver, porque si hay retraso en la provincia, en vez de en la nueva normalidad estaríamos en la tercera fase, que permite hasta 800 espectadores al aire libre. La nueva normativa tiene mucha letra pequeña que tenemos que estudiar.
–Almagro sería, por así decirlo, el experimento, ¿no es así?
Vamos a pagar el pato de ser los primeros, pero nos parece que es un servicio importante que hacemos a las compañías, a la sociedad civil y al teatro, para que los que abran el telón en septiembre y octubre tengan mejores pistas, porque ya contarán con nuestras experiencias y aprendizajes.
–¿Y cómo afrontar esa nueva realidad de la cultura con las exigencias de las medidas sanitarias?
Todos tenemos que aprender una manera nueva de volver a los teatros, todavía no sabemos cuál es ni cuáles van a ser las medidas sanitarias, pero en eso estamos. Lo que sí que tuvimos claro es que teníamos que redimensionar el Festival, por la sensibilidad social, para empatizar con el dolor colectivo de una sociedad y reflexionar sobre la compasión, la justicia y la fragilidad del ser humano, valores sobre los que, por cierto, tanto habla nuestro Siglo de Oro.
Además sabemos que la presencia del público se verá afectada. Por un lado, el público y las compañías internacionales no van a poder llegar y, por otro, el público nacional estará sufriendo una tremenda crisis económica, miedo e incertidumbre. Sin embargo, también es cierto que la ciudadanía va a tener muchas ganas de salir, por eso vamos a ajustar el Festival a un tamaño que sea realista.
En definitiva, un Festival más pequeño que nos permita ahorrar en infraestructura y contar con más recursos para la reactivación del tejido teatral local y nacional y, al mismo tiempo, nos aporta más flexibilidad para adaptarnos a las recomendaciones sanitarias, aprendiendo al mismo tiempo una manera nueva de actuar.
–¿Habrá presencia internacional?
Muy poca, y está aún por confirmar.
–¿Cómo han enfocado la comunicación con las compañías en este periodo de incertidumbre?
Hemos intentando escuchar mucho. Por ejemplo, muchas compañías internacionales, de Asia, este de Europa o América Latina, cuando les explicamos la situación prefirieron aplazar su presencia para el año que viene, porque también para ellos supone una incertidumbre muy grande no saber si podrán cumplir el compromiso y venir.
Así, tanto con las compañías internacionales como con las nacionales, ha habido mucho trabajo de acompañamiento en un momento muy incierto y con mucha preocupación. También nos toca dar ánimo en un momento tan difícil.
–¿Y la venta?
Volviendo al Siglo de Oro, que siempre es nuestra guía espiritual, hemos tratado de optar por la prudencia, valor que también se está revalorizando mucho estos días, y no hemos anunciado todavía la programación ni salido a la venta. Hemos preferido esperar a que termine este Estado de Alarma, porque creemos que lo primero que hay que presentar ni siquiera es la programación, sino las garantías sanitarias para que el público tenga claro que ir al teatro es estar en un entorno protegido y sin riesgos. Queremos hacer el mejor Festival posible en estas circunstancias.
–¿Cómo están avanzando en esas medidas de protección?
Tenemos una ventaja estratégica y es que, al ser una fundación pública, en nuestro patronato están representados todas las instancias de la Administración: Ministerio de Cultura, Consejería de la Junta de Castilla-La Mancha, Diputación y Ayuntamiento, de tal forma que, ahora que se ha presentado el plan de desescalada por provincias, tenemos en el equipo a personas en contacto directo con Sanidad que nos puede orientar y ayudar.
Estamos teniendo muchas reuniones para que cuando anunciemos la programación la seguridad de todos sea real y efectiva. Esto debe venir primero.
–¿Cómo han vivido las cancelaciones de Aviñón o Edimburgo, citas clave del calendario?
Hemos estado muy atentos a las noticias, porque cuanto más sepamos mejor podremos reaccionar. Primero se cancelaron grandes eventos como los Juegos Olímpicos, el Día del Orgullo Gay o Edimburgo. Al mismo tiempo teníamos un feedback muy directo de las compañías internacionales que nos compartían cuál era su situación, por lo que hemos estado viendo como la incertidumbre llegaba también a esos países que al principio parecían ajenos a esta crisis.
Lo de Aviñón, con el que tenemos similitudes como festival patrimonial, aunque es mucho más grande que Almagro, con casi un millón de espectadores, ha sido un jarro de agua fría porque ellos sí llegaron a compartir la programación, que tuvieron que cancelar a los pocos días porque hubo un decreto presidencial que prohibía eventos culturales y deportivos durante todo el verano.
Hemos vivido cada una de estas noticias con incertidumbre, pero con cautela y fuerza interior para aguantar el envite, porque mientras nuestro Gobierno no diga, como hizo el francés, que no se hace nada hasta septiembre hay esperanza.
–¿Han estado en contacto con otros eventos similares que tienen lugar en España también durante el verano?
Sí, hemos estado en contacto con muchos festivales, como el Grec, Mérida, Olmedo, Niebla, Peñíscola, Ribadavia, Avilés o Almada en Portugal, y las noticias siempre dan una de cal y otra de arena. Días después de lo de Aviñón, el director del Festival de Almada, Rodrigo Francisco, me comunicó que no sólo siguen adelante, sino que además han hecho una encuesta con su público abonado y un 55% de los espectadores contestó que ‘sin duda sí iría’. La gente quiere regresar a la normalidad, pero hay miedo.
Tenemos que entender que la cultura no es, tampoco en estos momentos, algo superfluo… que la manera de hacer teatro de un Festival como el de Almagro, que lleva 43 años, no responde al capricho de unas instituciones que deciden celebrarlo. Es una necesidad cívica y una manera de comprender nuestra vida común. Tenemos que pelear para que el Festival se celebre, a pesar de las dificultades de este año y que tenga que ser reducido y adaptado, porque refleja la esencia de lo que somos, cómo queremos vivir y convivir. Todos queremos que el regreso a la vida sea con seguridad y garantías, pero también que constituya una vida plena, no sólo de supervivencia, y dentro de esa vida están el arte, los museos, los conciertos, los libros… y, sin duda, el teatro.
–¿Cómo ve en este momento la programación?
Probablemente haya una reducción de entre un 25-30% de la programación y de los espacios. Si hay que cerrar un espacio implicará cambios en la programación, de manera que lo que va a haber es una reducción sensible, pero sin afectar a la identidad del Festival.
¿Cómo imagina esta edición?
Este año, el Festival va a ser mucho más emotivo, tanto para nosotros como para las compañías y para el público, porque todo ha sido muy frágil y ha habido semanas en las que parecía imposible que se fuera a celebrar.
Al mismo tiempo creo que la emotividad no le va a quitar reflexión, y cuando veamos a Segismundo, después de haber estado dos o tres meses encerrados en casa, vamos a entender mucho mejor lo que significa la libertad. O cuando hablemos de un tema que todos pensaban que estaba pasado de moda, como la compasión, muy presente en el Siglo de Oro, nos daremos cuenta de que una sociedad es más fuerte cuando somos capaces de entender y compartir el dolor ajeno.
Esta edición va a ser muy especial. Obras que hablen de compasión, libertad o prudencia van a impactar en el espectador de otra manera y, al mismo tiempo, el actor lo va a sentir también de una forma distinta.