Las propuestas a las que nos acercamos han apostado por un formato algo mayor, con un elenco más amplio y, en dos de ellas, una escenografía más compleja, con la inversión y el correspondiente riesgo que eso conlleva. Todas ellas, desde diferentes lenguajes, nos acercan a un mismo tema subyacente: la precariedad.
Muelle Oeste [1]
De Bernard-Marie Koltès. Compañía Almaviva Teatro, dirigida por César Barló
“Al oeste de Nueva York, en Manhattan, en un rincón del West End, donde está e
viejo puerto, hay unos hangares; hay en particular uno abandonado, un gran
hangar vacío, donde pasé algunas noches, escondido. Es un lugar sumamente
extraño, un refugio de mendigos, maricas, camellos, de ajustes de cuentas, un lugar
donde la policía jamás pisa, por oscuras razones. Nada más entrar te das cuenta de
que estás en un lugar privilegiado del mundo, una especie de cuadrado
misteriosamente abandonado en medio de un jardín, donde las plantas hubieran
podido crecer de manera diferente; un lugar donde no existe el orden normal, sino
otro orden muy curioso que se ha ido conformando”.
(Bernard-Marie Koltès, 1985)
Koltès se inspiró en esa experiencia vital para escribir esta obra que habla sobre privilegios, marginalidad, pobreza, exclusión, lucha de clases… En ella, un hombre de clase alta llega a un hangar abandonado, junto a una mujer, con el objetivo de quitarse la vida. Necesita que le conduzcan al río al que pretende tirarse. Después de hacerlo, alguien consigue sacarle del agua antes de que se ahogue, y entonces empezamos a conocer a los personajes que habitan en ese lugar oscuro, comienzan los intercambios, las negociaciones, la lucha por la supervivencia, el intento frustrado de subir cada vez más arriba.
La compañía Almaviva representa de una manera magistral este intento de alcanzar la cima gracias a una arriesgada puesta en escena donde, entre la densidad del humo y un juego de luces que nos lleva a una especie de infierno, aparece una gran rampa negra como único objeto en escena y, encima de ésta, vemos avanzar, temerosos, a dos personajes de clase alta que llegan al particular “infierno” de los otros, los precarios. Una vez caigan por la rampa que conduce a ese “no lugar” no podrán volver a subir.
El ritmo de la obra es trepidante, cumpliendo el objetivo que el propio Koltès dejó en las notas de dirección: “De hecho, habría que declamar siempre el texto como un niño que recita una lección con un fuerte deseo de orinar, que va muy rápido hamacándose de una pierna a la otra y que cuando termina se precipita para hacer lo que tenía en la cabeza desde siempre”.
La puesta en escena es arriesgada, dejando atrás la clásica representación a la italiana, ya que gran parte de la obra se desarrolla en las propias butacas, convirtiendo a los espectadores en parte de ese hangar, sintiéndonos así parte de ese infierno, de ese mundo difícil y hostil, y tal vez entonces, también, tomando parte en las posibles soluciones o, al menos, de las decisiones y acciones.
Cabe destacar el gran trabajo actoral realizado por Samuel Blanco, Natalia Rodríguez, Moisés Chic, Paula Susasilva, David Ortega, José Gonçalo Pais, Teresa Alonso y Juanma Navas, que consiguen momentos brillantes con un texto verdaderamente complejo.
– La obra puede verse hasta el 19 de marzo en la Sala Mirador, situada en el barrio de Lavapiés. Consiga aquí su entrada [1].
Particulares y patios [2]
La Chivata Teatro
Estrenada en Nave 73 este marzo, Particulares y patios es una pieza-collage que habla de una generación perdida: nómadas en pisos precarios, habitantes de un hormiguero urbano lleno de espejos cóncavos que les saludan desde el absurdo, lo onírico y lo grotesco.
Entre sus patios (los externos y los internos), los jóvenes protagonistas caminan hacia un futuro incierto, tratando a duras penas de sobreponerse a un ritmo capitalista que ahoga y asfixia. Trabajos precarios, alquileres desorbitados, ansiedad, la incapacidad de comunicarse, todo ello frente a la reivindicación de la comunidad, de frenar los ritmos galopantes, de la escucha, de la defensa de la alegría y la fiesta.
La Chivata es una compañía con un gran dominio de la fisicidad en escena, del pulso y ritmo de la obra. Tienen la capacidad de mover de un lado al otro al espectador con mimo y dureza al mismo tiempo. Componen multitud de cuadros con pocos elementos, siendo el cuerpo y la acción interna los protagonistas del relato. Manejan con destreza una estructura sobre ellos que hacen avanzar y retroceder durante la obra, la cual podría ser un ring de boxeo, un gran tendedero, una habitación vacía o la colina de un parque de barrio. Hacen posible esa regla imprescindible del teatro: la capacidad de abrir cientos de imaginarios posibles frente a un objeto.
El montaje ha sido creado y dirigido a través de la difícil tarea de la creación colectiva, siendo esta hazaña especialmente reseñable, pues además de lanzar un mensaje anticapitalista a través de la propia obra, también lo hacen a través de su manera de crearla.
Los integrantes de esta joven compañía, a la que no hay que perder la pista, son Salma El Amrani, David Hípola, Natalia Tapia, Miguel Chapa, Plámena Rodríguez e Irati Morán. Los textos nacen de dramaturgias propias y en colaboración con Rebeca Tolosa.
– Todavía puede disfrutar de esta obra en Nave 73 los días 15 y 16 de marzo a las 20.00 h. Consiga aquí su entrada [3].
Tantos esclavos, tantos enemigos [4]
De QY Bazo, Juanma Romero y Javier G. Yagüe. Dirigida por Javier G. Yagüe
Ya en su título esta obra refleja su espíritu crítico: una venganza que empieza con un desahucio y que lleva al protagonista, entre decenas de episodios rocambolescos, a una lucha imposible contra el poder con el espíritu idealista de un actor que trata de reparar la injusticia, haciendo de cada disfraz un papel, de cada fraude una causa y convirtiéndose por el camino en el célebre “impostor” de mil caras.
La obra, que cae por momentos en cierto exceso, en una sobrecarga de elementos (sobre un fondo de ropa colgada se proyectan titulares de prensa, grabaciones clandestinas, whatsapps robados, denuncias, videos y hasta partes de lesiones) y de idealismo acartonado, consigue por otra parte arrancar la carcajada con una fabulosa interpretación del elenco formado por Salvador Bosch, Marina Herranz, Rosa Manteiga, Javier Pérez-Acebrón y Guillermo Sanjuán, que a través de diversos personajes, a cual más esperpéntico, nos llevan de forma vertiginosa por una trama que es casi un thriller policíaco.
Detrás de tanta carcajada y tanta acción hay un imponente trabajo actoral que hace que el espectador no pueda desviar la mirada de ninguno de ellos, desplegando multitud de recursos y herramientas con gran precisión y entrega.
Esta obra cierra la trilogía negra llevada a cabo por la compañía Cuarta Pared que, después de Nada que perder e Instrucciones para caminar sobre el alambre, deja el listón muy alto.
– Puede verla en la Sala Cuarta Pared los jueves, viernes y sábados de marzo y abril a las 20.30 h. Consiga aquí su entrada [5]