Quién sabe cómo acabaremos 2021. Cuántas sorpresas nos tendrá reservadas el año siguiente al de la pandemia. Para conjurar la tristeza, el miedo y la incertidumbre la belleza suele funcionar. Así ejerce su imperio. Este texto tiene los días contadísimos. No así la última obra conjunta de Boa Mistura y la ceramista Sophie Aguilera [1]. Titulada Bloom (florecer), estamos ante una colección muy figurativa de cuarenta corazones de porcelana con sus aortas, venas cavas y pulmonares, de las que brotan claveles, rosas, calas y hojas, muchas hojas, azules, verdes, amarillas y rojas.
Una explosión de color primorosamente equilibrada por la delicadeza de las formas y la exquisita factura del material. Los corazones son blancos, realistas y fríos; las formas vegetales y los colores aplicados mediante perfectos engobes contrastan y a la vez complementan esos rasgos, consiguiendo un resultado cautivador. Cada uno de ellos es diferente, si bien todos forman un conjunto que se separará, pues se venden individualmente.
La presentación de Bloom tuvo lugar en el nuevo taller y estudio de Boa Mistura, en un local industrial del Puente de Vallecas, barrio mestizo y popular del sur de Madrid. El evento, que no exposición, ha durado apenas un fin de semana. Ha sido también una rara oportunidad para ver su obra gráfica, conocerlos, hablar con ellos y también con Sophie Aguilera. Un encuentro de ‘a pocos’, guardando todas las medidas de seguridad; minoritario y gratuito. Allí nos enteramos de que se está preparando una publicación retrospectiva de su andadura.
La tridimensionalidad de estos corazones y el naturalismo de sus formas hacen que Bloom se aleje de lo realizado por Boa Mistura hasta ahora (su lema es “Transformando el espacio público a través de la pintura”), aunque el motivo del corazón ‘anatómico’ del que brotan flores ya lo habían tratado. En el catálogo puede rastrearse su evolución [2] en obras como Libres o Revolución.
La fusión entre el imaginario de los muralistas y la manera de hacer de la ceramista da un resultado muy original. Probablemente estas cuarenta piezas (y otras de la misma autora) puedan clasificarse en la amplia categoría de remakes irónicos, en este caso de objetos decorativos. Se toma una técnica históricamente asociada a las élites –la porcelana– y se le da un potente revolcón conceptual y plástico –colores vivos, formas realistas–, que convierten el resultado en un objeto con el aura de las piezas clásicas, pero con una materialidad actual y pop.
En este caso, sin embargo, la ironía no encuentra sitio. Los corazones se realizaron durante el confinamiento, y su número hace referencia a ese tiempo de aislamiento que ojalá se hubiera quedado en cuarentena. Se muestran bonitos y frágiles, casi ingenuos. Me recuerdan la necesidad de belleza, de cuidado y de esmero que todos guardamos en ese músculo que nos mantiene vivos y cuyas heridas se convierten en nuestros más preciados tesoros.