En su trabajo escultórico, Martín Chirino parte del hierro como metal conductor de una obra que busca su máximo potencial expresivo con un mínimo de materia. Sus esculturas, por lo común de grandes dimensiones, responden a un doble impulso: por un lado, el diálogo con el arte primitivo y los materiales y el paisaje nativo de las Islas Canarias, leídos con los ojos de la evocación imaginativa y la memoria de aquel artista adolescente que soñaba con mover el horizonte de su playa; por otro, un poderoso impulso sígnico que genera todo tipo de geometrías espaciales, por lo general curvas (espirales), capaces de iluminar el espacio que las rodea y de ser a la vez, para quien las contempla, enigma y revelación.
Martín Chirino nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1925, en un medio familiar tradicionalmente ligado a la construcción y reparación de barcos, que le puso en contacto desde muy niño con el mundo de la forja y la talla de la madera.
Vivió su infancia en la Playa de las Canteras de su ciudad natal, punto de encuentro de un relevante grupo de intelectuales canarios de la segunda mitad del siglo XX, entre los cuales destacarían Manolo Millares, Tony Gallardo y Manuel Padorno.
Esporádicamente, en los primeros años de juventud, principios de los años cuarenta, trabajó con su padre en el mundo de los barcos, realizando por este motivo diversos viajes a distintos países de la costa africana que dejarían una profunda huella en su posterior trabajo escultórico, como es el caso de las Reinas Negras de mediados de los cincuenta, y el Afrocán a mediados de los setenta.
Ambas circunstancias fueron decisivas en la trayectoria del escultor, puesto que los dos factores que mejor definen su obra son las continuas referencias a su tierra, cuya cultura ancestral ejerció una poderosa influencia, y el uso del hierro forjado como medio de expresión plástica, un trabajo artesano de tradición española, que, como decía Antonio Saura, supo sintetizar con las más actuales preocupaciones espaciales.
En 1944 inició sus estudios artísticos en la academia del escultor Manuel Ramos, en su ciudad natal, periodo de formación al que pertenece su San Antonio en piedra roja para la Iglesia de San Antonio, de los padres Franciscanos de Las Palmas.
Madrid
En 1948 viajó por primera vez a Madrid, matriculándose en la Facultad de Filosofía y Letras con el fin de cursar estudios de Filología Inglesa. Pronto abandonaría estos estudios para ingresar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando.
Entre sus maestros recordaría a Moisés Huerta, Manuel Laviada y Enrique Lafuente Ferrari. En 1951, coincidiendo con la I Bienal Hispanoamericana de Arte en Madrid, tomó contacto con la vanguardia artística española, frecuentando las Galería Clan y Buchholz, principales lugares para el arte moderno de la capital.
En 1952 finalizó sus estudios de Bellas Artes con el título de profesor, centrando ya su trabajo en las labores del hierro y que reafirmará tras iniciar una serie de decisivos viajes a París, Londres y otros lugares que le permitirán apreciar y estudiar en profundidad la escultura clásica y las obras de los grandes maestros de la escultura moderna, entre ellos Julio González, Henry Moore, Arp, Brancusi y Barbara Hepworth, completando su formación en la School of Fine Arts de Londres.
En 1953 realizó su primer viaje a Italia, donde mostró interés por la obra de Piero della Francesca y el David de Miguel Ángel. Terminada su etapa de formación, en 1953 regresa a Las Palmas de Gran Canaria donde instalará su primer taller escultórico, Allí, con su amigo Manolo Millares, comienza un intenso periodo de trabajo donde ambos intentarán aunar su vocación europeísta y su afán de vanguardia con las raíces de la cultura aborigen.
En este periodo puede decirse que se inicia la producción escultórica de Martín Chirino con un estilo característico, con la serie de piezas conocidas como Reinas Negras, con influencia del arte africano y el surrealismo, donde ya se percibe una cierta abstracción dentro del quehacer aún figurativo y surreal de estas obras creadas a base de materiales de hierro forjado, piedras, madera o plomo. En 1954 participa en la que será su primera exposición colectiva, que con el título Cuatro Artistas Españoles, y que se presenta en el Museo Canario de Las Palmas de Gran Canaria junto a Millares, Elvireta Escobio y Freddy Szmull.
En 1955, con su grupo de amigos canarios, Manolo Millares, Elvireta Escobio, Manuel Padorno y Alejandro Reino, decide instalarse definitivamente en Madrid. Será un periodo duro en el que podrá dedicarse a la escultura gracias a los ingresos que recibirá al ejercer como profesor de inglés, y más tarde también como profesor de dibujo en el madrileño Colegio de Nuestra Señora Santa María de Madrid, donde también instalaría un pequeño taller para trabajar escultura y de donde saldría su Homenaje a Julio González I.
En estos años conoce a Ángel Ferrant, maestro que sirvió de nexo de unión entre la vanguardia previa a la Guerra Civil y los jóvenes artistas de la generación de Martín Chirino. En este mismo año, participa en la III Bienal Hispanoamericana celebrada en Barcelona.
En 1957 trabaja en una herrería en Cuenca donde a base de materiales de chatarrería compondría el grueso de su primera exposición individual, Los hierros de Martín Chirino, en 1958 en el Ateneo de Madrid con catálogo prologado por José Ayllón. Tiempos de sus Herramientas poética e inútiles, Espigas y Composiciones.
La espiral
Martín Chirino se incorporó al grupo «El Paso» en 1958, junto con Saura, Canogar, Feito, Millares, Rivera… En este mismo año, Chirino dio con lo que sería su leitmotiv, motivo alegórico a lo largo de toda su trayectoria, La Espiral, el Viento como resultado de su reflexión sobre la iconografia prehispánica. El grupo se disolvería, cumplidos los postulados propuestos (según sus fundadores), en mayo de 1960.
En 1959, nueve de sus esculturas fueron expuestas, en una sala especial, dentro del Pabellón Español de la Bienal de Sâo Paulo. En este mismo año participa en el número monográfico sobre El Paso de Papeles de Son Armadans con un texto de título “La reja y el arado”. Tambien de este mismo año es la primera monografía sobre el ecultor editada por Jose Luis Fenández del Álamo y con texto de Ángel Ferrant.
En 1960, el Museo de Arte Moderno de Nueva York organizó una importante exposición colectiva de artistas españoles titulada New Spanish Painting and Sculpture con texto de Frank O´Hara, en la que participó Martín Chirino con cuatro de sus nuevas esculturas. También de este momento son sus primeras Raíces y Paisajes, piezas que se giran y se expanden en un desarrollo horizontal.
A principios de los años sesenta instaló definitivamente su vivienda y taller en las afueras de Madrid, en una singular casa proyectada por Antonio Fernández Alba, arquitecto muy próximo ideológicamente al Grupo El Paso.
A lo largo de 1961, por motivos de salud, abandonó su dedicación a la escultura durante un tiempo. Al año siguiente, en 1962, realiza su primera exposición individual en la Galería Grace Borgenich de Nueva York, donde expuso un conjunto de piezas, de inflexión figurativa, que se conoce como la serie de los Inquisidores, consecuencia de la etapa de alejamiento del taller y que le induce a reflejar una soterrada visión de la dureza del momento político que le toca vivir.
Mundo clásico
Tras una decisiva estancia en Grecia, a partir de 1964 empieza a colaborar como artista en la Galería Juana Mordó e inicia una nueva línea en su trabajo, muy inspirada en el mundo clásico. Estas piezas difieren bastante en la técnica de las realizadas hasta ese momento.
Aunque sigue utilizando el hierro, no emplea barras que se retuercen sino planchas de acero que suelda para crear formas y volúmenes. Muchas de estas piezas, que recibirán el titulo de Mediterráneas, serán posteriormente pintadas al duco en colores vivos, y constituirán también un elemento diferenciador y muy aceptado dentro del conjunto de su obra. Esta línea de su trabajo continuará también en el desarrollo de las Ladies.
En 1965 se celebra en el jardín de su estudio un concierto-party Zaj. En 1966, el Museo de Arte Abstracto de Cuenca se inaugura con dos de sus obras en su colección fundacional.
En 1967 viaja a Nueva York, en compañía del cineasta Carlos Saura, de Antonio Fernández Alba y del médico Alberto Portera con motivo de la presentación de la película La Caza de Saura en el Festival de Cine del Lincoln Center.
Este viaje será decisivo para Martín Chirino, que establecerá fuertes lazos de amistad en Estados Unidos. En 1972, el escultor instala su studio en Southwood, Germantown, en la residencia de los Perry. La galerista Grace Borgenich, muy interesada en la obra del escultor desde su participación en la exposición del Museo de Arte Moderno de Nueva York, realizada en 1960, le ofreció un prolongado contrato para trabajar en su galería.
EE.UU.
Desde entonces, y hasta avanzados los años noventa, Martín Chirino residirá durante largos periodos de tiempo en Soutwood, y expondrá regularmente en Nueva York y otras ciudades de Norteamérica. Realizará desde estos años proyectos monumentales inspirados en formas helicoidales, continuando con su investigación sobre los valores afrocanarios y, posteriormente, desde formulaciones constructivistas.
Bajo el título Forjario, se celebra en 1972 una exposición en la Galería Juana Mordó, con catálogo diseñado por Manuel Padorno, con el que establece una estrecha colaboración y Amistad. Aparecen las primeras Cangrafías en las que interviene la idea de escritura y dibujos automáticos. Se inaugura el Museo al Aire Libre de la Castellana de Madrid en el que figura Mediterránea, escultura ducada en rojo.
En 1973 expuso sus primeros Aeróvoros, devoradores del aire, bautizados así por Maud Westerdahl. Piezas, de nuevo, en hierro forjado en la fragua que, partiendo de la génesis de la espiral, se desarrollan ingrávidas en horizontal. Estas formas estarán a partir de entonces muy presentes en todo su trabajo posterior.
En 1976 participó en la redacción del Manifiesto del Hierro, documento firmado por el propio Martín Chirino, que refleja el hondo interés que la «africanidad» despierta en el entorno cultural canario. De este momento son sus primeros Afrocanes, esculturas macizas y enigmáticas que evocan directamente las máscaras africanas y ahondan en las raíces de la cultura aborigen.
La exhibición de este conjunto de obras en Juana Mordó propició la redacción de un nuevo documento, Afrocán, suscrito por un importante número de intelectuales canarios que revindicaban la identidad diferenciadora de su cultura en la relación con el continente africano y buscaban en la cultura aborigen sus señas de identidad.
En el año 1978 recibió el primer premio de la Bienal Internacional de Escultura de Budapest. De este año arrancan sus Penetrecanes. El año siguiente, su exposición Afrocán, en la Galeria Grace Borgenich de Nueva York, supuso el gran reconocimiento internacional a su labor escultórica, recibiendo elogiosas críticas de autores como Dore Ashton, Milton Kramer y John Ashbery.
En 1980 recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas por el conjunto de su obra con una exposición conmemorativa en el Palacio de Velázquez de Madrid.
En 1982, y hasta 1992, comprometido con la situación política y sociocultural que se vivía en la España de aquellos años, aceptó presidir el Círculo de Bellas Artes de Madrid, encabezando la Junta Directiva que recuperó la mencionada institución tras el periodo franquista.
Durante este periodo continuó su intenso trabajo escultórico con la creación de un nuevo grupo de obras denominadas Cabezas. Crónica del siglo XX, con trabajo sobre el cubismo y que constituirán un homenaje a los grandes maestros Julio González, Pablo Picasso, Pablo Gargallo y Brancusi.
Estas obras revelan una etapa madura y reflexiva que se recrea en la calidad y acabado de los materiales. En esta etapa produce también otras piezas singulares, de gran formato, que no corresponden con ninguna de las tipologías anteriores: las Atlánticas, las bóvedas en espiral que denomina Mi patria es una roca, el Homenaje a Malevich, y potencia una interesante faceta de su obra, el diseño y la producción de importantes obras monumentales, que empezarán a ser muy solicitadas y se irán instalando en espacios públicos a lo largo de las años siguientes.
CAAM
En 1991 se inauguró el Centro Atlántico de Arte Moderno en Las Palmas de Gran Canaria, museo de arte contemporáneo concebido-creado por Martín Chirino, del que será director desde su fundación hasta el año 2003. En ese mismo año se celebra la primera restrospectiva del escultor en el Palcio de Velázquez, organizada por el Museo Reina Sofía.
Desde 1996 vive y trabaja en Morata de Tajuña (Madrid). En 2001 es nombrado académico de honor por la Real Academia Canaria de Bellas Artes de San Miguel Arcángel. Expone en París por vez primera en solitario en la Galeria Thessa Herold.
En 2005 celebra su primera individual en la Galeria Sefan Röpke de Colonia. Primera retrospectiva de obra gráfica en el Museo de la Casa de la Moneda. En 2006 se publica el primer catálogo razonado sobre la obra del escultor. El IVAM organiza la que sería su segunda restrospectiva. En 2007 se inaugura su gran escultura El arbol de la ciencia en los jardines del CSIC.
En marzo de 2015 se inauguró en su ciudad natal la Fundación de Arte y Pensamiento Martín Chirino. Con sede en el Castillo de la Luz, en el istmo de La Isleta, en el mismo barrio portuario donde vivió hasta su juventud el escultor de la espiral y el viento, e inaugurada en el mismo mes de su 90 cumpleaños, la Fundación tiene como objetivo primordial fomentar la colección, el estudio, la difusión y la promoción del patrimonio artístico y de la figura y el magisterio creador de Chirino, así como la completa catalogación de su obra, vertida en importantes colecciones privadas y en los principales centros de arte del mundo.