La presencia en el Museo de este Togado, cuyo paradero era una incógnita hasta hace tres años, significa que puede contemplarse de nuevo en la ciudad donde estuvo colocado, con toda probabilidad en un espacio público de la Pompelo romana.
El acuerdo firmado por el Departamento de Cultura y Deporte con el propietario, un coleccionista que desea permanecer en el anonimato, incluye el préstamo durante dos años de la pieza sin ningún tipo de contraprestación económica.
Estudio profundo
Además, en este tiempo se van a realizar, bajo la dirección técnica del Servicio de Patrimonio Histórico y la colaboración de otras instituciones especializadas, todos los estudios necesarios para un mejor conocimiento del Togado, sus características físicas y su estado de conservación. También se valora la organización en 2023 de un foro de difusión científica en torno a la escultura romana.
Esta cesión ha sido posible gracias a cuatro pilares fundamentales: la labor de documentación realizada por la Comisión Provincial de Monumentos de Navarra, que permitió a las sucesivas generaciones de arqueólogos españoles conocer la existencia y tener la imagen de esta pieza desaparecida; la investigación arqueológica, que ha referenciado siempre esta pieza y la ha ido incorporando a los avances del conocimiento en el campo de la escultura clásica, a pesar de su ausencia material; la gestión de la Administración Foral, para la que ha contado en momentos puntuales con la colaboración del Ministerio de Cultura, y la generosa disposición de su propietario.
Un viaje de 127 años
Esta escultura fue descubierta en 1895, un hallazgo casual que se produjo durante unas obras que se estaban realizando en la calle de la Navarrería. Su descubridor y propietario, según la legislación de la época, fue el constructor José Aramburu y Elizaga, quien la cedió temporalmente a la Comisión Provincial de Monumentos de Navarra para su estudio y difusión.
Apareció bajo una gruesa losa de piedra, lo que explica su mal estado de conservación en el momento del hallazgo: “… una estatua de bronce de tamaño natural, sin cabeza, muy deteriorada y rota en su mayor parte”, según se recogió en el Boletín de la Comisión de Monumentos en 1895. No hay duda de que fue restaurado hasta tener el aspecto que muestra en la fotografía publicada por Julio Altadill en 1911 en el mismo Boletín y que, hasta bien entrado el siglo XXI, era la única que se tenía del hallazgo.
Se pierde la pista
En 1906, el propietario reclamó su devolución (la legislación de la época lo permitía), perdiéndose su pista en ese momento y siendo probable que fuera vendida en el mercado de antigüedades en esas mismas fechas o poco después. En este sentido, la historia material del Togado es muy similar a la de otros hallazgos arqueológicos del siglo XIX o principios del XX, como la Dama de Elche o el Tesoro de Guarrazar, hoy en el Museo Arqueológico Nacional.
Un punto de inflexión en el conocimiento de esta escultura, dada por desaparecida durante más de un siglo, se produjo cuando en 2015 el director del Museo Arqueológico Provincial de Alicante, Manuel Olcina, la identificó en una imagen proyectada en el transcurso de una ponencia en un congreso en Aalen (Alemania).
La nueva imagen del Togado, primera conocida tras la histórica de 1911, correspondía a una exposición en Estados Unidos de 1996. Olcina alertó a las autoridades navarras y dio publicidad a su descubrimiento, pero no se pudieron obtener datos sobre la localización y propiedad de la pieza.
A partir de ese momento se pudo ir reconstruyendo el periplo de la escultura, considerada hasta tiempos recientes como una pieza romana de procedencia francesa, a través de las transacciones en subasta y su presencia en algunas exposiciones.
Labor detectivesca
Afortunadamente, en 2018 un artículo de los especialistas en escultura romana Luis Romero (Universidad de Navarra) y Rubén Montoya (Universidad de Leicester, Reino Unido), titulado ‘A rediscovered Togatus from Pompelo’, publicado en Cuadernos de Arqueología de la Universidad de Navarra (nº 23, 2015, pp. 279-289), despertó el interés del propietario, quien contactó a través de una persona intermediaria con Romero con el fin de recabar más información sobre la pieza.
Desde el ámbito universitario se dio aviso al Servicio de Museos del Gobierno de Navarra, unidad que comenzó de inmediato un trabajo con la propiedad, continuado durante más de tres años debido a que la pandemia obligó a aplazar varias veces el cierre de las negociaciones, para conseguir la llegada del Togado a su lugar de origen mediante un préstamo de larga duración.
Obra excepcional
La estatua referenciada en la bibliografía como el Togado de Pompelo es una pieza de bronce, de medidas cercanas al natural (127 cm de altura) y que carece de cabeza, aspecto este que podría explicarse por la práctica de la época de realizar bustos intercambiables.
Representa una figura masculina vestida con una túnica larga y una toga, nombre que recibe el manto de grandes dimensiones que sólo lucían los ciudadanos romanos y que constituía una prenda de distinción social.
En un primer momento, Julio Altadill la identificó erróneamente con una representación de la diosa Ceres, pero ya en 1965 Juan Carlos Elorza lo define como un togado de época Flavia. El estudio de Romero y Montoya (2015) lo sitúa cronológicamente en la primera mitad del siglo II d.C.
“Este tipo de esculturas romanas en bronce de gran tamaño son escasísimas”, recuerdan desde el Museo de Navarra. De hecho, el de Pompelo es el segundo togado en este material que se conoce en España, después del conocido como Togado de Periate, que se exhibe en el Museo Arqueológico y Etnológico de Granada.
De una parte debido al elevado coste del material y al hecho de ser piezas de gran relevancia en su momento histórico, no fueron tan numerosas en la antigüedad romana como otros togados realizados en otros materiales, especialmente mármol, lo que las convierte en ejemplares poco numerosos ya en origen.
Por otro lado, en tiempos de crisis o conflicto, la mayoría de estas estatuas eran fundidas para fabricar armas o acuñar moneda. Este es ya un motivo para definirla como una pieza excepcional incluso en el contexto europeo.
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