Es Khadija Tayyaui: la joven promesa del arte feminista marroquí, tan conocida por su capacidad creativa como por sus controvertidos conjuntos escultóricos que desnudan a la mujer magrebí para revestirla de dignidad y justicia.
Cuando tenía tan sólo siete años, su madre la dejó sola en casa para ir a ver a una buena amiga. Ella lloraba desconsolada pensando que no volvería a ver al ser que más quería en el mundo. Entonces su madre prometió regresar con un regalo especial y así lo hizo. Le trajo el dibujo de una figura femenina que su amiga había pintado para ella. Khadija guardó ese papelito consigo y lo conservó durante meses llevándolo siempre en algún bolsillo. Un día, al ir su madre a una acequia cercana a lavar la ropa, el dibujo se perdió, pero la figura femenina permaneció por siempre en la mente de la pequeña.
“Desde entonces la representación artística de la mujer, del cuerpo femenino, ha sido para mí una obsesión. He querido plasmar miles de veces ese dibujo. La mujer reflejada por la mujer, es maravilloso. Ese bosquejo ha sido mi fuente de inspiración. A través de él he querido siempre con mis esculturas dar un sitio a la mujer, un referente. Que la mujer magrebí se encuentre en el arte, se refleje en el arte, se contemple, se exprese y se sienta comprendida y valorada”, comenta la escultora.
Su arte no deja indiferente a nadie. En una exposición de cuerpos de mujer realizados con utensilios típicos de la cultura marroquí, como vasijas y ánforas, que tuvo lugar en la ciudad de Berkane, un visitante intentó romper una de las figuras porque se sintió violentado. Incluso un artista marroquí que compartió muestra con ella en la Universidad Mohamed I de Oujda dijo públicamente que sus esculturas de úteros y bebés, que pretendían ser un homenaje a la maternidad, eran “sádicas y perversas”.
“Mucha gente no entiende mi arte. Todavía en la sociedad magrebí la representación del cuerpo femenino es ‘hashuma’ (vergüenza). Pero hay que abrir la mente y pensar que no todo tiene un transfondo malicioso o sexual”, comenta la artista mientras da los últimos retoques a su performance ‘Pechos’. Un conjunto de bustos de mujer asimétricos y quebrados que, sin embargo, transmiten armonía y sosiego. Con ellos pretende visualizar el cáncer de mama, un tema tabú en Marruecos que afecta a muchas mujeres que, en muchos casos, no son conscientes del problema hasta que ya no tiene solución médica posible.
Para ella es un orgullo que sobre sus hombros recaiga el peso de visualizar a la mujer musulmana a través del arte. Su obra representa la explosión de los valores femeninos que durante décadas han sido, y siguen siendo, aplastados por una sociedad que todavía no ha situado a la mujer en el lugar que le corresponde: “La sociedad musulmana tendrá que terminar acostumbrándose a ver este tipo de cosas y a aceptar que la mujer no sólo es parte importante de la sociedad, sino que es la base, el germen de la cultura magrebí”.
No puede dejar de crear en femenino, para ella es una necesidad. Ahora prepara un conjunto escultórico en el que la base serán decenas de grandes pechos que saldrán de la tierra como deferencia a la madre tierra “que nos alimenta” y a tantas mujeres rifeñas que “dan su vida en los campos para alimentar a sus familias”.
Muchos creen que, tras la muerte en 2009 de la pintora y escultora feminista Meriem Mezian, esta joven nacorense de 26 años está llamada a ser el referente artístico en la lucha por los valores de la mujer en Marruecos. A ella, en cambio, le gustaría ser simplemente una más. Ser sólo una mujer entre muchas mujeres creadoras y sabedoras del lugar que deberían ocupar en la cultura y la sociedad.
Es consciente de que queda mucho por hacer para la liberación social y artística de la mujer, pero no piensa renunciar a su sueño: “Voy a dedicar toda mi vida a dar a la mujer el papel que se merece en el arte y en la sociedad magrebí. Seguiré luchando por mi madre, por mi abuela y por tantas mujeres que de manera silenciosa dan la vida por sus familias y por su país, manteniéndolo cohesionado con su amor y con su esfuerzo. El camino es largo pero tenemos que ir dando los pasos nosotras mismas”.