Este proyecto reúne de manera cronológica nueve de sus series fotográficas con una minuciosa labor de construcción de vínculos entre las actuales y las más antiguas para ofrecer una lectura coherente de sus últimos 20 años de trabajo. Como curiosidad, todas las fotos que se exponen en este proyecto son de formato vertical.
Lo que define a las personas
Jitka Hanzlová nace en 1958 en Nachod, República Checa. Con 24 años abandona su país huyendo del régimen comunista y se instala en la ciudad alemana de Essen. Su condición de exiliada marcará de modo fundamental su obra: una investigación constante de la relación del individuo con el contexto en el que habita y cómo éste modela su identidad.
Las fotografías de Hanzlová pretenden captar lo que define a las personas, a la naturaleza y a los objetos, con la intención de poner de manifiesto la relación y las tensiones invisibles que se establecen entre ellos a través de unas imágenes directas, llenas de veracidad y de gran intesidad.
Nueve series
Hanzlová organiza el fruto de su trabajo en torno a diferentes series en las que reflexiona sobre sus propias experiencias vitales, proporcionando su visión personal de determinados lugares o explorando cómo se han representado diversos temas en la historia del arte:
– Rokytník (1990-1994) es el pueblo en que el Hanzlová creció y en el que aún viven sus familiares. En 1982 se exilió y sólo regresó en 1990. En la serie aparecen ya los motivos que han marcado su trabajo: retratos, instantáneas de animales y paisajes e imágenes de la vida cotidiana. Las fotografías nos muestran un mundo melancólico, a la vez propio y extraño, en el que intenta atrapar el tiempo perdido.
– Bewohner (1994-1996) es el contrapunto de Rokytník. Frente a la naturaleza y el mundo rural, las imágenes de Bewohner, que en alemán significa habitante, ponen de manifiesto la soledad, la incomunicación y la pérdida de raíces de una gran ciudad, que en ocasiones es Berlín, en otras París, Colonia, o la ciudad en la que vive y trabaja desde que se exilió en 1982, Essen, en la región del Ruhr.
– Brixton (2002) es la capital afrocaribeña de Londres. En 2002, la Photographer’s Gallery invitó a Hanzlová a realizar un proyecto sobre este barrio. La fotógrafa actúa como testigo de una época y un ambiente determinados, en el que se entremezclan objetos domésticos, urbanos y las personas que pueblan esos espacios. Los retratos de mujeres de diferentes generaciones surgieron de los encuentros casuales, breves e intensos con desconocidas. A pesar del efecto de empatía que producen, las imágenes están exentas de cualquier crítica social o sentimentalismo, a la vez que traslucen la sensibilidad de quien se aproxima con respeto a las protagonistas, dejando que sean ellas mismas las que se expresen.
– Forest (2000-2005) supone un giro en su fotografía: la naturaleza desplaza al hombre y el bosque de su infancia cobra todo el protagonismo. Las instantáneas de Forest –como las de su primera serie– representan la vuelta a las raíces de la fotógrafa checa y manifiestan el lado extraño y siniestro del bosque, al que debía enfrentarse cuando acudía a fotografiar siempre sola, en silencio, envuelta en la niebla o en la oscuridad. Un silencio orgánico que podía escuchar y que le permitía tomar estas imágenes.
– Here (1998, 2008-2010). Al igual que en algunas de las fotos de Bewohner, la ciudad de Essen vuelve a ser protagonista, en esta ocasión para mostrarnos la yuxtaposición del ser humano y la naturaleza, del desarrollo urbano y el paisaje. Sus instantáneas de lo inanimado captan el detalle de una ciudad industrial occidental carente de vitalidad –como muestran algunas imágenes de hierbas medio secas, grietas en los muros y casas desoladas–, mientras que otras transmiten la opresión que soporta la naturaleza, cuyo desarrollo a menudo es coartado por la acción del hombre. Sin embargo, los retratos contagian una sensación de serenidad y relajación, potenciada por unos fondos de frondosa y rebosante vegetación de parques o jardines.
– Cotton Rose (2004-2006) es el resultado de un viaje a Japón. Trascendiendo del arquetipo, Hanzlová desvela la naturaleza, las personas y la arquitectura japonesa, y lo consigue a través de unas imágenes reposadas y penetrantes en donde el hombre está en armonía con el entorno. Algo similar ocurre con las fotografías de plantas y animales, en las que faltan referencias directas a un ambiente típicamente nipón. Sin embargo, en todas ellas se pueden percibir el carácter peculiar de la naturaleza y los enigmas de la vida cotidiana del país asiático.
– There is Something I Don’t Know (2000-2012). El rostro muestra las señas de identidad distintivas del ser humano. En la historia del retrato existe la pretensión de ir más allá de la mera representación para comunicar el sustrato profundo de la individualidad. Hanzlová se instala en la tradición renacentista que pretendía describir los rasgos personales de un individuo a través de su fisionomía. El resultado: una vibración irrepetible que desborda el parecido. Las obras son fruto de una relación de comunicación e intimidad profunda que permite al modelo ensimismarse, concentrarse en su interior. De otra manera, la imagen no ofrecería buen resultado para Hanzlová. Las tomas más recientes de esta serie han sido realizadas en Madrid y producidas por la Fundación Mapfre para esta exposición.
– Horses (2007-2012). Hanzlová siente desde niña una especial atracción por los caballos. Para ella son un espejo que de forma infalible le ofrecen una imagen de sí misma para completar o construir su propia identidad. Aún cuando estas imágenes muestran tan sólo un detalle de sus cuerpos, podemos imaginar el caballo completo, mientras bebe o se alimenta. Asimismo son eficaces en el modo en que transmiten la cualidad orgánica del animal, mostrando incluso su lado más impuro, aquel que suele evitarse en sus representaciones pictóricas y fotográficas tradicionales. Es por esta cercanía que estas fotografías tienen tanta fuerza y transmiten tanta energía. Esta serie, todavía en proceso, se muestra por primera vez al público.
– Flowers (2008-2012), todavía en proceso, enlaza con la tradición de las naturalezas muertas de flores que, a modo de memento mori, recuerdan la caducidad de la vida y la perennidad de la muerte. Nace fruto del interés de Hanzlová por el ciclo de los fenómenos vitales y la conciencia de la intemporalidad de la existencia, pero también está relacionada con la influencia, una vez más, de los retratos renacentistas italianos, en los que los fondos negros hacen resaltar con intensidad la luminosidad de los rostros. En definitiva, estas fotografías muestran plantas marchitas o que van secándose paulatinamente y que parecen sobresalir de las tinieblas por la acción de una fuente de luz mágica. El entorno se mantiene oculto para que penetremos en el «interior» de la fotografía.
La obra de Hanzlová se encuentra en algunas de las colecciones y museos más prestigiosos del mundo, como el MoMA (Nueva York), Museum Ludwing (Colonia), Fotomuseum Winterthur (Suiza), San Francisco Museum of Modern Art, Stedelijk Museum (Ámsterdam), Colección EVN María Enzenrsdorf (Austria) o Colección REFCO (Chicago).
Madrid. Jitka Hanzlová. Sala AZCA de la Fundación Mapfre.
Del 31 de mayo al 2 de septiembre de 2012.