A unos les produce ternura, a otros les perturba un poco el paso del tiempo, a todos nos emociona mirarnos de ese modo en instantáneas en las que reconocemos nuestro paisaje, incluso el que no hemos pisado pero sabemos propio. Antonio Muñoz Molina ha escrito que si nos conmueven tanto las fotografías es porque “solo ellas nos permiten la ilusión de visitar el tiempo inaccesible que precedió a nuestro nacimiento, los días en que nuestros padres eran jóvenes”.
El fotógrafo Rafael Trapiello era un chiquillo en mayo de 1987. En esa fecha sus padres eran jóvenes y el país felizmente se transformaba aunque fuera a marchas forzadas. Teníamos en las salas de cines una película como La ley del deseo de Pedro Almodóvar pero aún quedaba ligeramente cerca el golpe del 23-F y se vivía bajo la terrible amenaza del terrorismo (en junio se produjo el atentado etarra en el Hipercor de Barcelona y a finales de aquel año la banda perpetró otra matanza en la casa-cuartel de Zaragoza). A retratar esa España que llevaba unos años probándolo todo con merecida avidez, tan reconocible y a la vez tan nueva, fueron convocados un centenar de fotógrafos. El resultado de aquel trabajo fue el libro Un día en la vida de España.
Desde entonces hasta ahora no hemos tenido una novedad editorial de ambición parecida. Y volvemos a Trapiello porque él es uno de los 35 fotógrafos que han aportado su mirada sobre el país casi cuatro décadas después.
En las páginas de España, retrato de un país, editado por La Fábrica en colaboración con el Instituto de Turismo de España (Turespaña), encontramos la firma de muchos de los nombres mayores de la fotografía patria, de Cristina García Rodero, José María Alguersuari, Xurxo Lobato, Samuel Aranda, Navia, Estela de Castro, Miguel Trillo, Matías Costa, Carmela García, Sofía Moro, Eduardo Nave o Gloria Oyarzábal. Es, además, un acierto editorial añadir, al centenar de fotografías profesionales, las imágenes ganadoras de la convocatoria pública organizada el año pasado en el marco de PHotoESPAÑA.
Ambos proyectos editoriales, el ochentero y el actual, se gestaron con una finalidad similar: grandes de la fotografía buscando de forma legítima el lado bueno de un país que tiene tantos. Objetivo conseguido: porque España, retrato de un país es hoy por hoy la mejor carta postal –por bella, viva y completa– que podemos mandar fuera de nuestras fronteras con ganas de gustar. Lejos queda ya la invención turística de una España que en el siglo XIX se basaba en los estereotipos importados por los viajeros románticos europeos.
Fuera tópicos. Ni Spain is different! ni somos solo diversos a la vez que parecidos, que también. Para entender esto no hay más que ver la fotografía de portada, obra de Estela de Castro, en la que posa una familia de dos mujeres, una periodista y una investigadora médica, sus hijos y sus mascotas.
Si somos envidiables se dice y punto: a la variedad de paisajes y entornos rurales, a la riqueza de monumentos y nuevos edificios, a la cantidad ingente de rincones a descubrir y gastronomías que degustar, a la integración amable de tradiciones, fiestas y nuevas formas de ocio, se suma una saludable imagen de tolerancia al cambio y a la pluralidad de la que da gusto poder presumir.
En su estructura, por el uso de criterios cromáticos o el afán de abarcar todos los elementos, el libro tiene ciertas conexiones con obras de los años sesenta (España. Tierra, agua, fuego, aire) y setenta (España blanca), que contribuyeron a la configuración del imaginario turístico de España; así lo cuenta el profesor Carmelo Vega en ese manual imprescindible que es Fotografía en España, historia, tendencias, estéticas (1839-2015) (Editorial Cátedra), donde nos recuerda que, en estos otros precedentes, participaron maestros del calibre de Catalá-Roca, Ramón Masats, Nicolás Muller o Xavier Miserachs.
En 1943, en un libro de título inequívoco, Apología Turística, publicada por la Dirección General de Turismo, se incluía una foto del parque de El Retiro de Madrid completamente vacío. Ochenta años después, los mismos jardines, fotografiados por María Antonia García de la Vega, tienen su presencia en España. Retrato de un país, ahora nevados, con algunas personas de paseo y embellecidos por la vista al fondo del Palacio de Cristal.
Ojalá este rincón verde mantenga su cuota de protagonismo cuando volvamos a mirarnos a través de nuestras mejores cámaras en el ecuador del siglo presente. Porque algunas cosas no cambian y está bien también que así sea.