Los grandes temas del maestro alemán cobran nueva vida en los pinceles de Barceló: el deseo de inmortalidad, la seducción por lo diabólico, el debate entre el amor eterno y la pasión carnal, el ansia insaciable de conocimiento. Se une así el artista mallorquín a la larga nómina de creadores que, desde distintas disciplinas, han enriquecido con su arte a uno de los fascinantes mitos que ha engendrado la imaginación humana, como Marlowe, Gounod, Thomas Mann, Bulgakov, Murnau, Berlioz, Wagner, Liszt, Mahler, Schumann, Pessoa, Turgeniev o Delacroix.
Primera parte
Este primer volumen, en edición bilingüe español-alemán traducida por Helena Cortés, recoge la primera parte del libro de Goethe, aquella que el escritor publicó en 1808 cuando tenía 59 años. El relato se inicia con una escena en la que Dios y Mefistófeles hacen una apuesta para ver si el segundo, el diablo, logra con sus artimañas sacar al doctor Fausto, un científico, del camino del bien. De esa idea parten las 72 ilustraciones más las guardas realizadas por Barceló entre agosto de 2017 en la India y abril de 2018 en su estudio de París.
«Me hace mucha ilusión ilustrar libros –explica el mallorquín–. Tengo la sensación de que he hecho muchas exposiciones, acaso demasiadas, pero menos libros de los que debería. Por eso este Fausto me parece un reto apasionante pues aborda temas absolutamente actuales como el conocimiento, el olvido, el deseo, la pérdida de conocimiento y deseo, el riesgo, el poder, la serenidad, Dios y su ausencia, un lenguaje de metáforas fabulosas en el que también hay una reflexión sobre el bien y sobre la vida. Por eso seguimos leyéndolo, porque nos dice cosas que nos inquietan, nos afectan y nos atañen profundamente. Por eso es fascinante».
«Empecé las ilustraciones en un lugar al pie del Himalaya y en el norte de la India, lugares a los que voy ahora después de largas etapas en África, que desgraciadamente se ha vuelto muy incómoda para trabajar. La luz del Himalaya y de la India, esos colores tan especiales, están en estas ilustraciones».
El segundo volumen, en cuyas pinturas el artista lleva trabajando varios meses, se centra la segunda parte del libro que se publicó 26 años después de la primera, tras el fallecimiento de Goethe en 1832. Esta segunda entrega verá la luz en el otoño de 2019. «Ese segundo Fausto en el que empecé a trabajar en el norte de la India es posmoderno, por lo que mi interpretación tiene un tono muy distinto. Es una obra dentro de la que hay muchos libros».
Lectura paralela
Joan Tarrida, responsable de la edición, considera que «para un editor este es un libro muy especial pues supone un hito. A finales del año 2000 tuve la oportunidad de visitar a Miquel en su estudio de París, allí fraguó el proyecto de trabajar con La Divina Comedia. Algo más de 15 años después del extraordinario trabajo que supuso la ilustración de la obra de Dante a través de tres libros, al final del verano de 2017 recibí un SMS desde la India en el que Miquel Barceló me enviaba las primeras ilustraciones de un nuevo reto: el Fausto de Goethe. De nuevo él hacía una lectura paralela del texto al que se enfrentaba, pues él nunca realiza lo que se podría considerar ilustración clásica».
Es verdad, apunta el propio Barceló, «no soy un ilustrador muy estándar. He ido fabricando los dibujos sin ninguna prisa pero sin pausa. Un trabajo bastante absorbente. Hay muchos libros que ilustran de forma literal los textos clásicos. Me parecía más interesante aportar otra cosa. Hacer una lectura paralela en la que parece que algunas ilustraciones no tienen nada que ver con el texto. Pudiera parecer que estos mismos dibujos servirían para ilustrar El Quijote y tal vez funcionara».
«Bueno, la verdad es que he considerado la visión de otros artistas sobre esta obra. Entre las imágenes incluidas figura la de un planeta lleno de moscas y otro que parece la Tierra rodeado por monos, o una fila de ciegos con sus bastones, o la representación de un pedo que se va transformando en algo parecido a la Vía Láctea, o un ojo gigante cuyas pestañas pudieran ser seres humanos o una mancha que acaso quiere representar a un gargajo de Dios, o esos otros ojos que no se sabe si quieren mostrar el mal que ven o el que proyectan. Nada de esto aparece en el texto de Goethe pero consideré interesante incluirlos porque, en el fondo, todo procede del texto que he leído cuatro o cinco veces en una edición en francés. Pero no quise hacer visible lo que Goethe dice pues eso ya está incluido en el libro. Prefiero introducir imágenes nuevas. Me interesaba expresar que Mefistófeles y Fausto son casi la misma persona. Uno es consecuencia del otro».
Así, dentro de este mundo de luces, sombras y figuras indefinidas se incluye un autorretrato del propio artista, «¿por qué no?, así fue surgiendo y se quedó en el texto» y los rostros enfrentados de Mefistófeles y Fausto, a doble página, que acaban por fundirse.
Otros textos
«Me gusta pintar con acuarela», apunta al explicar los porqués de su utilización para el libro. «Todo me gusta, pero la acuarela aporta un toque natural que me interesaba».
Respecto a la posibilidad de ilustrar otros textos, el pintor asegura que siempre está leyendo «dos o tres libros a la vez» y que hay otros clásicos que podrían ser foco de inspiración como La Biblia, «una obra deslumbrante», o El libro tibetano de la muerte, La crónica de Indias o En busca del tiempo perdido de Proust, «un libro al que llevo años dándole vueltas».
Preguntado por su evolución, por el Barceló que nos espera en el próximo futuro, comenta: «No tengo ni idea. Nunca sé hacia donde voy a ir. Me gusta el riesgo y cuando voy al estudio no sé que voy a hacer. Eso es lo que me gusta, si lo supiera posiblemente no iría. Prefiero sentir ese frío en el que parece que no sabes hacer nada. Esa incertidumbre me gusta aunque soy consciente de que mis técnicas se han ampliado y ahora, por ejemplo, trabajo en esculturas grandes y en cuadros muy amplios, pero sigo sin saber hacia donde evolucionaré».
En relación con la acción de Banksy que destruyó en parte su obra tras ser vendida recientemente en una subasta, Barceló es tajante: «No es nada relevante. Algo que no es ni original. Cosas así ya las hicieron hace muchos años otros artistas, como Malévich al pintar Cuadrado blanco sobre fondo blanco o Manzoni con La mierda de artista».
Y, al cabo, cuando se le pregunta, en línea con Fausto, por qué estaría dispuesto a vender su alma al diablo, sonríe: «Uno no puede más que identificarse con el doctor Fausto. Te preguntas, qué hago yo sin salir de mi estudio, cuando la calle está llena de cosas que uno desea, esa sensación tiene mucho que ver con él. Pintar es vender tu alma todos los días porque, en el fondo, todos llevamos un Mefistófeles dentro, ese que no deja de ser una sombra de Fausto».