Periodista cultural, César Suárez es redactor jefe de la revista Telva desde hace quince años. Confiesa que su acercamiento a la figura de Sorolla tiene que ver con su interés por el artista: «Siempre me ha gustado leer biografías con la intención incluso de mejorar la propia. Siempre me ha atraído, como a tanta otra gente, Sorolla. No he hablado con nadie al que no le interese o impresione este pintor. Un día, en una visita a su casa-museo de Madrid, me quedé fascinado por el esplendor y la tragedia de su vida. Ese interés me llevó a leer numerosas biografías de él y entendí que más allá del relato de la vida de un artista fabuloso había también una historia extraordinaria. Una novela en la que incorporar a unos personajes alucinantes, como su mujer, Clotilde, y escenas de su tiempo. Además, este año se cumple el centenario de su fallecimiento por lo que, inevitablemente, me puse a escribir sobre su historia. Así nació Cómo cambiar tu vida con Sorolla«.
– Y lo ha hecho a través de una biografía diferente…
Es lo que he pretendido porque todo lo que había leído sobre él me parecía muy frío para lo pasional que era él, con lo que no se hacía justicia con su parte más humana. Por otro lado, su vida se podría contar de una manera más entretenida para que llegase a todo tipo de lectores y no sólo a los muy interesados en el arte sino a cualquiera que tenga curiosidad por su época, finales del XIX y principios del XX. Un tiempo, por tantos motivos, tan sugerente.
[Como recuerda Suárez, a pesar de la popularidad de la obra de Sorolla, «su apasionante vida es poco conocida. Requerido por las élites sociales e intelectuales de Europa y América, fue uno de los grandes artistas de su época, que triunfó en los salones de París y en la emergente Nueva York. Habitó el fascinante mundo de finales del siglo XIX e inicios del XX, con el desarrollo de la modernidad y la llegada de los grandes inventos. Vivió el desenfreno de la Belle Époque, el Madrid de las tertulias y zarzuelas, y las tribulaciones de la generación del 98, que criticó la ‘alegría de vivir’ de sus cuadros. Sorolla ha estado mucho tiempo tapado, olvidado o quizá relegado por el esplendor de otros artistas, como Picasso y su enorme potencia en todos los sentidos. Creo que en los últimos años se ha recuperado y se está haciendo justicia con el valor de la obra del artista valenciano»].
– ¿En qué género literario encuadraría su libro?
Es una mezcla porque no tiene por qué encuadrarse en uno concreto. Los géneros están para romperlos porque, además, uno de los privilegios a la hora de escribir es poder usar herramientas de varios, en este caso la biografía, el ensayo y la novela. La parte que quería incluir y no la cubría la biografía o los hechos reales y documentados los he inventado. En ciertos momentos he creado intencionadamente confusión en la parte que pudiera entenderse como más próxima a los tutoriales o textos de autoayuda.
– ¿Cuales han sido sus principales fuentes de documentación?
Como tuvo tanto éxito en vida hay muchas biografías publicadas y alguna tesis doctoral. En su momento se escribió mucho sobre su figura. Pero mi base documental ha sido Blanca Sorolla, su bisnieta, que es la persona que más sabe sobre él y que más documentación original ha manejado, las más de dos mil cartas conservadas y, por supuesto, el archivo de su casa-museo, que es impresionante.
– ¿Qué tiene de ejemplar la vida de Sorolla para que desde su título el libro nos proponga cambiar nuestra vida a través de él?
No hay una fórmula Sorolla. Aunque yo juego a la hora de hacer un decálogo del buen marido. Tampoco la suya es un estricto ejemplo de vida. Pero hay muchas de sus cualidades que me provocan admiración y que me gustaría aplicarlas a mi vida. Eso no quiere decir que sea general pues no creo en esas generalidades. Dicho esto, admiro su sentido de la lealtad en la amistad y en el amor. Fue muy leal con sus amigos, de los que se ocupa y preocupa y a los que cuida. También fue muy fiel a su mujer. También me parece ejemplar su capacidad de trabajo y la fe y la confianza que tiene en sí mismo; en el arte que sabe que lleva dentro. Era un pintor excepcional con un don prodigioso y podía haber hecho una pintura de la época, el realismo social y el costumbrismo que triunfaba en los salones, pero sabe que su pintura es distinta y busca y descubre cómo sacar fuera y desarrollar su estilo. Esa confianza a la hora de no tirar la toalla cuando no le iba bien es muy valiosa. Otra cosa destacable es el amor que tiene por su tierra y por su país. Conoce España como nadie, pues se dedica a lo largo de siete años a viajar por todas la regiones gracias al encargo de su mecenas Archer Huntington para la decoración de la biblioteca de la Hispanic Society of America de Nueva York. Ama a España profundamente sin caer en radicalismos ni fanatismos muy frecuentes en otras personalidades de aquella época. Era un trabajador incansable, discreto, ambicioso y exigente consigo mismo, su mayor deseo era pintar a todas horas y estar con su familia. Su historia es la de un hombre de éxito que hubiera preferido una existencia anodina. Una vida extraordinaria con un final desgraciado. En mi libro he intentado responder a cómo se forjó su carácter. De dónde provenía su don. Cómo era la España que vio y plasmó en sus cuadros o cómo logró mantener vivo el amor por su mujer desde la adolescencia hasta el final de su vida.
– Remarca usted la capacidad de Sorolla para adelantarse y saber ver lo que nadie había visto…
Tenía una mirada muy moderna y privilegiada. Aunque no soy ningún experto en arte estoy convencido de que hablamos de uno de los pintores que mejor aplica al arte la llegada de la composición fotográfica y de los novedosos encuadres que aporta la fotografía. Ese proceso es muy interesante pues dota a su pintura de un punto de transgresión. En el libro hay un capítulo titulado “Cómo ver lo que otros no ven” en el que destaco esa cualidad. Admiro a esos creadores, ya sean pintores, directores de cine, escritores, etc. que son capaces de ver lo que, aunque después pueda parecer algo obvio, nadie había sabido ver. Esa es otra cualidad muy propia de Sorolla. Su bisnieta Blanca Sorolla, con la que he tenido muchos encuentros de cara a la elaboración del libro, sostiene que físicamente tenía una retina privilegiada, capaz de ver los colores y las cosas como el resto de los mortales no somos capaces de hacerlo. Él decía ”veo el cuadro” y cuando lo decía inmediatamente se ponía a ello porque si no decía que se le perdía esa visión y ya no podía pintarlo.
– Tras toda su investigación, ¿qué rasgos de la personalidad del artista destacaría?
Era un trabajador incansable, discreto, ambicioso y exigente consigo mismo. Su mayor deseo era pintar a todas horas y estar con su familia. Además era hiponcondriaco. Un hombre obsesionado con la salud. En sus cartas, sobre todo las dirigidas a su mujer, se quejaba mucho. Hoy sabemos que buena parte de sus fuertes dolores de cabeza y mareos tenían que ver con la hipertensión que padecía, que es la que le provocaría el ictus. También era muy impaciente, vehemente y ansioso. Su gran problema, reconocido por él mismo, era la ansiedad. Esa incapacidad para dominar sus emociones. En ese sentido, Clotilde le bajaba a tierra y le aportaba el equilibrio emocional que necesitaba para pintar. Su forma de comportarse a veces no era bien comprendida pues, en mi opinión, no siempre era un individuo especialmente simpático, aunque tenía una gran capacidad para crear empatía con quien le interesaba. Y le interesaban, por supuesto, además de familia y amigos, las personas del mundo aristocrático y pudiente que pudieran comprar sus cuadros. Aunque esa función no le gustaba, pues aborrecía a los marchantes, ejercía esa labor comercial con gran eficacia.
– Pero fue muy amigo de Huntington…
Bueno, es que Huntington, un personaje en el que me explayo a lo largo del libro, era un tipo muy especial. Un señor multimillonario que gracias a la siderurgia, los astilleros y el ferrocarril hereda una fortuna impresionante. Un individuo que a los dos días de estar dirigiendo las empresas familiares declara que su principal interés es construir un museo. Además es un hispanista declarado. Se siente tan español que hasta traduce el Cantar de mio Cid. Aprende medicina y cirugía para viajar por los caminos más apartados de España, pues sabe que si tiene algún problema médico se lo tiene que solucionar el mismo. Huntington tiene una conexión muy importante con Sorolla, también tenía muy buena relación con Juan Ramón Jiménez, pues respeta absolutamente a los artistas y creadores. En ese sentido es un mecenas auténtico y, por ejemplo, para los paneles de la Hispanic Society respeta la idea de Sorolla, que no estaba de acuerdo en plasmar una visión histórica del país, y acaba por pintar escenas de la vida de aquellas regiones que él había decidido.
– Sin embargo la disposición de los paneles en la institución neoyorquina no fue la que Sorolla había dispuesto, ¿por qué?
Como relato en el libro ese fue un suceso muy emocional y muy penoso a la vez. Un año después de que en Ayamonte en el verano de 1919 concluya la que él mismo denominaba “la obra de mi vida” sufre el ictus del que ya no se recuperaría. Tenía previsto viajar a Estados Unidos para entregar personalmente la enorme cantidad de metros de tela que constituían los paneles. Pero no puede viajar inmediatamente y programa la entrega y el viaje para después del verano de 1920 y ya no puede hacerlo pues para entonces ha sufrido el accidente cerebral. Huntington se entera por los periódicos que Sorolla está enfermo. Como intervenía en todo, Sorolla había dispuesto el orden de los paneles en la biblioteca de la Hispanic Society, algo que no se respetó. Finalmente Visión de España se instaló en la Sala Sorolla de la biblioteca de la institución en enero de 1926, tres años después del fallecimiento del artista, con una disposición muy distinta a la que había previsto, y sin la presencia de Clotilde y sus hijos. El asunto fue muy triste pues los abogados de Huntington sostuvieron que para pagar los cuadros tenía que firmar el propio Sorolla, algo que el pintor no podía hacer por su hemiplejia. Solicitan entonces que se declare oficialmente incapaz al artista, algo a lo que su mujer radicalmente se niega pues confía en su recuperación. Una recuperación que nunca se produjo. Sorolla moriría a las diez y media de la noche del 10 de agosto de 1923 en Cercedilla, en la casa familiar de Villa Coliti, una magnifica vivienda que recibe su nombre porque su primer nieto, hijo de su hija María, llamaba así a su abuela Clotilde.
– Por último, ¿qué le gustaría que quedase en el lector de Cómo cambiar tu vida con Sorolla?
En primer lugar que se lo pase bien. No aburrir. Que lo disfrute y se entretenga. Además, siempre es interesante conocer cómo vivieron otras personas, sobre todo personalidades tan atractivas como este inolvidable pintor.