Durante un período de seis meses, la obra, que obtuvo la segunda medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1887, ha permanecido en los talleres de Restauración para ser sometida a una importante intervención que ha supuesto su recuperación completa.
Por Real Orden de 1928, la pintura de Garnelo se depositó en el Instituto Provincial de Jerez de la Frontera (Cádiz), actualmente Instituto de Educación Secundaria “Padre Luis Coloma”, en donde permaneció hasta 2008, cuando se autorizó su levantamiento para su nuevo depósito en el Museo Garnelo.
Finalmente, en enero de 2018 comenzó la restauración, realizada en el Prado por Ana Isabel Ortega y Álvaro Fernández, dirigidos por Lucía Martínez Valverde, miembro del Área de Restauración del Prado.
Consolidación
Los trabajos comenzaron por la consolidación del soporte, tarea que se inició con la eliminación de los parches colocados para reparar las roturas y otros daños antiguos. Una vez eliminados todos los elementos no originales fue necesaria una la limpieza profunda de las colas empleadas en la antigua restauración para adherir los parches y las bandas perimetrales, ya que se habían utilizado colas sintéticas de difícil eliminación.
Recuperado el lienzo original y sin elementos extraños, se pudo realizar la fijación y consolidación de su capa pictórica. En este proceso se eliminaron las grandes deformaciones y se trabajaron las roturas para eliminar sus pliegues. Para reparar agujeros y desgarros fue necesario realizar más de treinta nuevos parches e injertos. De estos refuerzos, el más grande tiene aproximadamente 70 x 20 centímetros.
Las nuevas bandas de tensión permitieron el nuevo montaje en el bastidor, una estructura robusta y de gran calidad que realizó el carpintero Tomás Duaso para garantizar la conservación futura de la obra. Además, para dar mayor solidez al soporte, se clavó sobre una tela de apoyo.
Valores recuperados
A partir de este momento la pintura estaba estabilizada pero su aspecto era muy deficiente por la acumulación de suciedad y la oxidación del barniz. La limpieza ha permitido recuperar todos los valores de manera que, a pesar de los daños, la imagen original no se ha visto alterada. Se ha recuperado la representación del espacio y cada figura adquiere su significado, sobre todo aquellas que están en el segundo término y apenas se podían reconocer.
Con la limpieza también se hacen visibles detalles que sirven para comprender la escena, como las gotas de sangre que hay en el borde de la bañera, que hablan del suicidio del poeta después de haber sido acusado de participar en la conjura de Pisón. También, el pergamino del ángulo inferior derecho cuyo texto estaba oculto por repintes. Ahora se pueden leer las primeras letras de Pharsalia, la epopeya escrita por Lucano en el año 61 d.C.
El trabajo finalizó con la reintegración del color en las zonas perdidas, y así facilitar al espectador la comprensión y el disfrute de la obra.