Kahlo descubrió su conexión con el surrealismo gracias a André Breton (Tinchebray, 1896-París, 1966), quien quedó fascinado por la manera en que ella transformaba su dolor y experiencias personales en arte, al grado de que llegó a afirmar que México era el lugar surrealista por excelencia y Frida, una digna representante del movimiento, ayudándola a consolidar su lugar en la escena internacional, promoviendo sus obras en París, lo cual le abrió puertas para entablar relación con otros artistas europeos como Picasso.
Obras como La columna rota (1944) y Sin esperanza (1945) dan buena cuenta de la forma en que utilizaba elementos surrealistas para expresar sus luchas internas y físicas. Estas piezas no solo reflejan sus tormentos personales, sino que también rompen las barreras entre la realidad y la fantasía, característica esencial del surrealismo.
Sus vínculos con Tina Modotti (Údine, 1896-Ciudad de México, 1942) y Georgia O’Keeffe (Sun Prairie, 1887-Santa Fe, 1986) también fueron cruciales. Modotti, una fotógrafa italiana que residía en México, capturó muchos aspectos de la vida de Frida, mientras que O’Keeffe, con su estilo distintivo y su exploración de temas femeninos, compartía con ella un espíritu de innovación y rebeldía.
Es bien sabido lo tormentoso de la relación sentimental que sostuvo con uno de los máximos representantes del muralismo, Diego Rivera (Guanajuato, 1886-Ciudad de México, 1957), quien también influyó significativamente en su obra. Aunque no se dedicó a pintar murales como su esposo, la grandeza y el simbolismo del movimiento se reflejan en sus pinturas. Así, su obra El marxismo dará salud a los enfermos (1954) evidencia una clara influencia del muralismo en la manera de abordar temas sociales y políticos, así como su muy definida ideología comunista, usual en la época (no olvidemos que en 1937 Frida y Diego recibieron en La Casa Azul a León Trotsky, donde vivió la mayor parte de su exilio mexicano).
Resultado de este importante vínculo es la obra Autorretrato dedicado a León Trotsky (1937), que celebra su amistad y apoyo al político, evidenciando cómo su arte también estaba imbuido de su compromiso con las causas políticas y sociales de su tiempo.
Hoy es innegable que Frida Kahlo dejó un legado indeleble en el arte. Su capacidad para transformar el dolor en belleza y su audacia para abordar temas tabúes para su momento le han convertido en un icono cultural. Obras como Las dos Fridas (1939) y Viva la Vida (1954) siguen siendo referentes importantes en la exploración de la identidad, el sufrimiento y la resiliencia.
70 años después, su influencia se extiende más allá del mundo del arte, filtrándose en la moda, la música y la cultura popular, perpetuando su legado y asegurando su destacado protagonismo en la historia del arte.
Tres artistas muy influidas por Kahlo
La influencia de Frida Kahlo no solo ha perdurado en el tiempo, sino que ha sido y es fuente de inspiración para numerosos artistas. Su estilo único, su enfoque personal y su valentía para explorar temas profundos y personales han dejado una marca indeleble en la comunidad artística.
Kiki Smith. La escultora y grabadora estadounidense ha sido influenciada por la capacidad de Kahlo para combinar lo personal con lo universal. Smith a menudo explora temas de identidad, cuerpo y naturaleza, que también eran centrales en la obra de la mexicana. La forma en que aborda la vulnerabilidad y la experiencia humana tiene claras resonancias con la obra de Kahlo, además de que ella misma ha reconocido que ésta no existiría de no ser por ella.
Tracey Emin. La artista británica, conocida por su arte confesional y a menudo controvertido, ha sido comparada con Kahlo por su habilidad para transformar experiencias personales intensas en obras de arte poderosas. Emin, cuyo trabajo incluye bordados, instalaciones y esculturas, frecuentemente explora temas como el amor, la pérdida o la feminidad, reflejando la franqueza y el coraje de Kahlo. En su obra My Bed (1998) queda en evidencia el estrecho vínculo que tiene a nivel conceptual y emocional con El sueño de Frida (1940).
Cindy Sherman. Al igual que Kahlo, utiliza su propia imagen para explorar y deconstruir los estereotipos de género a través de sus fotografías, adoptando diversos personajes femeninos que cuestionan y critican las representaciones culturales de la mujer. La influencia de Frida se manifiesta en su enfoque valiente y crítico hacia la feminidad y la identidad. Su serie Untitled Film Stills es un claro ejemplo de cómo emplea su imagen para cuestionar la percepción y representación de la mujer en la sociedad.