Con esta donación, que se expone en la sala 60 del edificio Villanueva hasta el 12 de enero de 2020, se incorporan al Prado pintores como Hermen Anglada-Camarasa, Eduardo Chicharro, Ignacio Zuloaga y Joaquín Mir, que enriquecen el final de las colecciones de pintura española del Museo, donde ya están representados Sorolla y Beruete. La incorporación de estos artistas supone la apertura de una nueva vía de ampliación de sus colecciones.
Tras la aprobación del Real Decreto de 17 de marzo de 1995 se adscribieron al Museo Reina Sofía las obras de algunos artistas que, pese a ser sus fechas de nacimiento anteriores a la de Picasso –el límite establecido para separar las colecciones–, habían contribuido de forma destacada a los inicios de la modernidad del siglo XX. Como consecuencia de un acuerdo firmado en 2016 entre el Reina Sofía y el Prado, éste puede incorporar obras de aquellos artistas que hasta ahora estaban afectados por ese decreto. Esto le permite comenzar a mostrar con sentido histórico el final de sus colecciones de pintura española, al convivir las obras de Zuloaga, Anglada-Camarasa o Chicharro, entre otros, con las de sus estrictos contemporáneos.
Las obras
Alrededores de Bruselas de Regoyos, cuadro hasta ahora inédito, es uno de los mejores ejemplos de la primera etapa del artista, el más cosmopolita entre los de su generación. De su madurez, en cambio, El pino de Béjar muestra su pleno dominio de los recursos de la pintura impresionista.
Su amigo Ignacio Zuloaga está presente con Una manola, una interpretación de la sensualidad femenina característicamente española sobre un fondo azul de amplias pinceladas claras, trasunto de su conocimiento de la obra del Greco.
El otro gran renovador que tuvo difusión internacional, Hermen Anglada-Camarasa, aparece con una obra del cambio del siglo, Interior de un café-concert, en la que su dominio del colorido se aplica a una personal visión de la luz artificial.
En el ámbito ya posmodernista, el mejor paisajista de su generación, Joaquín Mir, está representado con una obra de su periodo en el Mollet, de ejecución franca y directa, Torre Solà. Montornès.
Bayaderas indias, de Eduardo Chicharro, muestra su particular deriva en la década de 1920 hacia el ámbito de una pintura de sugestión exótica y sensual.
Familia gitana, Palencia, de Juan de Echevarría, evidencia la fascinación por estos motivos y por la pintura del posimpresionismo, especialmente de Gauguin, de este artista muy vinculado a la Generación del 98 y a Valle-Inclán, a cuya hija Mariquiña retrató.
Sorolla, Beruete y Riancho
Además de este conjunto, el donante ha querido regalar tres obras importantes de otros pintores ya representados en el Prado: Joaquín Sorolla, Aureliano de Beruete y Agustín de Riancho. De este último el Museo solo conservaba un lienzo del último año de su vida, y ahora se añade un paisaje muy anterior y de mayores dimensiones.
De Sorolla, el Prado no contaba con ningún retrato de la década final de su pintura. El ahora identificado como de Ella J. Seligmann, esposa de un gran marchante establecido en París, es además uno de los más sobrios y elegantes pintados por el artista, con una visión más sintética que en anteriores trabajos.
En cuanto a Beruete, a pesar de que el Prado conserva la mayor colección existente del artista, no tenía ningún ejemplo de sus extraordinarios paisajes alpinos, motivo ausente también en la colección del siglo XIX a pesar de la atracción que despertó entre los artistas de aquella centuria.
Hans Rudolf Gerstenmaier
Realizó en Hamburgo estudios comerciales. Trabajó inicialmente en una oficina que la firma suiza Brown, Boveri & Cie, dedicada a la ingeniería eléctrica y al desarrollo de motores, tenía en la ciudad. Se trasladó a España en 1962 para emprender negocios comerciales. Representó primero a la firma de camiones MAN, y consiguió después representaciones de casas alemanas de automóviles en el campo de los recambios. En 1964 fundó la empresa de recambios para coches alemanes Rudolf Gerstenmaier, que pasó a convertirse en sociedad anónima como Gerstenmaier S.A. Llegó a contar con 150 empleados y treinta delegaciones en España.
La nueva situación económica de Gerstenmaier favoreció el surgimiento y desarrollo de una incipiente actividad coleccionista, en la que contó decisivamente su descubrimiento del arte español. Frecuentó entonces a anticuarios, entre ellos a Felipe Sánchez de la Fuente, casado con Beatriz Lafora, hija del conocido marchante Juan Lafora Calatayud.
En general, le sorprendió la oferta de obras bajomedievales, renacentistas y barrocas que ofrecía el comercio madrileño. Hacia 1970 comenzó a coleccionar pintura española de los siglos XV y XVI y, enseguida, pintura flamenca.
Un tercer ámbito de su colección lo constituyó la pintura del siglo XIX, atraído inicialmente por la vivacidad sensorial de la obra de Sorolla y la riqueza de la materia de la de Anglada-Camarasa.
En esos años desarrollaron su actividad con creciente intensidad las casas de subastas, entre ellas algunas extranjeras de prestigio, a cuyos remates concurrió.
En su residencia de Madrid concentró la pintura más moderna y parte de la antigua, especialmente la flamenca. Buena parte de la escultura y de las artes decorativas las reunió en su residencia de El Boalo (Manzanares el Real, Madrid), en la que integró elementos de arquitectura renacentista.
En 2002 vendió su empresa a una multinacional suiza y, retirado de los negocios, se concentró en su actividad coleccionista y en la difusión de su obra a través de numerosas exposiciones en diferentes ciudades españolas, y también del extranjero.