– Desde niño le gustó el dibujo y decidió estudiar Diseño pero su formación como artista empezó de forma autodidacta después de años en agencias de publicidad. De repente algo ocurrió que le hizo dejar ese mundo corporativo y dedicarse a pintar, ¿cómo se dio este cambio?
En realidad me dedicaba a la publicidad sin querer estar ahí. Nunca me consideré un publicista pero tampoco sabía que era pintor, simplemente sabía que lo que hacía no me llenaba por completo, así que junté varios meses de vacaciones para probar, tener un estudio en mi casa, como un ensayo para ver cómo se sentía uno al estar solo todo el día y empezar a pintar. Transcurrió año y medio hasta que finalmente decidí decir adiós a la publicidad.
– ¿Ya se había enfrentado antes al pincel y al lienzo?
No, tomé algunas clases para saber cómo hacer las imprimaturas, que son como recetas de cocina, pero hasta que renuncié a la publicidad no me puse a pintar.
– Un salto al vacío, ¿sintió miedo?
Inseguridad, porque empecé a pintar a los 35 años. Ya tenía una carrera y un sueldo y la vida de un artista es muy inestable, a veces tienes y a veces no. No me gusta decir que empecé a una edad tardía, pero sí fue muy diferente a la carrera de un artista que estudia artes visuales y se gradúa a los 21 años y empieza a esa edad.
– Algo que siempre me ha sorprendido de su trabajo es que, siendo autodidacta, en muy poco tiempo desarrolló una técnica realista y un nivel de factura que le permitían abordar cualquier proyecto…
La publicidad y el arte son dos ambientes muy distintos, se puede pensar que son muy parecidos, pero en realidad no lo son y para mí era muy importante aprender a pintar bien, ya que no tenía una carrera que me validara. Además soy muy obsesivo…
– ¿Hay algo de su ser publicitario que prevalece hoy en su ser artístico?
La publicidad me dio herramientas de marketing que pensé que todos los artistas tenían, pero descubrí que no es así. Eso me ayudó a mover las piezas, sobre todo en redes, con minicampañas para dar a conocer mi trabajo. Pero mi proceso creativo cada vez se separa más del publicitario, ya que estaba acostumbrado a realizar bocetos para que me aprobarán la idea, y ahora empiezo a trabajar sin saber hacia dónde voy. Es al revés de cómo se trabaja en una agencia, aquí es trabajar y seguir tu instinto y al final te das cuenta que hay un hilo conductor. Es caótico, pero el resultado final tiene un orden.
– En sus inicios se decía que su obra remitía a Francis Bacon, ¿en verdad era un referente?
Al principio no tenía referentes, la gente veía mi trabajo y decía “esto se parece a…”, una vez que me lo decían empezaba a buscar las obras de Bacon, Currin, Freud… Conocía a algunos, pero no a todos, me fui educando para saber quiénes eran.
– Quizá esa carencia de formación artística le hizo entrar «limpio» en la pintura, ¿no cree?
Al principio lo maldecía. Pensaba “me siento muy solo” y no tengo una generación a quien recurrir para pedir ayuda o resolver mis dudas, no conocía a nadie en el ambiente, pero a su vez eso me ayudó mucho a definir quién soy sin, como usted señala, estar viciado por una escuela.
– Hace más de 10 años, sus primeras series parecían adelantadas para el contexto mexicano, bajo una temática disruptiva con contenido sexual sin distinción de género y un discurso que hoy afortunadamente no solo es aceptado sino cotidiano. ¿Considera que eso hizo prevalecer más su obra en el extranjero, en sociedades quizá más avanzadas que la nuestra en ese momento?
Sí, puede ser, ya que la mayor parte de mi obra tenía una temática erótica o sexual que puede espantar y también una temática un poco más oscura que no era tan digerible para todo el público. Era para un nicho de arte más oscuro en otros países, además, México todavía no estaba tan desarrollado. Entonces la pintura era principalmente abstracta y conceptual.
– Ahora expone en Madrid y, si bien está muy bien representado en México por la Galería Enrique Guerrero, lleva muchos años vendiendo obra en otras ciudades de Europa y Estados Unidos, ¿a qué lo atribuye?
Creo que las redes sociales han tenido mucho que ver. La forma de difundir, vender y consumir arte se ha visto profundamente influenciada por las redes; en Instagram compartes tu proceso de trabajo y eres visto por personas de todo el mundo. Eso creo que fue lo que me ayudó.
– ¿Le ha influido de alguna manera viajar tanto y tener referentes de otras culturas?
Es muy difícil, por lo menos para mí, no sesgar mi trabajo. Volvemos a Instagram, donde puedes observar lo que están produciendo tus colegas alrededor del mundo y ves lo que están exponiendo en distintas galerías y tienes que hacerlo para estar muy bien informado y saber lo que está pasando pero sin dejar que ello sesgue tu autenticidad como artista.
– Su obra es inconfundible, lo que no quiere decir que sea igual, al contrario, ha evolucionado pero hay unas constantes como son la dualidad y lo matérico. Vemos carne y cuerpos en los que no se distingue el sexo o la fuerza de las rocas mezclada con la carne, ¿de dónde viene esta forma de concebir su mundo?
Me voy a regresar un poco. El aprendizaje que he tenido en estos años hizo que mi concepción de la pintura cambiara mucho después de la exploración del realismo. Para mí no sólo se trata de lo estético, sino de explorar en el medio, la técnica, la materia y en la pintura como tal. A partir de la pandemia quise indagar qué más me podía dar la pintura, de ahí surgen estos volúmenes rocosos.
– ¿Quiénes son estas rocas a la vez carne y personajes amables que denotan erotismo y al mismo tiempo ternura?
Le voy a contar primero de las piedras. La pandemia nos pegó a todos y quería explorar más la pintura; después de un día de trabajo veía mi paleta de colores y observaba cómo los colores se revolvían y mezclaban, creando un caos con belleza. Un día tuve una epifanía y entendí que en las rocas puedo tener el caos que tengo en la paleta de colores y aplicarlo al lienzo. Las rocas pueden ser de cualquier tamaño y color.
Pensar en volúmenes rocosos me ayuda a construir estos cuerpos diversos de una forma muy libre, no sólo pensar en carne o en piedras, a veces son piedras que no se comportan como piedras, son el pretexto para crear un volumen que tiene textura y a su vez, estos volúmenes crean cuerpos queer o sin género, inspirados en pinturas surrealistas. Más allá de quienes son, lo que más me divierte es generar los volúmenes que forman estos cuerpos, que sí son alguien, pero hasta el final de mi proceso de trabajo no los defino y los titulo, una vez que ya están creados.
– ¿Cómo tituló esta serie?
Esta obra en particular es una Venus inspirada en las diosas paleolíticas, que me hacen pensar en el tiempo cósmico, geológico y humano y cómo transcurren estos tres segmentos de distinta forma. Primero ocurre el Big Bang y se manifiesta una piedra como un grano de sal. A nivel geológico se forma la corteza terrestre y la tierra como una gran piedra; y en el tiempo humano entiendo las representaciones de las primeras culturas explicando la existencia de estas piedras. Para mí esta obra es una venus posapocalíptica hecha de volúmenes rocosos que son escombro y que, a la vez, son escombros de la humanidad.
– En su obra se refleja este mundo distópico a veces con un tono de sátira, ¿cree que ese futuro distópico o este resquebrajamiento ya llegó?
Sí, por eso le digo que son escombros. Para mí el mundo ya está jodido, es una composta, una mierda, y si juntas esa mierda lo haces para que salga una planta o algo bueno.
– Entonces hay esperanza, porque lo que refleja es una reconstrucción, una salida de los escombros y de ahí emerge una diosa.
Justo trato de ser optimista, de la mierda puedo salir algo bueno pero el daño ya está hecho, ya no hay vuelta atrás, se trata de regenerar lo que está dañado. El hombre ya creó tanto daño en la corteza terrestre, tanto plástico…, que no hay vuelta atrás. Al final de cuenta no somos tan distintos de una piedra. Estamos hechos del mismo estado, todo es oxígeno, nitrógeno, helio, tu composición de ser humano es la misma que la de una piedra, pero en distintas proporciones. Al final vamos a ser polvo.
– Acaba de celebrarse la Semana de Arte en México, ha participado en la feria Zona Maco y este año también estará en la Semana del Arte en Madrid, ¿qué opina de las ferias?
He aprendido que es parte del trabajo y, como en cualquier trabajo, hay cosas que disfrutas más que otras, pero al final son buenas gracias al networking, a la exposición que te dan y al gran alcance que puedes conseguir exponiendo en una feria. Por otro lado, hay tantas que son una lluvia de estímulos que no puedes digerir, es como ir por un mall en Estados Unidos, vas a por una playera blanca y esa playera está en todas las tallas y colores y al final no la compras… siento que pasa lo mismo.
– ¿Y nota diferencias entre la experiencia de una feria de arte en un país o en otro?
Fuera de México he estado en Chicago y París, pero esperaba algo más rompedor y lo sentí muy conservador. Esperaba algo más atrevido, capaz de despertar más asombro.
– Esperemos que en Urvanity las personas adquieran la capacidad de asombro tras ver sus obras, ¿qué planes tiene después de Madrid?
Tengo una colectiva en Expo Chicago y en septiembre una individual en Londres.
Horacio Quiroz comenzó su carrera en 2013 y desde entonces transita en las dualidades de lo bello y lo grotesco, lo material y la energía, con fuerte enfoque por la teoría queer y el medio ambiente. Ha expuesto en instituciones, galerías y ferias de Reino Unido, China, México, Canadá, Australia y Estados Unidos.
Urvanity Fair celebra su octava edición del 7 al 10 de marzo del 2024 en Matadero Madrid. Nace como un espacio para explorar los lenguajes más frescos, integrar diferentes códigos estéticos y encontrar nuevas tendencias en el mundo del arte.