Este óleo sobre lienzo, de 225 x 150 cm, está fechado en 1794 y ha sido cedido en depósito a la Academia por la marquesa viuda de la Motilla y los hermanos Solís Martínez-Campos.
Antonio Ricardos nació en Barbastro (Huesca) en 1727 e hizo una brillante carrera militar, cultivando además la poesía y la música. Perteneció a la Sociedad Matritense de Amigos del País y a la Compañía de Filipinas. Impulsó reformas en el ejército; esto le valió ser interrogado por la Inquisición en 1778 y alejado de la Corte.
Acodado sobre un cañón
Durante la Revolución Francesa se le encomienda el control militar de la frontera. Con la muerte de Luis XVI en la guillotina (enero de 1793) estalla la guerra del Rosellón, y Ricardos, capitán general de Cataluña, derrota a las tropas francesas en Masdeu y Truillás. Regresa a Madrid a comienzos de 1794, fechándose en ese tiempo el presente retrato; pero fallece de pulmonía en marzo.
De pie y acodado sobre un cañón, viste uniforme de capitán general con las grandes cruces de Carlos III y de Santiago. En palabras de su viuda, Goya supo reflejar no sólo sus rasgos, sino la expresión de su alma. Pintó otro retrato del general, sentado y hasta las rodillas (hoy en el Museo del Prado), del cual hay sendas copias en la Fundación Selgas-Fagalde (Cudillero, Asturias) y en el Museo Walters (Baltimore, EE.UU.).
Trece Goyas
Las 13 obras de Goya en el Museo de la Academia quedan encuadradas entre dos de sus autorretratos: el Goya joven ante el caballete, y el de busto, contemporáneo del que conserva el Museo del Prado con el pintor próximo a cumplir los 70 años.
[1]Su relación personal con miembros ilustres de la cultura de su tiempo quedó plasmada en numerosos retratos, género en el que Goya fue profundamente innovador. La Academia conserva excelentes retratos de tres figuras destacadas y amigos personales del maestro: Leandro Fernández de Moratín, Juan de Villanueva y José Munárriz. A ellos se une el de la gran actriz “La Tirana”, que refleja el amor de Goya por el teatro. De signo diferente es el retrato ecuestre de Fernando VII, encargo oficial de la Academia, así como el del favorito Manuel Godoy en el apogeo de su poder.
Cuadros de gabinete
Especialmente significativo es el conjunto de las cinco tablas de pequeño formato: El entierro de la sardina, Procesión de disciplinantes, Corrida de toros, La casa de locos, El Tribunal de la Inquisición. Son obras consideradas como «cuadros de gabinete» en los que Goya dejaba libre curso, en sus propias palabras, «al capricho y la invención».
Doce de estas pinturas llegaron a la colección de la Academia en el siglo XIX en diversas fechas y circunstancias (legados testamentarios, donaciones y, en el caso del retrato de Godoy, desde sus propiedades confiscadas). Ya en nuestros días, la Academia adquiere –gracias a la Herencia Guitarte– el espléndido Autorretrato ante el caballete.
El primer contacto de Goya con la Academia tiene lugar en 1763, cuando el joven pintor se presenta al concurso trienal convocado por la institución, en el que no tiene éxito, siendo su compañero Gregorio Ferro el que consigue la pensión para Roma. Este contratiempo le lleva a solicitar ayuda de su paisano Francisco Bayeu, amigo de su padre y pintor introducido en la Corte, como más tarde recordará el propio Goya.
Tres años después se presenta nuevamente al concurso de la Academia, optando en este momento al premio de 1ª clase. Su estilo personal no es apreciado por el jurado, que otorga el premio en esta ocasión a Ramón Bayeu.