El retablo está compuesto por 12 paneles, pintados en el anverso y reverso, con el más destacado en su pieza central, La Adoración del Cordero Místico. Si desde el momento de su finalización en 1432 la creación de los hermanos Van Eyck ha asombrado a todos aquellos que han podido verla, ahora, gracias a un extenso proyecto de restauración que comenzó en 2012, su exquisitez puede seguir siendo admirada por el público en su hogar original, pero en un nuevo ‘escenario’ más amplio y propicio para el encuentro con la obra.
En la cripta de la catedral (donde puede apreciarse su antigua nave del siglo X), se ha creado un centro de interpretación, totalmente accesible, que es el punto de partida de las nuevas visitas. La cripta comunica ahora con el deambulatario y la Capilla del Sacramento, donde, para mantener unas condiciones óptimas de conservación y seguridad, se ha protegido el políptico con una nueva vitrina que permite admirarlo en todos sus esplendor. Durante el paseo por la cripta, los visitantes reciben la ayuda de un asistente digital y, gracias a una experiencia de realidad aumentada, a través de unas gafas especiales o de una tableta, pueden viajar al pasado y vivir en primera persona la accidentada historia del retablo y de la catedral. Después, ya por sí solos, pueden ver de cerca el políptico y el resto de la catedral.
Porque además del Cordero Místico, la majestuosa Catedral de San Bavón (Sint-Baafskathedraal), donde fuera bautizado Carlos I, acoge otros muchos tesoros como su espectacular altar mayor barroco, un magnífico púlpito rococó, una gran obra de Rubens (La entrada de San Bavón en el monasterio de Gante), el Tríptico del Calvario de Van der Goes o los sepulcros de los obispos ganteses.
Jan van Eyck fue más que un pintor. Contaba con formación en letras y fue uno de los primeros en firmar sus cuadros, pero, además, poseía los conocimientos necesarios para desencadenar una verdadera revolución que se aprecia en tres planos principales: su técnica al óleo, su observación del mundo y su tratamiento de los fenómenos ópticos de la luz.
Antes de Van Eyck, la pintura al óleo era un medio poco práctico, hasta que se logró reducir el tiempo de secado mediante la incorporación de secantes y volver este material más fácil de trabajar. Eso es precisamente lo que consiguió Jan van Eyck, y este cambio técnico tuvo tales repercusiones que Giorgio Vasari le llegó a atribuir su invención.
La segunda faceta de esta revolución es la atenta observación del mundo que practicó. El esmero que ponía en reproducir de forma minuciosa y casi palpable hasta los más pequeños detalles era algo nunca antes visto y sigue asombrando a día de hoy. En esta observación resultaba decisivo su interés por la pintura de la luz. Personas, objetos o interiores adquieren forma tridimensional a través de la luz que brilla sobre ellos, o la ausencia de ésta en las zonas de penumbra.
La luz
Pero aún fue un paso más allá en su dominio de la luz. Se baraja la hipótesis de que no solo se basara en la percepción directa y la reproducción del mundo, sino que también tuviera conocimientos del funcionamiento del elemento lumínico, tercera faceta de su revolución.
En los talleres de arte de su tiempo era imposible contar con una iluminación constante y homogénea. La más mínima modificación de las condiciones de luz modifica a su vez las características ópticas. Y Van Eyck decidió trabajar con esto, por ejemplo pintando en el Cordero Místico el ángulo de entrada de la luz presente en la Capilla Vijd, destino original de la obra.
Así parece como si la misma luz que entra en la capilla por la derecha iluminase los espacios pintados en los paneles exteriores, con una precisión que producen un resultado inusitadamente fiel al natural. ¿Cómo pudo lograrlo? Probablemente sólo a través del conocimiento de los principios de la incidencia de la luz, la proyección de las sombras y complejos fenómenos lumínicos, como los reflejos y las distorsiones. En otras palabras, Van Eyck debía poseer un saber y un método racionalizado sobre cómo se comporta la luz en la realidad.
Razones (algunas) para una visita
Jan van Eyck hace su entrada en la historia del arte como un cometa. Su nombre surge de repente. Tiene un estilo único y revolucionario, por lo que no encaja ni entre sus predecesores ni entre los contemporáneos. Logra representar los detalles más pequeños, las telas más elegantes y las miniaturas más diminutas de manera realista y natural.
Revolucionario. Con su técnica y su capacidad de observación elevó la pintura al óleo a un nivel desconocido y determinó su rumbo futuro. La impresionante restauración de gran parte del retablo refuerzan su figura como un coloso de la pintura.
Gran obra maestra. La Adoración del Cordero Místico, que terminó en 1432, años después de que falleciera su hermano mayor Hubert, que comenzó el políptico y lo pintó hasta donde hoy no sabemos. Sus paneles son una mágica evocación bíblica que incluye los retratos de los donantes que lo costearon, Joos Vijd y su esposa Elisabeth Borluut. La combinación de un preciosista trabajo de miniatura y las veladuras parecen aportar una dimensión adicional a la obra, que resplandece desde su interior.
Pintura al óleo. Ninguno de los pintores de la época era capaz de imitarlo. Aunque no la inventó, sí la perfeccionó. Siempre prestando atención a los más mínimos detalles, solía aplicar en los paneles al menos tres capas de pintura semitransparente, de los colores más claros a los más oscuros. Gracias a ello consiguió crear una increíble sensación de profundidad.
Ropa. Al realizar sus obras prestaba una gran atención a la vestimenta de sus personajes, con una atención excepcional para el detalle. Así representó a la perfección la finísima tela escarlata, fabricada en Gante, Brujas y otras ciudades flamencas y conocida en el mundo entero. La figura divina que aparece en el panel central del retablo lleva esta tela. Pero no solo pintaba todas de una forma muy realista, sino que incluso reflejaba sus costuras.
Miniatura. Era capaz de transformar las miniaturas más pequeñas en figuras realistas. En el retrato de Joos Vijd que forma parte del políptico se aprecian perfectamente las imperfecciones de su rostro.
Luz. La forma en la que juega con la luz y la sombra es realmente sorprendente. Emplea esta técnica hasta en los detalles más pequeños. El volumen de las manos de la Virgen que aparece en la cara anterior del panel central del retablo se consigue gracias a ese juego.
Perspectiva aérea. Pinta los objetos más alejados de forma más borrosa, con colores y contrastes menos intensos, creando así la impresión de que realmente se encuentran más alejados. Esta técnica se aprecia especialmente bien en La Adoración del Cordero Místico. En el panel de Los Caballeros de Cristo, las cimas de la cordillera no están pintadas tan nítidamente como los caballeros en sí.
Jardín paradisíaco. La gran precisión de la obra de los Van Eyck demuestra una vez más sus amplios conocimientos. Mientras la mayoría de los pintores de la época se limitaba a representar plantas irrealistas y demasiado estilizadas, o a plasmar en el lienzo algunas manchas coloridas sin significado alguno, los hermanos destacan por sus flores, hierbas y frutas realistas y bien definidas. Gracias a esta representación detallada, los botánicos han conseguido identificar en el retablo nada menos que 75 plantas distintas.
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