En los dos espacios de la galería se exhiben las pinturas al óleo, utilizando la concepción tradicional de las paredes en blanco en la planta superior, mientras que en el sótano se opta por la Galerie Noir, una sala oscura donde los rojos, negros y blancos destacan con violencia entre esqueletos, rostros y homenajes. Además se incluye la entrevista que le hizo el pintor y crítico Paul Edward Davies en su casa de Madrid.
En un agradable y sosegado paseo por las salas, Vega nos explica de manera expansiva y sin pretensión no tanto lo que quiere expresar en sus cuadros, sino cuál es su planteamiento artístico y su visión pictórica tras una carrera multidisciplinar… Y con humor, claro.
¿El cuadro de Inocencio X está inspirado más en el de Velázquez o en el de Francis Bacon?
Es una visita obligada. Lo jodido en el arte contemporáneo es encontrar una identidad. O te viene o no te viene. Ser original es la cosa más difícil del mundo. La clave es hacer este Inocencio, sabiendo que es Inocencio, pero notándose la diferencia. No es un trabajo de copia, sino de interpretación. Captar su mirada ya es un reto. Cuando lo pinto durante horas me doy cuenta de que el hombre está harto (risas). He cambiado el papel que sostiene en la mano del original de Velázquez por una quiniela. Es el simbolismo del papa que sabe que todo es azaroso. Como dijo Woody Allen: «si quieres hacer reír a Dios cuéntale tus planes».
Respecto a la identidad, ¿cree que es un proceso de hacer más que de buscar?
O te viene o no te viene. Es una cuestión de estar abierto. No se consigue con esfuerzo. No tiene ningún mérito, es una suerte.
La pregunta más básica. ¿Por qué el rojo?
Por simplicidad. La pintura debe conmover. Si entras en una habitación y no notas que hay un cuadro es que aquello no funciona. Lo que busco es el impacto, la comunicación con la persona. Me quito de encima mis sentimientos y ahí se quedan. Si he querido expresar algo, es mío. Lo que importa es qué te suscita a ti, qué interacción tienes con el cuadro. La esencia que yo busco es la transferencia con la persona. No hacen falta muchos colores, por eso uso el blanco (la luz), el negro (la oscuridad) y el rojo. Es la razón por la que montones de logotipos y banderas usan estos colores.
Además es un rojo particular, muy sangriento.
Este rojo no lo he inventado yo, es el rojo de la Coca Cola. No lo venden en un bote. No tiene misterio, es un rojo mío, una determinada mezcla de colores.
Entiendo que no quiera dar explicaciones a sus cuadros, pero, ¿hay alguna razón para usar los elementos que los componen?
Siendo serios, en el arte no hay razones. Si no sería un tratado científico. Es algo mucho más laxo. Por ejemplo, en La tierra prometida utilizo esqueletos desestructurados como metáfora de la futilidad de la vida. Vamos a hablar de lo único serio, que es el humor. En Los estados del ser, un homenaje a Helmut Newton, cuatro elementos: la señora vestida, una desnuda, una esquemática y mi esqueleto desestructurado. No busco el preciosismo, soy más directo. La idea que subyace, en el arte en general, es la de una ventana con filtros, ya que en la realidad no hay nada. En física, las partículas subatómicas aparecen y desaparecen de la nada. El ser humano está obligado a estructurar el mundo y darle un sentido, pero al final te encuentras con que literalmente no hay nada. El arte es como si pusieras velos y los quitases. Lo que haces es mitigar tu angustia de no ver nada. En la medida en que los cuadros son transparentes hacia la nada funcionan mejor.
¿Por eso carga sus pinturas con tantos elementos?
Bueno, también es por mi tendencia al barroco. La historia de la pintura ha ido quitando velos, distorsionando las figuras, quitando el color. Desde una pintura que imitaba a la realidad hasta la pura abstracción. Aunque la abstracción a veces está tan descontextualizada que ya es difícil transmitir nada. Es arte porque produce ese efecto de mirada. Estás generando discurso contra la nada, como el vacío que tienes cuando construyes una casa. Si oyes el silencio es apabullante. No somos capaces de tolerar el silencio.
¿Qué opina de las categorías? Porque parece que todo debe ser categorizado y etiquetado.
Es la necesidad del mercado. Por una parte está el goce y por otra el mercado y el negocio. Sobre todo va vinculado a la originalidad. Seguramente las primeras muestras de fauvismo y cubismo no tenían la intención que se le dio después. Va por detrás del movimiento. El pintor hace lo que puede y los demás le dan forma.
¿ Y qué han dicho de usted?
Se quedan desconcertados, no me han etiquetado. De parecerse a algo diría que tiene un vínculo con el expresionismo. No creo que haga escuela (risas). Pero tiene su identidad y su originalidad.
¿Cómo ha sido venir de otras disciplinas y ahora estar más focalizado en la pintura? ¿Le ha influido su actividad previa (cine, documental, etc.)?
Ha sido por la edad, el planteamiento vital, el tiempo… Cuando trabajas con la imagen estás constantemente produciendo cuadros en movimiento. Estás casi pintando. En un cuadro es incluso más fácil.
¿Por qué la elección de la oscuridad de la sala?
La intención es concentrarte en el cuadro y descontextualizarlo. Conseguir que sea una mirada muy limpia y no contaminada. Si lo aislas parece que están flotando en el aire, pues solo ves el cuadro. Es el efecto túnel o ventana. Te permite mirar el cuadro con más facilidad. Aporta fuerza y serenidad.
Por los colores que usa parece muy apropiado.
Sí, pero yo creo que funcionaría casi con cualquier color, excepto con los negros, que costaría más verlos (risas). Pero es un contraste muy fuerte. Si pusieses un Van Gogh, con sus amarillos y verdes, quedaría muy bien. También es por buscar otra manera de presentar las cosas. Por eso el nombre de Galerie Noir, y el concepto de pop-up gallery.
¿Tiene cierta urgencia al pintar?
Pinto bastante deprisa, es casi una necesidad. Estoy en las antípodas de Antonio López (risas). No pinto alocadamente, pero deprisa. No tengo otra manera. Creo que los cuadros se disfrutan mucho cuando se piensan, más que cuando se hacen.
Es la visión de Hitchcock con su cine. Lo divertido era pensar y dibujar la película, no tanto hacerla.
A mí me pasa un poco lo mismo. Ahora tengo una lista de unos cien cuadros que me gustaría hacer. Cuando se me ocurre los anoto, y los voy pensando. Y disfruto mucho cuando los pienso, me los imagino y veo el cuadro pintado. Luego dices, qué pereza, tengo que hacerlo. Lo bueno es que cuando lo haces quizá entre la idea y lo que sale hay mucha diferencia.
Para usted el humor es vital.
Es lo más serio e importante. O la realidad pasa por el humor o la conclusión a la que uno llega es que hay que suicidarse. No busco hacer cosas que den miedo. Busco el humor. Pasan tales barbaridades que la única salida es el humor. En mi cuadro Crist@ muestro cómo estamos crucificados, con plumas en vez de clavos. Así es como estamos crucificados, con tus obligaciones y ataduras, de forma liviana.
Sobre Óscar F. Vega
Artista polifacético. Filósofo y Psicólogo por la Universidad Complutense. Comenzó ayudando a los 16 años en la tienda familiar de cerámica. En sus primeros años de actividad profesional fundó una compañía tecnológica especializada en gestión de bases de datos. Cumplidos los 30 años le atrajo fuertemente el mundo de la imagen. Ha producido y dirigido tres películas, una de ellas de animación, además de cortometrajes y cine experimental, y más de 400 productos para televisión, entre ellos, fundamentalmente, documentales y programas educativos. Fue fundador de un gran grupo de contenidos y servicios audiovisuales que cotizaba en la Bolsa Española. Es miembro de las Academias de Cine y Televisión. Su pintura eclosiona en la madurez con una gran fuerza expresiva fruto quizá de un impulso contenido y depurado por la vida que, en palabras de Paul E. Davies, es como «el genio encerrado que escapa de la lámpara» muchos años después.
Paul Edward Davies: Nos convertiremos en polvo gris. Entonces, ¿por qué crear arte?
Óscar F. Vega: Cada pintura es tu grito a todas tus ideas.