En su ambicioso estudio, publicado en 1916, poco antes de su muerte, Georg Simmel sistematiza sus reflexiones sobre el arte de la pintura: «Si en el arte clásico la representación del movimiento se hace mediante una especie de abstracción, extrayendo el instante del fluir de la vida para cristalizarlo en una forma cerrada, en Rembrandt el momento plasmado parece contener todo el impulso vital que lo precede, parece narrar el discurrir de la vida. En Rembrandt, la representación del hombre está colmada de vida interior pero no es psicológica. Rembrandt alcanza una expresión artística del movimiento vital hasta entonces desconocida: una expresión que no puede traducirse en un método o un estilo sino que depende por entero de su genio. Como demuestran sus retratos, el problema ‘pictórico’ de Rembrandt es sencillamente la representación de una totalidad humana viva, justamente en tanto problema pictórico, y no psicológico, metafísico o anecdótico: su pintura plasma la movilidad de la vida interior».
Por su parte, Emil Ludwig, padre de la biografía moderna, recorre la vida del genio en un atractivísimo y trepidante relato de poco más de cien páginas publicado originalmente en 1923 y asequible para cualquier lector. Aquí un breve ejemplo: «Ámstedam es una ciudad grande y rica, y un pintor joven y de talento puede fácilmente escalar las alturas de la gloria. Rembrandt se siente en terreno firme. Durante siete años había sido su propio maestro, había adquirido experiencia y había estudiado. Ya se siente preparado y maduro, y cree llegado el momento de lanzarse a la aventura…».