Pero qué alma se mete entre pecho y espalda tamaña oferta cultural sin un buen soporte físico, ¿verdad? Pues la oferta de sustento alimenticio para el cuerpo, en Málaga, es igual, o mayor si cabe, que la cultural y artística. Y lo dice un sevillano militante, poco sospechoso de regalar alabanzas a la tradicional rival de la capital andaluza.
En los últimos años, por trabajo o por devoción, he tenido la fortuna de visitar Málaga con cierta asiduidad. Además he contado en alguna de esas ocasiones con cicerones de lujo, como mi amiga Maite y su familia. Y he descubierto una ciudad en la que casi siempre hace buen tiempo, se hace vida en la calle y, en consecuencia, la oferta gastronómica y hostelera es rica, variada y muy asequible.
Desayuno variado
El repaso a la Málaga tabernaria hay que comenzarlo por el desayuno, una de sus especialidades. Los molletes y pitufos, panes blandos y porosos, encajan a las mil maravillas cualquiera de los rellenos que uno desee untarles para empezar el día: aceite, mantequilla, manteca colorá, zurrapa de hígado o lomo, etcétera. Un espectáculo que se produce a diario en decenas de locales de la ciudad y del que he podido disfrutar recientemente en dos locales cercanos, en la calle Camas, junto al Pasillo de Santa Isabel y el cuace del Guadalmedina: Te-Piko y El Mortal. O en un local bien curioso que, sin duda merece la visita; la falsa tienda de artesanía La Recova, que esconde al fondo del local un pequeño comedor que bulle a primera hora de la mañana con su oferta de rebanadas de pan de pueblo y sus diversos acompañamientos.
En este apartado matinal hay que hacer una advertencia. Cuidado porque en Málaga los cafés se piden con una nomenclatura completamente diferente a la del resto de España. No hay cafés con leche, cortados o leches manchadas. Allí los paisanos se toman un nube, un sombra, un solo o un entrecorto o un semilargo, entre otros, siguiendo el curioso patrón institucionalizado por el Café Central en los años 50.
Es visita obligada, si nos pilla abierto, el mercado central de Atarazanas, un precioso edificio de finales del XIX que encierra buena parte de la despensa de la ciudad malagueña. Especialmente espectacular son las zonas de pescado y marisco y las de frutas. Confieso, como se irá viendo en esta serie, que tengo devoción por los mercados. Mi padre decía que podía evaluar la calidad de vida de una ciudad por sus pastelerías y sus quioscos. Y a mí me gusta hacerlo con sus plazas de abastos. Y ésta de Málaga es una delicia, no se la pierdan.
Vinos de Málaga
A pocos pasos del mercado se puede disfrutar del aperitivo en la Antigua Casa de Guardia, una taberna con tremendo sabor añejo y una inmejorable oferta de vinos, sobre todo de la denominación de origen Málaga, servidos a granel directamente de sus centenarias botas. El local, aunque se llena a diario de turistas y visitantes, aún mantiene el ambiente de vieja bodega portuaria.
Si hace buena mañana, merece la pena escaparse a la playa de Pedregalejo para dar un paseo por la orilla y comer en alguno de sus restaurantes en primera línea. Hay muchos de calidad, pero mi favorito es Maricuchi. Allí nos llevó por primera vez Maite con su familia, su querida tía Cuca entre ellos, en un soleado mediodía de diciembre para una comida inolvidable en la que disfrutamos a dos carrillos de bolos y conchas finas, espetos de sardinas, tomate aliñado y pescaito frito como sólo se fríe en Málaga.
Por la noche, de vuelta al centro de la ciudad, se puede disfrutar de una fritura igual de rica en Casa Vicente, donde sobresalen las berenjenas rebozadas. Igual que tengo filias tengo fobias, y es cierto que la obligación de beber cerveza San Miguel echa un poco para atrás en este populoso y concurrido establecimiento, pero creo que merece la pena superar los prejuicios o, aún mejor, pedir un vino blanco para acompañar la comanda.
Locales auténticos
La oferta de tapeo y restauración en el centro de la ciudad es estupenda, aunque hay que saber distinguir los locales más auténticos y con mejor oferta de los sitios de comida rápida, o similar, que frecuentan los turistas extranjeros recién llegados a la ciudad.
Cerca de Casa Vicente está otro de mis locales favoritos, Los Mellizos. En este restaurante, que tiene dos de sus locales, con barra de tapeo, en la calle Sancha de Lara, se puede disfrutar también de buenas frituras pero, sobre todo, de un gran marisco. Bolos, conchafinas, gambas, cigalas o unas deliciosas coquinas salteadas al natural, sin oloroso ni nada, muy diferentes a cómo se sirven en Sevilla y Huelva pero igualmente deliciosas.
Más hacia el interior del caso histórico, en el que se puede profundizar por la calle Larios, ya profusamente decorada por Navidad, podemos acercarnos hasta uno de mis más recientes descubrimientos en Málaga, el Mesón Mariano, un pequeño templo de la comida más típica que brilla con sus ensaladas, pescados y asados pero, sobre todo, con sus seis o siete maneras distintas de preparar la alcachofa, una de mis verduras favoritas y que en este local miman para disfrute de sus clientes.
En Málaga, al final del camino de losas amarillas que bien podría ser la calle Granada no se encuentra el arcoíris, como en El Mago de Oz, sino el Pimpi, el local más popular de la ciudad. Éste, también a tope siempre de excursiones y cruceristas, ha logrado equilibrar la capacidad de atender a una gran cantidad de público en un local grandísimo con una gastronomía variada, de calidad y servida por un personal más que eficiente.
Malagueña y exquisita
Esta taberna es uno de los bares malagueños en los que se puede disfrutar de nuevo de la Victoria, “malagueña y exquisita”, la cerveza local que a punto estuvo de desaparecer en los años 90 y que ahora acaba de estrenar renovada fábrica en la ciudad.
Más allá de sus famosos barriles firmados por personajes famosos, uno de los atractivos del establecimiento, en el Pimpi se puede degustar una buena oferta de la comida más típica de toda la provincia malagueña, incluyendo casquería y platos de caza de los pueblos serranos del interior o una magnífica ensaladilla. ¿Es el más original y auténtico de la ciudad? ¿El más escondido? Seguro que no, pero es un acierto siempre.
Tras la cena, el clima de Málaga invitará al visitante, seguro, a subir a alguna de sus terrazas para disfrutar de una copa o un cóctel y, mejor todavía, de las vistas de la ciudad, el puerto y el mar. Yo recomiendo tres: la del hotel AC Málaga Palacio, con un privilegiado tiro de cámara sobre la cubierta de la Catedral; la del Oasis Hostel, que ofrece un ambiente muy joven y divertido con bebidas a buen precio; y la del hotel Room Mate Valeria, recientemente inaugurado y con una situación privilegiada junto al puerto.
Visto lo visto, quiero creer que queda demostrada mi tesis de apertura. La gran oferta artística y museística de Málaga no sería digerible, disfrutable, sin el soporte de una ciudad tabernaria y hostelera que permite llenar el depósito de comida, bebida, diversión y buenos ratos. Parafrasenado el latinajo, podríamos decir algo así como mens curiosa in ventri plenus, mente curiosa en barriga llena, más o menos. No se lo pierdan.