Durante este período, protagonizado por el senador McCarthy, la gran nación democrática se paseó al límite de la tentación fascista, al fomentar oficialmente un período inquisitorial durante el cual muchos ciudadanos inocentes sufrieron persecución por simples sospechas de carácter ideológico.
En 1938 y con la intención inicial de impedir la penetración nazi en Estados Unidos, el Senado creó el Comité de Actividades Antiamericanas, un órgano que al finalizar la Segunda Guerra Mundial parecía tener los días contados, pero que su patrocinador, el senador Ranking, consiguió reactivar cuando estaba a punto de ser disuelto, pasando a ser una Comisión Permanente de la Cámara de Representantes.
Comité de Actividades Antiamericanas
Ante la falta real de contenido práctico, sería la etapa de la Guerra Fría la que dotara a esta Comisión de un nuevo objetivo: la represión del comunismo en Estados Unidos, ya que el contexto político de enfrentamiento entre las dos grandes potencias comenzaba a ser particularmente tenso a medida que la URSS experimentaba con la bomba atómica en 1949, Mao Zedong llegaba al poder en ese mismo año en China y la Guerra de Corea empezaba en junio de 1950.
El resultado fue que toda persona considerada sospechosa era inscrita en una lista, privada de su puesto de trabajo o internada en un centro de detención. Espoleadas por McCarthy, las sesiones del Comité de Actividades Antiamericanas, en un clima de sospecha alimentado por la difamación y los rumores, descubrieron efectivamente algunos «culpables», pero a costa de perseguir a muchos inocentes.
Así se inició lo que sus oponentes denominaron como «la caza de brujas», una operación en la que los más diversos personajes de los medios de comunicación, del Gobierno y algunos militares fueron acusados por McCarthy de espiar para la URSS o simpatizar con el comunismo.
Afectados y resistencia
Y en este contexto, naturalmente, la persecución tardó poco en extenderse al mundo de la cultura, donde escritores –como Bertolt Brecht, que tuvo que escapar a Europa tras declarar su inocencia– y en general, personas pertenecientes al mundo del cine –directores, guionistas y actores– resultaron afectados, al incluir sus nombres en las llamadas “listas negras”, un hecho por el que una ley no escrita les impedía de facto publicar nada en cualquier medio de comunicación ni participar en ningún proyecto cinematográfico.
Sin embargo, también hubo algún amago de resistencia en actores como Lauren Bacall, Humphrey Bogart, Gregory Peck, Katherine Hepburn, Kirk Douglas, Burt Lancaster, Gene Kelly o John Huston y periodistas como Edward R. Murrow –cuya historia se cuenta en la película dirigida por George Clooney Buenas noches y buena suerte– que afirmaban que lo que en teoría era una actividad para proteger al Estado no dejaba de ser sino una sistemática destrucción de los derechos civiles.
Destrucción de los derechos civiles
Otros, como es el caso de Gary Cooper, Ronald Reagan, Robert Taylor y los más sonados de Walt Disney y Elia Kazan colaboraron activamente con el Comité, sirviendo de chivatos para McCarthy, denunciando a otros cineastas y pronunciando además discursos patrióticos de tono anticomunista.
Pero según fue pasando el tiempo, el senador católico elevó el nivel de sus acusaciones, intentando incluso acusar al prestigioso general Marshall y, ya en el mandato del presidente Eisenhower, al mismísimo secretario del Ejército, lo que terminó por desacreditarlo y le llevaría a ser destituido en 1954, aunque la actividad represiva del Comité todavía continuó, con menor ritmo, durante algunos años más.