La publicación especializada ARTINFO ha publicado recientemente un estudio en el que se revisan y ordenan –por su valor artístico, en opinión de los editores– una serie de obras de arte inspiradas en los diferentes enfoques de pensamiento provocados por este gigante informático. De “mejor” a “peor”, la valoración es la siguiente:
1. La decisión personal de David Hockney de comenzar a realizar sus pinturas sobre la brillante superficie de un iPhone y posteriormente de un iPAD le ha convertido prácticamente en una especie de portavoz no oficial de Apple. Después de enviar por correo electrónico durante varios años y casi a diario «cuadros virtuales» de flores a sus amigos, ahora ha expuesto públicamente su obra en la Fundación Pierre Bergé/Yves Saint-Laurent de París.
Los tonos digitales de Hockney han sido comparados por la crítica con los conseguidos por Picasso y Matisse, desterrando cualquier duda sobre la posibilidad de que el gran arte y las pantallas táctiles puedan coexistir. «El color seduce», dice el artista en un vídeo publicado en la página web de la Fundación. «Por supuesto que sí. ¿Qué hay de malo en eso? ¿No quieres ser seducido? Responde él mismo a su pregunta.
2. El artista británico Tom Phillips tardó décadas en realizar su manuscrito iluminado A Humament, que finalmente completó utilizando un iPAD. El proyecto comenzó en 1966, cuando Phillips tomó una novela victoriana de un autor prácticamente desconocido, WH Mallock, titulada A Human Document (Un documento humano) y la reelaboró –a través del propio texto, collage, tinta, pluma y pintura– en una nueva versión totalmente diferente.
Con estos elementos, Phillips realizó cuatro ediciones impresas, que no terminaban de agradarle. Pero la quinta versión la publicó como una aplicación de iPAD, con una versión para iPhone lista para lanzar en breve. Phillips declaró al diario británico The Independent que «en el iPAD las páginas se ven mejor que en la vida real, debido a la brillante calidad de la pantalla”. La aplicación cuenta además con una posibilidad adicional llamada «El Oráculo», por la que dos páginas cualesquiera pueden ser encontradas juntas al azar, creando interesantes yuxtaposiciones y nuevos significados de la obra.
3. Una gran obra de arte no se consigue solo por pegar una «i» en el frontal de una pieza. Es el caso de la torre para iPhone realizada por Electroboutique (la marca artística de Aristarj Chernyshev y Alexei Shulgin ) que ha sido considerada de un modo generalizado como la peor escultura presentada en la Frieze Art Fair 2010 celebrada en Londres.
El gigantesco iPhone trenzado fue titulado «3-G International», una referencia a la bella Torre de Tatlin, el monumento que nunca llegó a realizarse para la Tercera Internacional. Pero mientras que la torre de Tatlin dispone de un visionario atractivo enloquecido, las curvas del iPhone de Electroboutique son verdaderamente aburridas.
4. El artista y diseñador con sede en Brooklyn, Alex Dodge, tuvo el verano pasado expuesta una obra de inspiración tecnológica que en lugar de arte parecía más bien una versión de ciencia ficción del Apple Store. El prototipo, llamado “Generative Inc.”, se presentaba como un verdadero laboratorio de I+D y afrontaba diferentes niveles entre la fantasía y la realidad: desde los «Powerstep», unos zapatos que utilizarían la energía al caminar para recargar un móvil, hasta dispositivos bastante más inquietantes como el «Sleep Talker» (hablador del sueño), una gorra blanca con electrodos que sincronizaría vía on line el estado de sueño de una persona a lo que estén pensando sus amigos en esos momentos.
Ataques de amor
5. Erik Isaac creó una obra con 100 pantallas destrozadas de iPhone, colgándolas de un hilo de pesca a unos cuantos centímetros sobre el suelo de la galería, en una instalación que pretendía ser una reflexión meditativa sobre el ciclo de vida de un producto. Aunque dice amar locamente su iPhone, el artista declaró al Denver Post que quería «mostrarlo con una altura menor, con el objetivo de rebajar su elevada imagen”. A la pregunta de quienes fueron los principales asistentes a su exposición, Isaac reconoció: «La mayoría, los mismos propietarios de los teléfonos rotos usados en la muestra».
6. Pero el tratamiento otorgado por Erik Isaac al iPhone se queda casi como ingenuo comparado con lo que hizo Michael Tompert, un diseñador gráfico de San Francisco, quien compró varios productos Apple nuevos, los destruyó y tomó fotos de los resultados. Le disparó a un iPhone con un arma de fuego, aplastó un iPod Nano en las vías del tren y cuando el iPAD se le resistió al martillo, lo quemó con un soplete de soldar hasta que explotó.
El crítico de arte de Los Angeles Times comentó al respecto: «los aparatos destruidos contienen cepas de dadaísmo y surrealismo”. A pesar de sus impulsos destructivos, Tompert, al igual que Erik Isaac, asegura amar la marca. De hecho, se trata de un ex empleado de Apple.