Intercalando sus propios recuerdos con los de Gumersindo de Azcárate "personaje muy interesante que está completamente borrado de la historia de España y que fue uno de los fundadores de la Institución Libre de Enseñanza”, Eduardo Arroyo, aunque reconoce considerarse artista por encima de todo, va narrando en este libro las historias y recuerdos "de un individuo que quiere explicarse muchas cosas, aunque otras muchas hayan quedado en el tintero", según sus propias declaraciones a Efe.
Un doble juego justificado por el hecho de haber utilizado – a modo de homenaje – el mismo título que el de las memorias de Gumersindo de Azcárate, para un libro en el que Arroyo reivindica el enfado como manera de enfrentarse a "la cultura de la queja y el victimismo".
"Ha sido un encargo que me he hecho a mí mismo" y como no podía ser de otra forma el libro está lleno de nostalgia, humor y un cierto enfado crítico lo que, reconoce, es algo innato en él. "Mi actitud con respecto al medio y la sociedad en la que vivo es completamente crítica y es muy difícil que no aparezca esta postura en el rigor, en la desnudez de unas memorias".
Espera que la lectura de estas reflexiones despierte, al menos, la sonrisa del lector ante algunas situaciones. "Es un poco auto-irónico y lo mas cercano a lo que vivo y lo que soy. A algunos no les gustará pero qué le vamos a hacer, si se hubieran comportado mejor no les hubiera ocurrido esto".
Sus palabras se suavizan cuando habla de la pintura "lo es todo, es mi propia vida. Es un oficio de vida y muerte: si te equivocas mueres", y se irrita al tratar la labor de los medios de comunicación, como en el caso de “Bacon en el Museo del Prado y a Goya en el Reina Sofía", que defiende, “ya que hay que ser libres para mezclar: "todo lo aparentemente bastardo, es positivo".
Editado por Taurus. 330 páginas. 20,00 €