Un grupo de 30 esculturas monumentales de Tell Halaf, en Siria, han sido reconstruidas después de haber resultado pulverizadas en 25.000 fragmentos durante un bombardeo en la Segunda Guerra Mundial. Las esculturas, realizadas en basalto, datan de poco después del año 1000 a.C. y fueron expuestas en Berlín, en el Museo Charlottenburg, hasta que una combinación de fuego y agua causaron daños devastadores.
Después de la guerra, problemas jurídicos y políticos hicieron que su restauración no pudiera ni siquiera considerarse. Aunque la reunificación de Alemania, en 1990, disminuyó las dificultades, los conservadores inicialmente temían que la reconstrucción de las esculturas fuera imposible. Sin embargo, finalmente se inició en 2002 el arduo trabajo que ahora está a punto de concluir.
Tell Halaf está situado al noreste de Siria, cerca de la frontera con Turquía y es actualmente una región kurda. Sus orígenes se remontan al año 6000 a.C., a finales del Neolítico, pero los restos más importantes allí encontrados pertenecen a la civilización Aramea, del siglo X a.C.
El proyecto de reconstrucción se inició en 2002, en dos grandes salas de un antiguo taller de ensayo de materiales en Friedrichshagen, en los suburbios del este de Berlín. Ochenta metros cúbicos de escombros fueron distribuidos en 200 paletas de madera y se comenzó el increíble trabajo de montaje de las piezas. En principio se pensó que podría utilizarse la ayuda de la informática para escanear las imágenes de los fragmentos y hacerlos coincidir, pero el sistema no terminó de ser práctico. "El hombre ha resultado superior a los ordenadores", comentó el director del proyecto Dr. Lutz Martin.
Un examen minucioso del basalto reveló muy pequeñas diferencias en el color, el tamaño de grano de cristal y las intrusiones en la piedra utilizada para cada una de las 30 esculturas, de modo que cuando se comenzó la reconstrucción de cada estatua individualmente, las piezas talladas del exterior fueron identificadas en primer lugar por su deterioro y suciedad y a continuación se encajaron los elementos interiores correspondientes, en una especie de rompecabezas tridimensional. Afortunadamente existía una documentación gráfica muy buena sobre las obras, de antes de la guerra.
Al final, ha podido ser reutilizado el 95% de los materiales (en volumen), a pesar de que ha quedado una considerable cantidad de arena prácticamente pulverizada. Los fragmentos fueron ensamblados primero con pegamento temporal y más tarde de un modo más permanente con resina epoxi reversible. No se utilizó ninguna pieza de metal ni clavos.
Las marcas de las roturas siguen siendo muy visibles, y no se ha intentado disfrazarlas. Cuando falta alguna pieza grande (algunas ya faltaban antes de la guerra), se han añadido injertos utilizando una mezcla de tierra de basalto, arena y resina, con una coloración gris ligeramente más clara que la de la piedra original.
Algunos fragmentos de vidrio fundido y asfalto procedentes del propio Museo Charlottenburg durante los bombardeos se han respetado, aunque de manera no visible, en la superficie de alguna de las estatuas, ya que se ha considerado que ahora también forman parte se su historia. Los trabajos de conservación se estima que estarán finalizados el próximo mes de octubre.