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«La bella durmiente» en el Prado

La muestra, que abre hoy sus puertas se podrá visitar hasta el 31 de mayo, ha contado con el patrocinio del BBVA y el comisariado de Gabriele Finaldi, director adjunto de Conservación e Investigación del Museo del Prado.

Obras maestras victorianas

La escasez de pintura británica en los fondos de la pinacoteca madrileña y el cierre temporal del Ponce de Puerto Rico sirven de pretexto para esta interesante exposición que reúne obras maestras de Thomas Seddon, Dante Gabriel Rossetti, Edward Burne-Jones, Sir John Everett Millais,  William Holman Hunt y Lord Frederick Leighton, entre otros. De esta forma se traza un amplio período cronológico que abarca diferentes corrientes estilísticas: el Romanticismo, el Neoclasicismo, las experiencias de la Hermandad Prerrafaelita y el anuncio del Simbolismo.

Todas las obras que pueden verse en la exposición, destacando las joyas de la muestra como el Sol ardiente de junio (1895) de Lord Frederick Leighton y el Sueño del rey Arturo en Avalon (1881-1898) de Burne-Jones, fueron adquiridas en Europa y Estados Unidos por el promotor del museo puertorriqueño, el filántropo Luis Alberto Ferré. A él se debe la fundación en 1965 del Museo de Arte de Ponce que hoy atesora más de tres mil obras de arte comprendidas entre los siglos XIV y XX, todas ellas de una excepcional calidad.

Escuela inglesa

A todo ello hay que añadir el significativo papel  que ha tenido la escuela inglesa en la historia de la pintura. Un papel complejo, heterodoxo y no siempre de fácil concreción que terminó con disputas intelectuales que afectaron a los desarrollos del resto de escuelas europeas, especialmente la francesa.

Desde la consolidación de sus grandes retratistas, Sir Joshua Reynolds y Thomas Gainsborough, el ámbito británico entró en el siglo XIX de la mano del profeta y visionario William Blake, confeso seguidor de Miguel Ángel y el mundo italiano del Renacimiento Clásico del siglo XVI. De hecho, Blake terminó siendo la bandera de una estela de pintores –como Samuel Palmer o Edward Calvert– afanados en diseñar el futuro mirando a un remoto pasado, visto siempre como mejor y único motor de un presente cada vez más racionalista, mecanizado y gris. No obstante, el siglo XIX británico osciló en una doble corriente –siempre poética– de optimismo y pesimismo ante los avances y descubrimientos científicos, hecho que ya había quedado vaticinado un siglo antes por los pinceles de otro gran pintor y precursor del mito romántico: Joseph Wright de Derby.

Por ello, la época victoriana terminó siendo un anuncio de algo tan moderno como la contradicción, ya que sus pintores abrazaron en muchos casos técnicas y discursos a la moda aparentemente intrascendentes, para encubrir temáticas fascinantes que, aún hoy, siguen sin ser completamente descifradas. Ese punto de fascinación es, precisamente, el que conduce a detenernos ante los lienzos de los pintores de la Hermandad Prerrafaelita –llamados así por decirse seguidores de los pintores anteriores a Rafael–, todos ellos abocados a firmar el fin de la pintura alegórica y convertir su degradación en una obra de arte.

Introspección idealista

Sin duda, fue esta Hermandad Prerrafaelita, que mucho arrastraba también de sus allegados Nazarenos alemanes, la encargada de continuar la introspección idealista de Blake frente a las posturas más academicistas representadas por la pintura de Reynolds, confeso enemigo del alarde subjetivista de aquel profeta de la pintura. Aunque la vida oficial de este conciliábulo de “raros” fue corta (1848-1856), contó con dos etapas fundamentales: una temprana, representada por las figuras de Dante Gabriel Rossetti, William Holman Hunt y John Everett Millais, y otra de madurez, ligada fundamentalmente a los trabajos de Edward Burne-Jones y George Frederick Watts.

El estilo general del grupo se asoció primeramente con los maestros italianos de finales del Trecento (Gentile da Fabriano, Antonio Pisanello…) y principios del Quattrocento (Masaccio, Fra Angelico, Piero della Francesca…), esto es, con un predominio del dibujo y los perfiles definidos. Pero su manejo de los temas –por lo general legendarios y ubicados en una soñada Edad Media– así como la exposición cada vez más sintética de sus formas les llevó a realizar una pintura cada vez más hermética, cada vez más subjetiva, sólo apta para iniciados. El mismo Frederick Watts llegó a decir: “yo no pinto cosas, pinto ideas”.

Compromiso y calidad

Desde las ilustraciones de John Flaxman sobre la obra literaria de Homero, hasta las nuevas visiones del paisaje de John Constable o William Turner, el siglo XIX británico llamó la atención de los artistas continentales. Sus incipientes y tempranos coqueteos con el Simbolismo pictórico germinaron también en teóricos como William Morris –padre del diseño moderno, Arts and Crafts– y llamaron la atención de numerosos artistas y literatos franceses, sin los cuales, no habría existido un historia del arte tal y como la conocemos hoy.

 

Madrid. La bella durmiente. Pintura victoriana del Museo de Arte de Ponce [1]. Museo Nacional del Prado [2].

Del 24 de febrero al 31 de mayo de 2009.