Un rico empresario (siempre convincente Ben Kingsley) con cáncer terminal se somete a un procedimiento médico radical que consiste en transferir su conciencia a un cuerpo sano y joven (el de Ryan Reynolds, que aporta al personaje su pose más convincente).
La lucha por la vivencia eterna va sobre ruedas hasta que el enfermo empieza a descubrir que el cuerpo que habita pertenecía a una persona que lo vendió a cambio de dinero. Dinero que precisaba para el tratamiento de una hija también muy enferma. Con este descubrimiento pondrá su vida en peligro ya que en este lucrativo negocio no pueden quedar cabos sueltos.
Próximo futuro
Eternal sitúa la trama en un futuro próximo en el que las altas esferas del poder intentan acceder a lo único que antes no podían pagar con billetes: la inmortalidad.
En definitiva, la película, bien realizada, bien montada y que reclama la atención constante de quien la visualiza, aborda en clave de thriller algunas de las cuestiones que se derivan de los avances médicos y tecnológicos. Unos avances cuyos límites parecen cada vez más difusos o, dicho de otra manera, un progreso de horizontes ilimitados.
Como ha dicho Tarsem Singh (el director, entre otras, de La celda o de la versión de Blancanieves protagonizada por Julia Roberts): «Nuestra mente puede vivir mucho más tiempo de lo que nuestro cuerpo físico ha evolucionado para vivir, pero, ¿qué podemos hacer al respecto? Si Einstein o Steve Jobs hubieran podido vivir un poco más seguramente habrían contribuido mucho más a la humanidad».
Los españoles Álex y David Pastor (Infectados, Los últimos días) firman un guión que llamó la atención tras figurar en la clásica «Lista Negra» de los mejores guiones de cine no producidos que se elabora cada año con los textos mejor valorados por productores y ejecutivos de estudios americanos.
En su papel de guionista, Álex Pastor se pregunta: «¿Qué pasaría si la muerte no fuera igual para todos y el dinero pudiera salvarte?». A su modo, Eternal intenta responder a tan dramática cuestión.