¿A qué huele el diablo?

En su segunda película como realizadora, la también guionista Léa Mysius instala la cámara en un pueblo rodeado de monumentales montañas para contarnos la historia de Vicky (Sally Dramé), una niña solitaria que tiene un olfato prodigioso. Ese don le permite identificar y reproducir cualquier aroma. Sin que nadie lo sepa recoge los olores que le interesan, los guarda y los colecciona en una serie de frascos que etiqueta minuciosamente. Entre ellos, siempre en secreto, ha capturado el aroma de su madre, Joanne (Adèle Exarchopoulos), por quien siente una devoción sin límites.

Aunque no tiene buena relación con sus colegas del colegio, su vida discurre sin contratiempos -la compañía de su madre le basta-, hasta que la hermana de su padre, Julia (Swala Emati), mujer de carácter difícil y complicado pasado, irrumpe de improviso con la intención de quedarse a vivir en su casa, lo que provoca, además del desconcierto de la pequeña, continuas discusiones entre sus padres.

En ese tenso clima, Vicky reproduce el olor de la recién llegada y, casi sin quererlo, a través del olfato se ve transportada a oscuros recuerdos que le conducen a descubrir impensables secretos de su pueblo, de su familia y de su propia existencia.

Tras la impactante Ava, que en 2017 recibió el premio SACD que otorga la Sociedad de Autores y Compositores Dramáticos de Francia, Léa Mysius entrega su segundo filme como realizadora para, a través de historias que a nadie dejan indiferente, plantear cómo lo misteriosamente mágico también puede formar parte de la vida cotidiana.

Como guionista su carrera es notable, al firmar títulos como Oh Mercy! (2019) y Los fantasmas de Ismael (2017), ambas dirigidas por Arnaud Desplechin. Adiós a la noche (2019), de André Téchiné; París, distrito 13 (2021), de Jacques Audiard y Stars at Noon (2022), de Claire Denis.  

Al confesar los orígenes de Los cinco diablos comenta: «La película nace en torno a la idea de una niña obsesionada con los olores. Viene de un interés muy personal en el tema. Desde que era muy joven me he estado entrenando para oler, reconocer aromas y reproducirlos, pero no se trataba de un deseo de entrar en el mundo de la perfumería; era algo más primitivo, más puramente sensorial. Por otra parte, el género fantástico me permitía hablar de las obsesiones humanas de una manera lúdica, espectacular y escalofriante. Quería que esta película nos hiciera reflexionar sobre nuestra sociedad, nuestras opciones de vida, nuestras desilusiones, nuestras obsesiones. Lo fantástico es sólo un medio y no un fin».

Y al referirse al carácter de sus personajes, claramente transgresores en el hábitat conservador en el que viven, Mysius hace una declaración de intenciones y desciende al mundo real para mostrar su preocupación por el actual panorama. “En Francia, los partidos de extrema derecha se han convertido en una fuerza muy poderosa, lo que resulta muy inquietante. Por eso en Los cinco diablos he querido poner de manifiesto la multiculturalidad mestiza y diversa de mi país. Los padres de la pequeña, que es mestiza, son una mujer blanca y un hombre negro, las dificultades que tienen que soportar evidencian que en el fondo toda la familia es víctima del racismo”.