Su historia profesional, tras dejar atrás un salpicado de trabajos como dependiente en una carnicería, camarero, portero, vendedor e incluso miembro de la Marina francesa en donde sirvió como paracaidista entre 1953 y 1954 durante la Guerra de Indochina, se inició casi por casualidad cuando a los 21 años entabló relación con la actriz Brigitte Auber con la que viajó al Festival de Cannes. Allí no pasó desapercibido. Era cuestión de tiempo que su arrolladora prestancia se hiciese con las pantallas.

El primero en fijarse en su potencial fue el entonces ya consagrado productor estadounidense David O. Selznick, que le ofreció un contrato con la condición de que mejorara el inglés, algo que Delon, que hablaba con un marcado acento francés, nunca llegó a dominar. La aventura del otro lado del Atlántico no llegó a fraguar pues en París el realizador Yves Allégret le convenció para que se quedara en su país ofreciéndole un papel en Una rubia peligrosa, filme en el que también debutaba Jean Paul Belmondo.

Pronto su carrera tomó velocidad cuando protagonizó Amoríos, un auténtico boom taquillero en el que compartía papel estelar con Romy Schneider, con la que mantuvo un largo romance que convirtió a la pareja a nivel mundial en el faro romántico soñado. Tuvieron dos hijos y esa relación, basculando entre la pasión y la amistad, se mantuvo hasta la trágica desaparición de ella en 1982.

Pero el gran salto internacional se produjo en 1960 de la mano de dos largometrajes para la historia que le consolidaron como un sólido  intérprete de múltiples registros. A pleno sol, basada en la novela El talento de Mr. Ripley de Patricia Highsmith, fue unánimemente aplaudida por la crítica e incluso la propia escritora se mostró entusiasmada con la actuación del protagonista. Meses más tarde, Delon quedaría definitivamente encumbrado con su papel en Rocco y sus hermanos, el gran filme dirigido por Luchino Visconti.

En teatro haría su debut en París en 1961 con la obra de John Ford Tis Pity She’s a Whore junto a Romy Schneider, una producción también dirigida por Visconti que batiría récords de taquilla.

El resto, una trayectoria admirable no exenta de altibajos que han visto en las salas cerca de 150 millones de espectadores, corre hoy por los noticiarios del mundo en los que se habla del carácter controvertido de un individuo irrepetible que en 2019 recibiría en Cannes la Palma de Oro por el conjunto de su trayectoria.

También un ser humano al que la vida, según propia confesión, le llevó a tener que renunciar no pocas veces. Renuncias afectivas: fue un seductor visceral que sufrió sonados abandonos, parejas e hijos incluidos. Frustraciones profesionales, pues no realizó algunos de los sueños por los que luchó como su expreso y repetido deseo de protagonizar Lawrence de Arabia o la de armar una gran compañía de teatro. O las derivadas de declaraciones poco afortunadas (en relación, por ejemplo, con los colectivos gays), o con afinidades políticas extremas que le granjearon enconadas disputas.  

«Mi vida está llena de adioses», dejó escrito. Esos adieux se han cerrado definitivamente. Adieu a Delon, el guapo Alain, un actor para la historia.