En estos tiempos de plataformas de contenido casi ilimitado (aunque monocorde) y consumo acelerado, de la generación faster, que engulle las series en el móvil a mayor velocidad, es difícil recordar la importancia que tuvo la televisión como fenómeno de masas. Era otra época, donde todo el país se estremecía en colectividad viendo La Cabina, se proponía destrozar su cubertería porque se lo decía Uri Geller o se preguntaba, como si le fuera la vida en ello, quién había disparado a J.R. También fueron los años en que las oficinas y centros comerciales dejaban a sus empleados que enchufaran el televisor para saber cómo acababa Heidi. A nivel personal, me veo obligado a incluir en este podio de momentos televisivos el ciclo que emitió TVE2 en los años ochenta dedicado a las adaptaciones cinematográficas de la obra de Edgar Allan Poe. Roger Corman fue el responsable de estas libérrimas y comerciales adaptaciones, que descubrieron a toda una generación la obra del bostoniano, tamizada por el gótico de celuloide mortecino, pero psicodélico, de Corman y los sobreactuados aspavientos del fabuloso Vincent Price, protagonista de todas las películas del ciclo menos una. Años después, un joven Tim Burton dirigiría el corto de stop motion Vincent (1982), un emotivo homenaje al actor y, de paso, a los cetrinos y neurasténicos personajes que el intérprete encarnó bajo las órdenes de Roger Corman.
Tampoco nos vamos a poner románticos. Roger Corman era un director de películas de ciencia ficción de ínfima calidad que vio la posibilidad de cubrir su obra con una pátina de respetabilidad adaptando a Poe, aprovechando el éxito de los largometrajes de la compañía cinematográfica inglesa Hammer Film Productions, que había puesto de moda el gótico en technicolor. Corman propuso a la productora de James H. Nicholson y Samuel Z. Arkoff American International Pictures un ciclo de traslaciones al celuloide de la obra del bostoniano, con un argumento irrefutable para un productor: los relatos de Poe habían pasado al dominio público, con lo que no tendrían que gastar ni un centavo en derechos de autor.
Corman siempre fue más pirata que cineasta. Su objetivo era ganar dinero produciendo películas baratas, rodadas en poco tiempo y adaptadas a los gustos juveniles, sin preocuparse de su valor artístico, aunque en ocasiones lograra resultados inquietantemente brillantes. Sirva como ejemplo la anécdota de la primera película de Peter Bogdanovich, El Héroe Anda Suelto (Targets, 1968). Corman ejerció como productor en el filme, ofreciendo al prometedor Bogdanovich su primera oportunidad para ponerse detrás de las cámaras. Corman le dijo que acababa de terminar una película con el mítico Boris Karloff y le había sobrado metraje, además Karloff le debía dos días de trabajo, de modo que propuso al joven e inexperto director que usara el metraje sobrante de El terror (The Terror, 1963), rodase con Karloff los dos días pendientes, filmase el resto con otros actores y luego lo juntara todo en un largometraje. Milagrosamente, Peter Bogdanovich unió esos elementos y realizó una excelente película, pero la anécdota sirve para retratar los cochambrosos métodos de producción de Roger Corman.
La carrera como realizador de Corman comenzó a mediados de los años cincuenta, en plena Guerra Fría, cuando los autocines respondían a la paranoia generalizada por un posible holocausto nuclear con cintas de ciencia ficción que reflejaban la fobia estadounidense al comunismo. En ese marco, Corman firmaría sus primeras «joyas» de terror barato como La bestia de un millón de ojos (The Beast with a Million Eyes, 1955) o Conquistaron el Mundo (It Conquered The World, 1956), cuyo monstruo-cangrejo sería inmortalizado en la canción Cheepnis, de Frank Zappa.
Posiblemente el mejor ejemplo de este cine primigenio de Corman sea la inclasificable Emisario de Otro Mundo (Not Of This Earth, 1957), en donde comenzó a aplicar una mezcla de humor y terror, añadiendo al cóctel una sexualidad encubierta para sortear la censura y efectos especiales de baratillo, elementos que aseguraban la rentabilidad de un producto perecedero.
Corman era realista, no buscaba la eternidad cinematográfica sino una película para rellenar las sesiones dobles de los autocines. Tampoco se tomaba demasiado en serio aquellas películas, que han sobrevivido al paso del tiempo gracias a sus carencias, al convertirse en comedias involuntarias, entrando en la insólita categoría del fantaterror «so bad, it’s good» («tan mala que es buena»).
Corman no tenía fama de ser un buen director, pero para la productora American International Pictures tenía una cualidad aún mejor: era rápido. Cuanto menos tiempo tardaba en filmar la película, más rentable resultaba esta. Tan solo en 1957 dirigió siete películas, explorando nuevos géneros, como el musical, en Noche de Rock (Rock All Night, 1957), una de las primeras películas donde se daba cabida a bandas de rock’n’roll, en este caso uno de los grupos de doo-wop más famosos de todos los tiempos, The Platters. Con la intención de atraer al público adolescente rodó una serie de títulos con la palabra teenage como Teenage Doll (1957), sobre una banda de chicas delincuentes, o Yo Fui Un Cavernícola Adolescente (Teenage Caveman, 1958).
El Corman «autor» (aunque él habría repudiado la etiqueta) comenzaría a manifestarse en las comedias negras del realizador. Un cubo de sangre (A Bucket of Blood, 1959) probablemente sea la primera película destacable de Corman, una grotesca burla a la generación beat donde el eterno secundario Dick Miller (por una vez protagonista) encarna al camarero de un bar beatnik, que descubre que la forma más sencilla de ser valorado como escultor por la bohemia clientela es cubrir de yeso el cadáver del gato de su casera. Su éxito provocará una demanda de nuevas obras, que le obligará a convertirse en un asesino.
Inmediatamente después rodaría otra comedia negra, la mítica La Tienda de los Horrores (The Little Shop Of Horrors, 1960), cuyo argumento gira en torno al dependiente de una floristería que cultiva una planta carnívora que se alimenta de seres humanos. En el reparto destacaría un joven actor llamado Jack Nicholson. La Tienda de los Horrores marcó el récord de los rodajes sprint de Corman, ya que fue filmada en solo dos días y medio. La película se convirtió en todo un fenómeno de culto, llegando a estrenarse décadas después un musical en off-Broadway inspirado en la historia original, con libreto de Howard Ashman y música de Alan Menken (la pareja que posteriormente escribiría los éxitos de Disney en los noventa). El musical fue llevado a la gran pantalla por Frank Oz, convirtiéndose en otro título de culto: La Pequeña Tienda de los Horrores (The Little Shop of Horrors, 1986).
Con la realización del ciclo Poe, Roger Corman alcanzaría su mayor prestigio y popularidad, poniéndose a la altura de realizadores de género contemporáneos como Terence Fisher o Mario Bava. El director estaba fascinado por Poe desde niño, pero nunca dejó de ver sus adaptaciones como películas de consumo, traslaciones muy libres y comerciales donde la figura del escritor se convertiría en un fetiche cultural. Pese a ello y, salvo sus incursiones en la comedia bufa, Corman no traicionaría el espíritu del poeta, conservando una atmósfera mortuoria y espectral, enriquecida por el trabajo del diseñador de producción Daniel Haller y el operador Floyd Crosby. La Caída de la Casa Usher (House of Usher, 1960) inauguraría el ciclo. Uno de los mayores aciertos de Corman fue contar con algunos de los mejores escritores de ciencia ficción y terror de su era, como Richard Matheson o Charles Beaumont, para adaptar a Poe. La Caída de la Casa Usher se rodó en dos semanas y contó con un presupuesto de 200.000 dólares (frente a los 20.000 de La Tienda de los Horrores). Fue la quinta película más taquillera de 1960. Los beneficios financiarían el resto de los filmes del ciclo Poe.
Este ciclo estaría formado por siete películas, ocho si contamos El palacio de los espíritus (The Haunted Palace, 1963), cuyo título provenía de un poema de Poe, pero que en realidad adaptaba la novela corta de H. P. Lovecraft El caso de Charles Dexter Ward. Una de las dificultades a la hora de adaptar a Poe al cine es que sus relatos son breves y en ocasiones difíciles de trasladar a imágenes. Es el caso de El pozo y el péndulo, un relato casi abstracto que transcurre entre tinieblas, sobre un militar francés que es torturado por la inquisición en Toledo. El cuento sería adaptado por Richard Matheson en la magnífica segunda película del ciclo, El péndulo de la muerte (Pit and the Pendulum, 1961). El guionista apenas tomaría un par de escenas del magistral relato, ideando una trama que casaría con el espíritu decadente y claustrofóbico atribuido al poeta.
Por su parte, El entierro prematuro, un relato a medio camino entre el cuento en primera persona y el ensayo periodístico, se transformaría en La obsesión (The Premature Burial, 1962), el único largometraje del ciclo que no estaría protagonizado por Vincent Price. En su lugar, Ray Milland interpretaría a un enfermo de catalepsia, al que acosan unas terribles alucinaciones en las que imagina que es enterrado vivo. El guion de La obsesión sería escrito por Charles Beaumont, contando con la participación de un joven Francis Ford Coppola como director de diálogos.
Tanto el corto El gato negro de la película de episodios Historias de terror (Tales of terror, 1962), que tomaba elementos del relato El barril de amontillado, como el film El cuervo (The Raven, 1963), que utilizaba como excusa el mítico poema para elaborar una trama de brujos enfrentados, son los menos valorados por la crítica, porque Corman cedió a un humor que desentonaba con el romanticismo macilento de Poe, convirtiendo al ciclo en una parodia de sí mismo.
Sin embargo, el espectador sin prejuicios podrá descubrir elementos rescatables en estos largometrajes, como la inclusión de viejas glorias del cine de terror como Basil Rathbone, Boris Karloff y Peter Lorre. Y si has tenido la suerte de verlas de niño en los años ochenta, seguramente el duelo de magia entre Price y Karloff de El cuervo esté en tu panteón de escenas preferidas del cine fantástico, como es mi caso.
Corman realizaría en Inglaterra las dos últimas películas del ciclo, un fabuloso broche de oro formado por La Máscara de la Muerte Roja (The Masque Of The Red Death, 1964), una maravilla psicodélica fotografiada por el futuro director Nicolas Roeg abiertamente influenciada por El séptimo sello (Det sjunde inseglet, 1957), de Ingmar Bergman, y La Tumba de Ligeia (The Tomb of Ligeia, 1964), que «traicionaba» la estética del ciclo con sus escenas de luminosos exteriores, rodadas en el inigualable paisaje de Castle Acre Priory, en Norfolk.
No era un realizador flemático. En los cuatro años que le llevó dirigir las ocho películas del ciclo Poe tuvo energía para ponerse tras las cámaras en otras diez producciones, entre ellas otras dos incursiones en el terror gótico, La Torre de Londres (Tower Of London, 1962) y la mencionada El Terror, la cinta apocalíptica Last Woman On Earth (1960) y dos de sus películas más personales e interesantes: la obra maestra de la ciencia ficción psicodélica El Hombre Con Rayos X en los Ojos (X, 1963), con un magnífico Ray Milland interpretando al científico protagonista, y su denuncia al racismo El Intruso (The Intruder, 1962), donde William Shatner encarnaría a un hombre que, haciéndose pasar por reformista, promueve la segregación racial. El sheriff del pueblo donde rodaron la película acabó echando a Corman y a su equipo por «ser comunistas». Con El Intruso Corman probó los sinsabores del cine comprometido, pues fue la primera vez que una de sus películas perdía dinero.
En 1966 volvió a dar muestras de su capacidad para reinventarse y adaptarse a los gustos del público juvenil con Los Ángeles del Infierno (The Wild Angels, 1966), una película de moteros protagonizada por Peter Fonda y Nancy Sinatra que se adelantó unos años a Buscando mi destino (Easy Rider, 1969), el clásico hippy realizado y protagonizado por tres actores que comenzaron en la escuela Corman (Fonda, Nicholson y Dennis Hopper) que dio el pistoletazo de salida al Nuevo Hollywood.
Otras concesiones de Corman a los gustos de la generación del verano del amor serían El Viaje (The Trip, 1967), una película escrita por Jack Nicholson sobre un directivo de televisión que prueba el LSD, y Gas-s-s-s (Gas!-Or-It Became Necessary To Destroy The World In Order To Save It, 1971), un filme apocalíptico a ritmo del grupo Country Joe & The Fish sobre un futuro hipotético donde un gas venenoso ha matado a todo el que supera los 25 años.
Las mejores películas de esta etapa serían sus incursiones en el cine negro, como La Matanza del Día de San Valentín (The St. Valentine’s Day Massacre, 1967), una obra con un formato casi documental sobre la guerra entre los reyes del crimen organizado de Chicago Al Capone y Bugs Moran, donde destacaba un estupendo Jason Robards interpretando a «cara cortada».
Aprovechando el éxito de Bonnie y Clyde (Bonnie and Clyde, 1967), Corman se inspiraría en las hazañas de la banda criminal Barker-Karpis para rodar Mamá Sangrienta (Bloody Mama, 1970), con una fabulosa Shelley Winters caracterizando a Ma Baker y una de las primeras interpretaciones de Robert de Niro. En 1971 Corman da el salto a una película de gran presupuesto, un biopic sobre la rivalidad entre Manfred Albrecht von Richthofen, el as de la aviación alemana durante la Primera Guerra Mundial, y el piloto canadiense Arthur Roy Brown. El Barón Rojo (Von Richthofen and Brown, 1971) fue un fracaso comercial que empujó a Corman a centrarse en tareas de producción, realizando apenas dos películas en los siguientes veinte años, y despidiéndose de la dirección con La resurrección de Frankenstein (Frankenstein Unbound, 1990).
Más allá de su labor como director, Roger Corman es reconocido como un auténtico explotador de talentos. Además de los ya mencionados en el artículo, Corman dio su primera oportunidad a directores como Martin Scorsese, Joe Dante, John Sayles, Monte Hellman, Ron Howard, Jonathan Demme o James Cameron. Todos empezaron a hacer películas bajo su ala. La generación que cambió Hollywood.
Entre sus producciones destacan películas de culto como El tiroteo (The Shooting, 1966), La carrera de la muerte del año 2000 (Death Race 2000, 1975), la película de The Ramones Rock’n’Roll High School (1979), Humanoides del abismo (Humanoids from the Deep, 1980), Los 7 magníficos del espacio (Battle Beyond the Stars, 1980), donde ejercería como codirector no acreditado, o la mítica Los Cuatro Fantásticos (The Fantastic Four, 1994), rodada con la idea de no ser estrenada, con el único objetivo de que Marvel no perdiese los derechos cinematográficos de la familia de superhéroes.
También estuvo detrás de Dementia 13 (1963), de Francis Ford Coppola, y Boxcar Bertha (1971), de Martin Scorsese. Corman produjo la ópera prima de Jonathan Demme, La cárcel caliente (Caged Heat, 1974). Demme le demostraría su agradecimiento dándole pequeños papeles en El silencio de los corderos (The Silence of the Lambs, 1991) y Philadelphia (1993).
Corman alternaría su labor como distribuidor en EE.UU. de prestigiosas obras europeas como Amarcord (1973), Sonata de otoño (Höstsonaten, 1978) o El tambor de hojalata (Die Blechtrommel, 1979) con la producción de descarados subproductos para rentabilizar éxitos ajenos, como Piraña (Piranha, 1978), pensada para aprovechar el boom de Tiburón (Jaws, 1975) o Loca academia de reclutas (Recruits, 1986), estrenada dos años después que Loca academia de policía (Police Academy, 1984). Por el camino, disfrutaba cimentando su propia leyenda en libros autobiográficos como Cómo hice cien películas en Hollywood y nunca perdí un centavo.
Aunque su productora y distribuidora, New World Pictures, lleva más de tres décadas sin estrenar una película decente, en el año 2009 Corman recibió un Óscar honorífico reconociendo su trayectoria. Un largo camino para el hombre que dirigió El ataque de los cangrejos gigantes (Attack of the Crab Monsters, 1957).
La última producción de Corman, una nueva versión de La tienda de los horrores dirigida por el veterano Joe Dante, todavía no se ha estrenado. No se me ocurre mejor epitafio para este infatigable pirata del cine: seguirá estrenando películas desde el más allá.