Inesperadamente abandonada por su marido, Wendy (Patricia Clarkson) decide sacarse el carné de conducir. Su profesor es Darwan (Ben Kingsley), un refugiado político hindú de la casta sij que se gana la vida en Nueva York compaginando labores de taxista y profesor en una autoescuela.
Como ha contado Coixet, esta especie de cuento con moraleja rodado a pie de calle está basado en la historia real de una escritora a la que, como a la protagonista, su marido «cambió» por una alumna. Con el objetivo de oxigenarse y dar un cambio a su deprimida realidad, la abandonada decidió aprender a conducir. Esa decisión cambia su vida y sus perspectivas.
Coixet conoció esta historia hace ocho años “y desde el primer momento supe que tenía que filmarla”. Así ha sido pues el tema, también Coixet lo confiesa, lo conoció cuando ella misma salía de la ruptura con el padre de su hija. Y también ella, que detesta los coches, en Los Ángeles decidió embarcarse en eso de aprender a controlar el volante.
Miradas
Mirada sobre la intimidad como un refugio que puede abrirse cuando se encuentra al interlocutor adecuado. Mirada sobre lo que la multiculturalidad aporta cuando se afronta desde el respeto y el sentido común. Mirada sobre el sosiego, la comprensión y la solidaridad como excelentes aliados. Mirada sobre la amistad y el amor como terrenos a menudo confluyentes, Aprendiendo a conducir logra lo que su directora se propuso cuando comenzó a gestarla, «aprovechar la oportunidad de hacer una película que no llevara al espectador a querer cortarse las venas».
Prueba conseguida. Y eso que el excelente montaje de la cinta, obra de la oscarizada Thelma Schoonmaker, otra de las claves del resultado final, nos ubica en un terreno en el que no todo es de algodón y va dando agridulces pinceladas, como hacernos sabedores de que el pasado del profesor de la autoescuela está marcado por las torturas que él y su familia sufrieron en su país de origen.
«Quería retratar una comunidad normalmente poco comprendida, porque la gente ve un turbante y no ve más allá, no sabe si son los que cortan cabezas o si es un señor de otra religión», explica Coixet, que ha añadido que lamenta que antes del 11S había en Estados Unidos muchos refugiados políticos sij pero, tras el atentado, «todo se ha puesto más difícil, radical y duro».
Aprendiendo a conducir es, en definitiva, por las razones apuntadas y otras que el espectador descubrirá desde su butaca, una cinta que apuesta por la tolerancia y el sentido común y eso, en los tiempos que corren, supone un constructivo canto al optimismo.