Avalado por su amplia experiencia en el mundo del cine, en donde ha realizado funciones de guionista, actor, director, profesor, productor o distribuidor porque, como él mismo cuenta, «hay que hacer de todo para poder hacer lo que a uno de verdad le gusta, dirigir películas como uno quiere».
Borau no sólo ha tejido historias para el cine. En su vertiente literaria, logró en 2003 el premio Tigre Juan de Novela con Camisa de once varas, el mismo año en el que escribió el libro de relatos Navidad, horrible Navidad.
Antes había coordinado la recopilación de relatos sobre cine de 38 autores iberoamericanos, bautizada como Cuentos de Cine (1996), a la que siguió tres años después Cuentos sin Cámara, un conjunto de 15 historias escritas por él y por cineastas como Almodóvar, Amenábar o Gutiérrez Aragón. Recientemente ha publicado su libro El amigo de invierno y en 2009 aparecerá el que desarrolla en toda su extensión el tema de su discurso de ingreso en la RAE.
El sillón «B»
La candidatura de Borau a la Academia fue propuesta por Antonio Fernández Alba, Antonio Mingote y Emilio Lledó. Ocupará el sillón «B» -«nada que ver con la ‘B’ de Borau», suele advertir-, en el que sustituye a Fernando Fernán Gómez, referente indiscutible del cine y del teatro español.
Su primer gran éxito llegó con Furtivos, uno de los títulos importantes del cine español y con el que obtuvo en 1975 la Concha de Oro del Festival de Cine de San Sebastián y el premio a la mejor película en lengua española. En ella también hizo de actor, porque Borau ha interpretado 11 películas, propias y ajenas.
Luego vendrían títulos como La Sabina (1979) o Río Abajo (1984), con David Carradine y Victoria Abril, y fruto de los años que vivió en Los Ángeles. Con Tata mía (1986), logró una candidatura para los Premios Goya y ya en 2001 obtuvo con Leo (2000) el Goya a la mejor dirección.